M. GUADALAJARA
Martes, 16 de febrero 2021, 00:33
José Miguel tiene un horno pastelería en el número 67 de la calle San Vicente, justo tras pasar la plaza de San Agustín. «Cuando me dieron el mapa de la línea les tuve que preguntar porque no entendía, imagina si a mi me costó, cómo será para la gente mayor», dice al recordar que antes muchos de sus clientes podían coger el autobús en la misma puerta. «Me ha afectado bastante el cambio de la nueva línea, antes era distinto; pasaban por la puerta, la gente veía el comercio, el escaparate, ahora les deja en la calle Xátiva de ahí tienen que andar». Dice que los cambios en las líneas del centro «lo han estrangulado aún más».
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La C1 se inauguraba tras acabar el confinamiento. Comerciantes, vecinos y hosteleros trataron de impedir que se hiciera la reforma, advirtieron del desastre y en repetidas ocasiones mostraron su malestar ante el Ayuntamiento y la concejalía.
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Álex Serrano
Nunca obtuvieron una respuesta, ni siquiera un resquicio de voluntad para escuchar sus propuestas; y aún hoy siguen incluso más molestos por las formas. Pero el tiempo ha demostrado que tenían razón y ya en los primeros meses de su puesta en marcha se notó la bajada de pasajeros: perdió 192.000 usuarios con respecto al mismo periodo (de junio a septiembre) del año anterior, cuando aún circulaba la desaparecida línea 5.
Es cierto que entre un año y otro la pandemia lo cambió todo. Pero ahora, los datos siguen mostrando el fracaso y la caída de pasajeros de esta línea que ha perdido más de 21.200 viajeros en el último trimestre, en comparación al primero en el que se puso en marcha, según los datos que ha facilitado a este diario la EMT.
«La lanzadera es un fiasco y lo que nos sorprende es que ni lo sepan ver, ni lo reconozcan. La C1 no se utiliza porque es un incordio hacer transbordo y esto perjudica a la ciudad», explica la portavoz de la plataforma de comerciantes, restaurantes y vecinos de Ciutat Vella, Maria Dolores Boronat.
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Chelo regenta una tienda en la calle San Vicente a la altura de la Plaza Redonda y por desgracia tiene pocos clientes que atender. «Me paso el día en la puerta y lo veo, los autobuses van vacíos, es lo peor, aún tengo que seguir explicando a la gente cómo funciona porque no lo han hecho ellos».
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