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Se abrazan antes de adentrarse en las oscuridades fraternales de debajo del paso. Son todos hombres, barbudos, fuertes. Emocionados y responsabilizados. Se protegen las frentes. Rezan. «Primer li resem a la Mare i després al fill», dice el cofrade de la Corporació de Granaders de la Verge que dirigirá el movimiento del paso. Un avemaría y un padrenuestro, manos enguantadas cogidas entre sí. «Primero una pierna y luego la otra». En el silencio de la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, el martilleo del llamador resuena como los truenos sobre las olas si se escuchan desde un barco pesquero. Los costaleros resuellan. La imagen se eleva y algunos aplausos celebran a la Dolorosa, su cara compungida atravesada por lágrimas que brillan al fuego de los cirios. La Semana Santa Marinera ha comenzado.
El Viernes de Dolores dibuja la primera página de la fiesta más importante de los Poblados Marítimos. No se engañen: como la Ofrenda, esto no va solo de fe. Junto al mar, la Semana Santa Marinera es una institución. Aquí da igual que seas de izquierdas o de derechas, hasta que creas o no. La plaza de los Ángeles está repleta de gente a eso de las 21 horas cuando la imagen sale a la calle. La reciben aplausos cuando salva el pórtico del templo. La procesión recorrió las calles del Cabanyal. No fue la única: anoche hubo hasta tres, todas protagonizadas por las imágenes de las Vírgenes dolorosas, en otras tres parroquias del Cabanyal y del Canyamelar.
«Llevo desde las siete esperando, eres muy grande», decía una señora a un agente de Policía Local que le tapaba la visión de la iglesia. Es verdad, es muy grande. Pero el paso de la Dolorosa es aún más grande. De hecho, se vivió un momento de tensión cuando los costaleros evitaron que la corona de la talla golpeara la entrada al templo. Entonces sí, la mujer que hasta ese momento había prorrumpido dos veces en aplausos pese a los intentos de sus acompañantes para que no lo hiciera, se arranca a aplaudir. Le sigue un barrio entregado, feliz, con los balcones engalanados y los corazones elevados hacia el cielo.
A la procesión de los Granaderos, que abrieron cuatro caballos de la Policía Nacional dado que la unidad de caballería fue reconocida con la medalla de la cofradía, acudió la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, que participó en el cortejo como clavariesa de honor. Es la primera vez en ocho años que la alcaldesa, o el alcalde, procesiona. La primera edil recibió a medalla que la acreditó como parte de la Clavaría de la corporación, que supera el siglo de vida, «por ser una defensora de las tradiciones valencianas y de la Semana Santa Marinera».
Los actos acaban de empezar. Antes del Viernes Santo y el Domingo de Resurrección, las dos jornadas litúrgicas más importantes de la Semana Santa, este fin de semana el distrito se pondrá sus mejores galas porque es Domingo de Ramos. Y antes, este sábado, habrá varias procesiones por el Sábado de Gloria. En la noche del domingo, además, las imágenes de las cofradías saldrán hacia las casas de los cofrades, donde permanecerán hasta el Jueves Santo o el Viernes Santo. Si pasan estos días por el Marítimo, si se adentran más allá de Serrería y de la avenida del Puerto, créanme que les costará obviar que, apenas tres días después de Fallas, Valencia vuelve a estar de fiesta. Aquí, las tradiciones no se nos acaban nunca.
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