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Primera carrera. Dos caballos oscuros. Niños que se levantan para observar bien. Bañadores que tiemblan al paso de los animales. El retumbar de las pezuñas sobre la arena. Los gritos de los jinetes. Las dolçaines que suenan de fondo. Los aplausos. Los «mare mira mare» de una niña al lado del palco de autoridades. Las banderas que rielan. El dictamen. «Ha guanyat la xica». Más aplausos. Los caballos vuelven por la arena, sus flancos suben y bajan con la respiración de los animales. Sus jinetes y amazonas saludan, el sol reflejado en su pelo sudado. Las quijadas de los animales se sacuden. La arena flota tras ellos como una nube particularmente baja.
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Es día grande en Pinedo. Semana grande, en realidad. Hay algo atávico en el galopar de los caballos, en esas moles lanzadas a toda velocidad sobre la arena. Lo saben quienes son fieles año tras año a las corregudes de joies de Pinedo, que acoge las carreras desde ayer y hasta este jueves. Lo saben, así, Carles y su familia, que han acudido en 2023 por tercera vez consecutiva. También lo saben los nuevos, aunque a esos les pilla de sorpresa. «Es increíble», decía una familia que provenía de Cataluña y que se había encontrado, de la nada, con carreras de caballos sin montura alguna. El Ayuntamiento, por cierto, impulsará que la fiesta sea declarada Bien de Interés Cultural.
Todos ellos, junto a cientos de personas, bien sea desde la arena o desde el paseo marítimo, han observado el galopar de unos animales enormes, mucho más grandes de lo que los más pequeños se esperaban. Mientras los caballos eran trasladados de la zona de aparcamiento de vehículos de transporte a la playa, los animales arrancan miradas de sorpresa y exclamaciones de asombro. Sus dueños sonríen. Se preparan desde hace 365 días. Son 12 participantes, entre ellos cuatro amazonas.
El galopar sobre la arena es casi inédito. Para jinetes y amazonas, puede ser la primera vez que prueben este terreno y, sobre todo, en una extensión tan larga: 700 metros. Además, las corregudas tienen una peculiaridad: los jinetes y las amazonas cabalgan a pelo, sin aperos, agarrados a las crines de los corceles, vigilados, eso sí, por técnicas de la concejalía de Bienestar Animal, que velan por el estado de las monturas. Sus propios jinetes, es de justicia decirlo, las miman en su día a día, y entienden que la semana de las carreras es una fiesta tanto para ellos como para los animales, que no suelen poder galopar a tanta velocidad durante tanto tiempo.
Son seis carreras, que no duran más de un minuto cada una. Normalmente no pasa nada nunca. Si pasara, eso sí, sería una desgracia. En la tercera, de hecho, un ejemplar ruano se desvió más de la cuenta, lo que motivó no sólo el enésimo aviso de la organización sino también una apresurada carrera hacia atrás de los espectadores. Y es que si antes hablábamos del poder casi primigenio de un caballo al galope, cuando es muy fácil sentirse víctima de una carga medieval, imagínense si están ustedes en bañador tras un día de playa.
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Pero al menos al cierre de esta edición no había llegado la sangre al río. Las corregudes de joies son una fiesta extraña, como otras tantas que se celebran en la Comunitat Valenciana. Vayan por ahí a explicar que nos montamos a caballo, a pelo, sin ningún tipo de enjazeamiento, para recorrer casi un kilómetro de playa a toda velocidad y rodeados de niños pequeños en bañador, al final de una larga jornada de verano. Por eso, cientos de personas se han quedado este martes a ver las carreras, aunque son pocos aquellos a quienes les pilla de sorpresa. Esto es así porque Pinedo no es una localidad excesivamente turística. Quienes acuden a las corregudes, que forma parte de las fiestas mayores de la localidad (lo llaman 'la festa grossa', como en la ciudad se llama al Corpus Christi), son sobre todo familias autóctonas de la pedanía que tienen estas carreras arraigadas en el interior. Son como esos valencianos de ciudad que saben perfectamente si una mascletà ha sido buena o mala mientras la gente aplaude.
De hecho, este martes había un grupo de personas mayores, vecinos del pueblo, que, situados cerca de la cabecera, daban su dictamen sobre los corceles antes incluso de que comenzara la carrera. «Guanyarà el xicotet», decía uno. «No, no, no pot ser, si no té força», apostillaba otro. Ganó el xicotet, sí. Son muchos años de experiencia. «Eixe se'n va cap al públic... veus? si t'ho deia jo!», apuntaba otro parroquiano en la tercera carrera, cuando uno de los caballos se acercó peligrosamente al público en el tramo final. Ojo entrenado.
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Las carreras continuarán esta tarde y el jueves. La hora de comienzo, según el programa oficial, es las 18 horas, pero lo cierto es que este martes empezaron a las 19 horas. No es mal plan para una tarde de verano. Eso sí, traigan sombrillas: el sol pega con fuerza en pleno atardecer y la gente que cabe en la sombra que dan los edificios de una única altura situados en el paseo marítimo es más que limitada. La playa de la Conca, donde está la cruz de Pinedo, es el lugar para ver caballos al galope.
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