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Vista del espacio en la actualidad, según una imagen tomada desde una torre situada al final de la avenida de Francia. J.L.Bort

Inversores nacionales y extranjeros se interesan por el PAI del Grao, el único sector que falta para coser Valencia

El Ayuntamiento prevé que las obras de urbanización comiencen ya el próximo año y promete dar solución a los chabolistas que ocupan el espacio para acometer una actuación clave en su política para abaratar el precio de la vivienda

Jorge Alacid

Valencia

Lunes, 8 de julio 2024, 00:47

Inversores valencianos, del resto de España y también extranjeros se han interesado por edificar en la joya de la corona del urbanismo valenciano: el ... barrio del Grao. En concreto, por la enorme superficie (380.000 metros cuadrados) del llamado Plan de Actuación Integrada, conocido por sus siglas (PAI) y por los efectos que activarán en el mapa de la ciudad desde esa esquina junto al frente marítimo. Una intervención que terminará de coser ese rincón de Valencia al resto de la ciudad, conectará con el entorno más cercano (el nuevo Nazaret y también el viejo), resolverá cuando se acometa el soterramiento de la vía férrea, junto al resto de conexiones pendientes y, sobre todo, ofrecerá alternativas de vivienda a un mercado colmatado, con los precios por las nubes.

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Es un viejo proyecto, que hunde sus raíces en el año 2007, pero que ahora se asoma a un luminoso horizonte: si los planes del Ayuntamiento avanzan según el ritmo previsto, el próximo año entrarán las máquinas a trabajar en el sector, una vez que se ofrezca una solución a quienes ahora acampan en lo que antaño fue el circuito de Fórmula Uno. Esos chabolistas cuyos asentamientos serán el escenario de «la próxima gran transformación de Valencia». El entrecomillado pertenece a Juan Giner, concejal de Urbanismo, quien subraya la prioridad del equipo de Gobierno cuando impulsa el PAI: la construcción de 2.550 viviendas, según las previsiones municipales. Será cuando se culmine ese proceso iniciado hace 17 años, cuando se falló el concurso internacional Marina Juan Carlos I, del cual formaba parte el Grao: un jurado internacional dictaminó que el proyecto recayera ex aequo en el equipo formado por el prestigioso arquitecto francés Jean Nouvel (autor de la torre Agbar en Barcelona, entre otros llamativos encargos), aliado con un despacho valenciano, dirigido por otro solvente profesional, José María Tomás, y otro equipo de arquitectos alemanes, GMP, igualmente de sobresaliente fama.

Con el tiempo, Tomás desarrollaría la fusión de ambas propuestas, bajo un propósito de fondo: dotar a Valencia de la pieza del mosaico urbano que falta por desarrollar y salve el último obstáculo que resta para asegurar la conexión de la ciudad con el Mediterráneo. De aquel proyecto inicial, donde Nouvel pretendía la construcción de dos torres de 220 pisos cada una en el entorno del puente de Astilleros, a la hora presente median tantas contingencias como se derivan del momento crítico en que vio la luz: en vísperas de la crisis financiera que entre 2007 y 2008 pulverizó la economía del ladrillo y sectores aledaños. Un maremoto que se llevó por delante tantos y tantos sueños; entre ellos, la histórica oportunidad de terminar el jardín del Turia en su extremo final y despejar otra de las ambiciones del proyecto: articular un eje transversal entre los poblados marítimos, de norte a sur.

Una criatura nonata, cuyo alumbramiento fallido se vio obstaculizado por la presencia en la zona de piezas como los depósitos de Campsa y los almacenes portuarios que dificultaban una acción de conjunto. Hasta hoy. El futuro PAI servirá como pieza de articulación y centralidad para Valencia, muy vinculada a la dársena del puerto y al río verde que corre por el viejo cauce, que además conectará Nazaret, La Punta y el propio Grao: será el punto de destino de un largo viaje, cuyas raíces se remontan al momento en que el PGOU de Valencia califica como sector urbanizable, allá en 1989. El Plan Parcial que desarrolla el sector data de 2010 y ya entonces avanzaba el futuro que hoy se atisba cuando se complete esta actuación y se terminé de coser el sector con la trama urbana de la ciudad. Falta, advierte Giner, tramitar la urbanización (incluidos las 16 hectáreas de zonas verdes) y coordinar esa planificación con los requisitos de movilidad para garantizar la conexión de la traza viaria y peatonal, así como la red de transportes públicos, con el entorno, dando continuidad a la avenida de Francia y al cauce verde del Turia. También deberá contemplarse cómo afecta al entorno la extensión del trazado del tranvía y ofrecer respuesta a los chabolistas que ahora tienen allí su hogar: «Habrá que atender esa circunstancia con todo el respeto, con una intervención de la que se ocuparían nuestros servicios sociales», afirma Giner.

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La actuación será según Urbanismo «la nueva gran transformación urbana de Valencia». J.L: Bort

La vivienda, prioridad principal

¿Y qué verán nuestros ojos cuando se despejen todos esos obstáculos? Viviendas, por supuesto, como Giner advierte con insistencia durante la conversación porque ahí reside la prioridad principal del PAI. Pero también será un espacio rico en equipamientos y dotaciones, porque su generosa superficie permite una no menos generosa oferta de espacios verdes y parque adicionales a la propia riqueza que ya asegura el tramo final del río Turia y la vecina urbanización del parque de desembocadura: unos argumentos que apuntan a la condición de Valencia como capitalidad verde y que convivirán con su aportación para que el problema de falta de vivienda (y de su carestía galopante) algo se mitigue. Viviendas por cierto de toda naturaleza. El plan prevé disponer de VPO, pero también habrá dotacional y vivienda libre.

La frase

«El Ayuntamiento buscará que se aceleren los plazos al máximo»

Juan Giner

Concejal de Urbanismo

Hasta ese momento, el reloj ya ha empezado a correr, luego del impulso recibido a partir de la medida adoptada por la alcaldesa, recién llegada a su cargo. María José Catalá, recuerda Giner, activó la reconversión del PAI para que se pusiera en marcha la gestión indirecta, una decisión que Giner justifica por la importancia estratégica del sector («Es uno de los dos que faltan por desarrollar del Plan General de los años 80 del arquitecto Alejandro Escribano», recalca) y que defiende en estos términos: «Valencia tiene una imperiosa necesidad de abaratar el precio de la vivienda y tiene también un problema por la ausencia de oferta. La experiencia demuestra cómo en muchos ayuntamientos la solución a estos grandes desarrollos, por criterios de eficacia, aconseja la gestión indirecta».

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Giner avala además el modelo de gestión indirecta porque permite que ya esté avanzado el proyecto de urbanización, donde se delimitará en detalle cómo se configuran las distintas zonas verdes que ahora colorean el plano que maneja en su despacho pendientes de concreción exacta, aunque apuntando hacia un escenario de alta riqueza medioambiental que añadirá encanto a todo el entorno: una suerte de delta que abrirá hacia el mar el barrio del Grao «sin meter mucha edificación». «Si todo va bien, es razonable pensar que en el 2025 se empezará la urbanización», asegura. «La Administración buscará que se aceleren los plazos al máximo», concluye.

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