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Es un cambio rotundo. Pero es el comienzo para rehacer sus vidas. Más de medio centenar de familias damnificadas por el incendio de Campanar ya se han establecido en el edificio que el Ayuntamiento de Valencia ha previsto para su realojo en el barrio de Safranar. La mayoría son personas con hijos, pero también hay mayores. Mientras, siguen las tareas para completar los equipamientos de los pisos aún vacíos, una tarea que podría concluir entre este miércoles o a finales de semana. Anoche 103 adultos y 13 niños estaban ya reubicados.
Se aprecian ya en el bloque de Safranar muchos detalles de humanidad. De cariño. Si el Ayuntamiento anunció el lunes que iban a dejar algunos juguetes en los pisos ocupados por menores, ayer aparecieron dibujos hechos por niños, como uno en el que se aprecian arco iris y corazones y se lee: «Mucho ánimo, Sara». Para ellos el cambio «está siendo muy duro», ha señalado una realojada con hijos, «a pesar de que las casas están muy completas y tienen lo indispensable».
Mientras, hay familias a la espera que permanecen en hoteles o con parientes, pendientes de que se les asigne piso y llaves. Dos de ellos son Mauri Morales y Ani Pérez, un hijo y su madre de origen colombiano que llevaban una década establecidos en el edificio de Campanar de alquiler.
«Lo hemos perdido todo, absolutamente todo. Mi madre se salvó porque había ido a comprar», ha destacado Morales, que ayer se desplazó al que será su nuevo barrio, el de Safranar, para conocerlo. «Ya no nos quedan más lágrimas, ahora toca empezar de cero», reflexionaron. Para ellos el cambio será costoso. Pasan de poseer un piso de 92 metros cuadrados, dos habitaciones, dos baños, un salón con cocina americana y una gran terraza a las casas provisionales, con lo esencial.
«Pero no hay problema. Nos acoplaremos. A caballo regalado no hay que mirarle los dientes. Y estamos muy satisfechos con cómo se han comportado todas las autoridades con nosotros», valoró. Para Morales será fundamental la música, comprar un nuevo equipo, «pues adoro las melodías latinas y he perdido mi colección de discos». También comprarán un televisor, prevé.
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Lo más importante es haber vivido», destaca su madre, Ani Pérez. Ella ya es mayor y asegura que este es «el momento más duro de la vida». Entre las posesiones perdidas, le duele mucho «el álbum de fotos familiar». Ahora, «todo es digital y se guarda de mil maneras, pero antes no pasaba así y esas imágenes ya no las recuperaremos jamás».
Visitaron el que en breve será su nuevo piso, ya preparado, de dos habitaciones. «Está perfecto. Es mucho más de lo que esperábamos. Estamos muy agradecidos», valoraron al comprobar que está equipado «con lavavajillas, mantas, ropa de cama, cubiertos…». Tienen ganas de establecerse y el nuevo barrio no les desagrada. «Nuestra idea es pasar aquí los tres primeros meses. Aprovecharemos ese tiempo para hacer planes, reorganizarnos y ver cómo afrontamos el futuro. Ahora todo es día a día», zanjan.
Otra de las damnificadas que se ha acercado a los bloques de Safranar para interesarse por las viviendas es Jair Vegas, de 36 años. La mujer fue miembro de la Corte de Honor de las Fallas hace dos décadas y vivía en régimen de alquiler en Campanar en el piso de un futbolista. Está entre el centenar de vecinos afectados por el siniestro que han solicitado acceder a los pisos.
«Me considero una afortunada. Me salvé porque fui a arreglarme las uñas a las 16 horas del jueves y suelen esmerarse mucho en la manicura», revela mientras muestra sus manos. «Al final, es todo el destino». Eso lo retrasó todo e hizo que no estuviera en casa a las 17.30 horas, cuando se declaró el incendio», ha resumido. «Yo vivía en la puerta 13, en la zona por donde saltó un bombero a la colchoneta», ubica. «Espero que aunque sea soltera y sin hijos también puedan acceder a las viviendas», anhela.
Tras el incendio, Jair buscó el apoyo de sus padres, que viven a muy pocas manzanas del edificio de Safranar en el que ahora desea reubicarse. «Al menos, estaré más cerca de ellos, si al final puedo entrar, y también de mi trabajo, en una empresa de limpieza a sólo dos minutos de aquí».
Jair, como tantos, lo ha perdido todo. «Me quedé con la ropa que llevaba puesta, con mi móvil y con la documentación». Pero lo tiene claro: «Lo más importante es vivir. No nos podemos quejar de nada. Y la gran solidaridad que estamos recibiendo ayuda mucho, la verdad».
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También han llegado este martes a Safranar Amar y Sara, la pareja que protagonizó el agónico rescate en el balcón. «El piso está muy bien. Tiene lo esencial. Estamos muy agradecidos a todos», han expresado cargados con bolsas».
A partir de ahora, los realojados se tropezarán en su nuevo barrio con personas como Ricardo Pascual, un profesor de 35 años vecino de la zona. El hombre pasea un carro con su hijo de corta edad y empatiza, «de lleno», con los padres que ahora se establecerán en el lugar.
«Realmente, este es un barrio que en muchos aspectos guarda semejanzas con Campanar», ha ahondado. «Es emergente, hay nuevas construcciones,muchas familias con gente joven. Hay un parque cercano con columpios para niños, el metro está a 5 minutos y el centro, a 30 andando. Yo creo que, a pesar de la desgracia, se van a encontrar muy bien y muy arropados», estima. Las ventanas del edificio de la esperanza ya comienzan a iluminarse.
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