Ver 10 fotos
Ver 10 fotos
Es poco antes de la medianoche. Una motocicleta entra en una gran avenida de Valencia. Quedan apenas dos segundos para que la vida de tres ... personas cambie para siempre. Las cámaras graban al vehículo pararse en tres semáforos en rojo y avanzar pesadamente por el segundo carril. De repente, un coche se cruza. En la grabación se ve lo que no parece un golpe demasiado importante. En realidad, una persona ha muerto y otra está gravemente herida. Es una noche cualquiera en Valencia. Cuando la ambulancia acaba de llegar, una gran furgoneta blanca aparca cerca. De ella se bajan cuatro hombres, tres Josés y un Fran. Son parte de la unidad de atestados de la Policía Local de Valencia. Son, de hecho, detectives de accidentes de tráfico. Son el CSI de los siniestros viales, capaces de saber a qué velocidad iba esa moto e incluso qué tasa de alcoholemia tenía el conductor, que ha sido trasladado al hospital gravemente herido.
Publicidad
Investigar un accidente de tráfico se parece mucho a investigar un crimen. De hecho, el mando de la unidad, José García, es criminólogo. Cuando llegan al lugar de los hechos, antes siquiera de que el SAMUR haya terminado de atender a los heridos, ellos ya han tomado fotos, sus rostros girados hacia las alturas, hacia los bastones de los semáforos, para comprobar si hay cámaras. Dicen que la guerra empieza mucho antes del primer disparo. Una investigación de un siniestro no empieza antes del choque, pero sí incluye los momentos previos y los posteriores. Lo primero es llamar al Centro de Gestión de Tráfico del Ayuntamiento de Valencia para que envíen las grabaciones de las cámaras. Hay cientos en toda la ciudad.
«Es difícil que no el siniestro no haya quedado registrado en alguna cámara», comenta el oficial García. Eso no quiere decir, por supuesto, que la resolución sea suficiente para dar información precisa, y menos de noche. Pero sí permite sacar fotografías que desvelen en qué segundo de qué minuto estaba la motocicleta en un semáforo y en qué segundo de qué minuto estaba en el siguiente. Ellos dicen que no son científicos (al final de la noche admitirán que, bueno, si no son científicos sí son técnicos), pero su trabajo incluye complejas fórmulas y el uso de gráficas elaboradas por especialistas. Pero llegaremos a eso más tarde.
En el lugar de los hechos, los tres Josés (García pero también Arroyo y Mompó; se llaman por los apellidos porque en la unidad, compuesta por siete personas, hay otro José al que llaman Ximo por motivos obvios) y Fran se encargan de fotografiarlo todo para que quede registro documental. También cogen los datos a los conductores de los vehículos, tanto si están conscientes como si no, y a posibles testigos. «A veces nos servimos de lo que registran los patrulleros que llegan antes que nosotros; ellos también graban vídeos. Nosotros siempre acudimos a requerimiento suyo», comenta García. Están muy ocupados: en Valencia hay unos 25 siniestros al día, tanto leves como graves o muy graves, como el que el pasado mes de mayo protagonizó un coche que se dio a la fuga tras atropellar y dejar herido crítico a un niño de seis años en la Ronda Nord.
Publicidad
Gracias a las grabaciones de las cámaras, saben a qué velocidad circulan los vehículos aunque no tengan registros técnicos especializados. Y gracias a una gráfica llamada curva de Widmark, saben qué alcoholemia tenía una persona si saben la que tenía determinadas horas después. La investigación de un siniestro grave, con heridos de consideración, puede llevar hasta un mes, aunque puede alargarse en caso de ser más compleja. Incluye decenas de diligencias, desde petición de información al 112 o de grabaciones a gasolineras o bancos cercanos hasta intervenciones de otros grupos como el DAYA (Departamento de Atención a Víctimas de Accidentes de Tráfico y Análisis de la Siniestralidad), encargado de atender a las víctimas o a sus familiares e informarles de los pasos a seguir, o el de reconstrucciones, con policías expertos en herramientas como el Autocad para elaborar mapas precisos gracias a los datos recogidos en el terreno por los tres Josés y por Fran. Todo eso se remite al juzgado, dado que el grupo de Atestados de la Policía Local de Valencia también trabaja en funciones de policía judicial.
Este viernes por la noche la cosa está tranquila. España acaba de pasar a semifinales de la Eurocopa y en la central de Policía Local de Valencia, en la avenida del Cid, todo son sonrisas y banderas de España sobre la televisión de las cantinas. La sonrisa de Fran, contagiosa, no se borra en toda la noche. Ni cuando enseña el archivo, con los cerca de 8.000 atestados hechos en lo que llevamos de año (incluyen también alcoholemias o pruebas de drogas positivas, no se asusten), ni cuando entra en el sistema para dar el dato de accidentes de tráfico. Fran muestra el listado de servicios de Polo, la sala del 092. No hay ningún siniestro grave. Buena noticia, pero no tanto para este reportaje.
Publicidad
Claro que el grupo de Atestados no investiga sólo accidentes. Cogemos la furgoneta, un vehículo que pasaría por una 'camper' para irse a la montaña si no fuera por las luces, los vinilos y el etilómetro de precisión. Es cosa de la Policía Local de Valencia y del grupo de Atestados en particular hacer controles en las calles de la ciudad para evitar que se coja el coche con una copa de más. O con varias. Son servicios que se hacen junto a la USAP. Este viernes estamos en la avenida de la Constitución, al lado de Orriols. Uno de los primeros coches da una tasa de 0,38. Es de un hombre que circula con su mujer y sus dos hijos de corta edad. José García le repite la prueba que le ha hecho el oficial de la USAP con el etilómetro de precisión. Se repite el número. «¿Tiene a alguien que pueda venir a llevarse el coche?», preguntan los agentes. «Sí, mi cuñado», responde el hombre. Alguien, en una casa cercana, recibe una llamada, suelta una decena de improperios sobre su cuñado, se viste y sale de casa. Su cuñado le deberá una gorda, y ya se sabe que a los cuñados es mejor no deberles nada.
La noche avanza en el control. Los agentes paran a otro vehículo con varias mujeres dentro. «Una de ellas venía llorando», cuenta un policía. Le hacen una prueba de alcoholemia y da 0,12. «Puede continuar, pero no beba más», le dicen. «No, si me iba a casa», responde la mujer, que asegura que lloraba por el aire acondicionado. «No me la creo, pero bueno...», dice un agente de la Policía Local. El turno terminará al amanecer. Aunque durante el día hay más siniestros, por la noche son más graves. Cuando no pasa nada, como este viernes, los agentes (recuerden, los tres Josés y Fran) se dedican a hacer estadísticas, compilar datos y terminar atestados todavía abiertos, de esos cuyas investigaciones llevan semanas, como uno que incluye dos patinetes eléctricos enormes guardados en un despacho. «Cada vez hay más accidentes con esos», dice Arroyo.
Publicidad
Cuando Polo les avisa de que ha habido un siniestro, vuelan hacia el lugar de los hechos y atraviesan cristales rotos y charcos de sangre para descubrir qué ha pasado. Los tres Josés, Fran y sus compañeros del turno de mañana son lo más parecido que hay en la Policía Local de Valencia a los agentes del CSI de las películas. Sólo que ellos son de verdad.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.