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¿Se imaginan un centro de Valencia repleto de grandes avenidas y paseos? ¿Asimilamos que la plaza de la Reina se convirtiera en el epicentro de la Valencia moderna? No hace mucho tiempo Valencia soñó con imitar, en pleno corazón del cap i casal, el modelo de la plaza Charles de Gaulle de París, un punto al que convergen grandes avenidas. Alguno de los proyectos se inició, otros estuvieron cerca de hacerse realidad y otros tantos no salieron de los bocetos de los arquitectos. Federico Aymamí Faura, arquitecto municipal de Valencia, proyectó una reforma integral del centro de la ciudad y Javier Goerlich utilizó diversos puntos del proyecto para evolucionar una idea que de hacerse realidad habría dejado, por ejemplo, la torre de Santa Catalina en una plaza nueva o todo el barrio de la Xerea convertido en un paseo para la alta sociedad valenciana.
1908. Número 193 de la publicación 'Arquitectura y construcción'. Federico Aymamí Faura, por aquel entonces arquitecto municipal de Valencia, publica un artículo en el que plantea una reforma integral del centro de la ciudad a partir del punto clave que pasaría a representar la plaza de la Reina. Aymamí se basa en las costumbres de la época para desarrollar un proyecto que cuenta con el Mercado Central como escenario protagonista. De culminarse, tres grandes vías recorrerían el centro de la ciudad, una avenida cruzaría el actual barrio de la Xerea y la plaza de la Reina conservaría una finca ante la Catedral para que no se vieran los muros exteriores de la capilla del Santo Cáliz. La desaparición de la calle Zaragoza fue el primer paso.
Todo empieza por una reforma de la plaza de la Reina que se eleva al máximo exponente, se idea a lo grande. Hacer una 'nueva' plaza de la Reina no es una idea novedosa de las últimas décadas, como muestra Juan Navarro Rodríguez en 'Metamorfosis de la plaza de la Reina' (Universitat Politècnica de València). Desde antaño se han sucedido proyectos que, por ejemplo, se materializaron con el derribo de las fincas que hoy en día permiten un amplio espacio central sobre el que se abrió un parking o se daba forma a una zona verde. A partir de convertir esta plaza en epicentro de una nueva Valencia abierta a la modernidad, Aymamí consideró que habría que unir este enclave con las zonas del exterior de la antigua ciudad, por lo que la construcción de grandes avenidas era el propósito indicado.
De todos los proyectos es el único que se inició de forma real sobre el pavimento de la ciudad de Valencia. Hoy la conocemos hasta el Mercado Central con una longitud total de 455 metros, pero la idea original es que fuera de 1,36 kilómetros entre los que se destacaban también el mercado de Mossen Sorell y la gran plaza que se abría ante la Casa de Misericordia (hoy Iglesia de Nuestra Señora de El Puig). Federico Aymamí ideó convertir la avenida del Oeste en una vía que sirviera para descongestionar el tráfico rodado y de gente que utilizaban la calle San Vicente para llegar hasta el Mercado Central. Es por ello, que abriendo la avenida del Oeste posibilitaba un acceso directo al punto de venta, pero además se alargaba hasta Portal Nou para convertirse en «entrada directa a la ciudad por el puente de San José», según destacaba Aymamí en el número de la revista de 'Arquitectura y construcción'.
El plan inicial en el que se encuentra esta ampliación data de 1907, según apunta David Sánchez Muñoz en el artículo 'La avenida del Oeste de Valencia. Historia de un proyecto inacabado' (2013). Aymamí plasma unas actuaciones menores en 1910 y dicha reforma aparece con el nombre 'Gran vía desde la plaza de San Agustín hasta el puente de San José'. Con una anchura escasa de 20 metros y una longitud de 1.360 metros para aliviar el estado deplorable de la zona Oeste de la población en cuenta a su vialidad e higiene«, según recoge Sánchez Muñóz de declaraciones de Federico Aymamí Faura.
Javier Goerlich, posterior arquitecto mayor del Ayuntamiento de Valencia, también acogió la idea de esta avenida del Oeste en 1928 añadiendo proyectos de edificios emblemáticos recayentes a esta nueva vía que prentendía unir dos puntos externos de la ciudad con el centro neurálgico de actividad diaria. En total se tendrían que haber llevado a cabo 699 expropiaciones para dar forma la avenida que planteó Goerlich.
El 22 de febrero de 1932 se aprueba, tras discusiones municipales y cambios de proyectos, su apertura definitiva. La «ejecución inminente» queda aprobada el 2 de marzo de 1940. Mientras las obras se realizan, siguen los debates locales y 1957 LAS PROVINCIAS recoge la «oposición abiertamente a la ejecución de los últimos tramos de la avenida». El alcalde de la época de Valencia, Marqués del Turia, Tomás Trénor, llegó a presentar un proyecto alternativo «menos agresivo», según recoge Sánchez Muñoz. La riada de 1957 trunca por completo proseguir con las obras de ampliación.
La calle de la Paz (por aquel entonces calle Peris y Valero), de 'nueva construcción' en pleno centro de Valencia fue la gran obertura que unía la parte exterior con el interior de la ciudad. Pero debería haber sido más larga, mucho más larga. Conocemos de ella 478 metros, de la Glorieta a la plaza de la Reina, pero la idea es que fuera de larga 1,25 kilómetros, una auténtica brecha en el centro de la ciudad.
La idea que 'pintaron' sobre planos arquitectos como Cortina, Aymamí y Goerlich era una ampliación que iba más allá de Santa Catalina y la Lonja para llegar a las Torres de Quart.
De esta forma, el proyecto que llega a Goerlich implica el derribo de la actual iglesia de Santa Catalina, pero el arquitecto 'salva' el campanario provocando que la mítica torre de la ciudad de Valencia quede en una plaza existente en plena calle de la Paz. Además, según defiende Aymamí, esta conexión permitiría mejorar la conexión de la plaza de la Reina con el Mercado Central y la Lonja.
Otras de las avenidas que proyectaba Aymamí en Valencia era la avenida del Real. Cuesta imaginar en pleno siglo XXI una gran vía abierta por la actual calle de Cabillers, sobre el barrio de la Xerea y con desembocadura en el puente del Real. Esa era la idea que presentaba el arquitecto municipal. Al bajar del puente del Real empezaría una gran avenida, junto a la plaza Tetuán, con 450 metros de longitud y 40 de ancho, amplitud similar a la actual Gran Vía Marqués del Turia.
De esta forma se completaría una unión de vías para la alta sociedad valenciana: Alameda, Valencia abierta al Mar, Tetuán y plaza de la Reina. Además, el propósito era, según Aymamí, «aligerar de tráfico la calle Peris y Valero». De este proyecto no se completó ninguna obra.
Ante esta nueva avenida, uno de los puntos de reforma que no se implicaba en la plaza de la Reina era una finca existente delante de la Catedral, ante los muros exteriores de la capilla del Santo Cáliz. El arquitecto defendía la permanencia de esta finca ante «la fealdad y mísero aspecto del muro contiguo a la portada principal de la Catedral», de forma que se hubiera conservado la imagen original con la que se proyectó la puerta de los Hierros.
Justo ante el Miguelete y con el propósito de que el campanario ganara en imagen y visibilidad se idea una nueva vía que parte desde la plaza de la Reina. Del Miguelete a las Torres de Serranos. Esta nueva gran vía del centro de Valencia, defiende Aymamí, serviría también para poner en valor «el artístico e histórico edificio Casa de la Diputación del Reino», actual Palau de la Generalitat.
La avenida habría pasado por encima del presente jardín que se encuentra entre la plaza de la Virgen y la sede de la Generalitat y tomaría el sentido de la calle Náquera para llegar a las Torres de Serranos.
Las antiguas puertas de la ciudad quedarían así en una zona más amplia que la actual con una gran avenida en su parte posterior con la que ganaría en importancia.
El último proyecto que suma Aymamí no tiene que ver con la plaza de la Reina pero sí muestra los planes de vertebración para el centro de la ciudad. La idea de hacer una Valencia radial con epicentro la plaza de la Reina, en la que también tenían cabida diferentes avenidas que unieran puntos diversos del centro. En este pretexto surge otra avenida que sería inconcebible en la Valencia actual: unir el puente de la Trinidad con la Lonja.
Esta Gran Vía Trinidad-Lonja se serviría del principio de la calle Salvador que coincide en línea recta con el edificio Patrimonio de la Humanidad para llegar a la plaza de la Virgen en el jardín del Palau, donde se cruzaría con la avenida a las Torres de Serranos y traspasaría toda Ciutat Vella para llegar a la parte posterior de la Lonja por la iglesia de la Compañía.
Una Gran Vía de 550 metros de longitud total, según Aymamí, y que «cumpliría el fin de dirigir y encauzar el movimiento de circulación desde el puente hasta el Mercado Central, que actualmente se verifica en pésimas condiciones».
Al rededor de la Lonja, punto de convergencia entre varias de estas avenidas grandiosas de Valencia se proyectaría una «plaza en forma sensiblemente de hexágono, que permitirá saborear a placer las bellezas de dicho monumento», según puntualiza Aymamí en la revista Arquitectura y construcción.
Así, por razones económicas varias de estas avenidas no vieron la luz, no salieron de los planos. Valencia soñó con tener un centro histórico renovado con grandes vías, paseos de lujo y lugares emblemáticos pero los proyectos se quedaron en planos y dibujos. Valencia disfruta hoy de las calles que pudieron desaparecer.
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