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Varias clientas, al bajar o coger el autobús en el entorno de la plaza del Ayuntamiento. JESÚS SIGNES

Las líneas de la EMT que vuelven a la plaza del Ayuntamiento llenan de carritos el Mercado Central

«Ha venido gente que hacía años que no veía», dice alborozada Merche Puchades, presidenta de los vendedores

Jueves, 14 de diciembre 2023, 00:25

Carmen tiene 89 años. No los parecen, la verdad. Se diría que tiene unos veinte o veinticinco menos, y cuando se lo dices las arruguitas marcan caminos que se entrecruzan alrededor de sus ojos. Empuja un carrito de la compra verde oscuro y baja con ... una agilidad del autobús de la línea 11 que a eso de las 12.45 horas la deja en San Vicente que ya la querríamos otros. Está contenta. Vuelve al Mercado Central tras «un par de años», dice. Estaba acostumbrada a ir en el bus, pero cuando tuvo que empezar a hacer transbordos dejó de hacerlo. «Mucho lío, hijo, que una no está para estos trotes», dice. Si la observas bien, no parece que cambiar de bus en Porta de la Mar sea un problema para ella, pero explica que se rompió la cadera y no es la misma desde entonces. Anadea mientras se pierde por Santa Catalina en dirección al Mercado Central que se adivina al fondo de la calle del Trench.

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La historia de Carmen es la historia de cientos de personas, sobre todo mujeres porque el heteropatriarcado todavía es fuerte, que esta semana vuelven a su mercado de toda la vida. En la centenaria lonja les esperan los vendedores que las reciben con la alegría de quien ve cómo vuelve el hijo pródigo a casa por Navidad, como el anuncio. La vuelta de siete líneas al centro y, sobre todo, el paso de cinco de ellas por San Vicente y la plaza del Ayuntamiento ha hecho que muchos antiguos compradores del mercado hayan vuelto al Central, para alegría y alborozo de los vendedores.

«He visto a gente que hacía años que no veía», decía más feliz que unas castañuelas Merche Puchades, la presidenta de la Asociación de Vendedores del Mercado Central. Aunque esperarán a después de las fechas navideñas para hacer balance, porque esta semana y sobre todo la que viene son de auténtica locura en el centenario edificio, la sensación que tiene ella personalmente es que la gente ha vuelto. «Me dicen que es mucho más cómodo», comenta.

Varios compradores con carrito, en el Mercado Central este miércoles. JESÚS SIGNES

Los compradores ahora tienen dos paradas donde bajarse: la del inicio de la calle San Vicente, casi junto a la esquina con Santa Catalina; y la del cruce entre San Vicente, María Cristina y la plaza del Ayuntamiento. Esta última se llama Lonja-Mercado Central, y a ella peregrinó, también hecha unas castañuelas, la gerente del mercado, Cristina Oliete, el martes. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de compradoras deciden bajar en la primera, porque les deja más cerca. Un paseo por Lope de Vega y Trench les deja en María Cristina, a tiro de piedra del propio mercado. Es un recorrido peatonal ligeramente más corto y, sobre todo, más cómodo para quien va por carrito porque es todo peatonal.

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«Ay, si me quería bajar en la de antes...», dice una mujer que tira de un carrito vacío. En su camino al mercado se cruza con otras personas que empujan vehículos llenos de fruta, verdura o carne y que buscan las paradas para volver a casa. Una de estas personas es José Antonio. Explica que es viudo y que vive en un barrio del norte de Valencia. «Hace muchos años que no venía, pero entre que mi mujer falleció y que no me aclaraba con los buses... ahora cojo el 70 y estoy aquí en un santiamén», dice, y hace un gesto con la mano, como para remarcar lo rápido que llega: en un visto y no visto.

«No, si yo soy vecina de toda la vida», comenta una mujer en una parada de fruta y verdura. «Pero me gusta ver que hay tanta gente, es verdad que parece que hay más que otras semanas, pero antes de Navidad siempre se llena esto», comenta. La afluencia de personas con carritos tanto por la entrada de Ciudad de Brujas como por la de la Lonja es constante, aunque para la segunda haya que ir escaleras arriba con el carrito. «Madre mía, esto está petado», comenta un chaval joven con una mochila que a esta hora de un miércoles con toda probabilidad debería estar en clase. Se pierde entre la muchedumbre que compra o pasea por el mercado.

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En el mercado, los vendedores lo celebran. «Es verdad que hemos visto más gente, pero no sabemos si es por los buses. Pero da gusto ver tantos carritos, mira, ¿ves?», dice Puchades, que señala el pasillo central, donde en un momento dado hay hasta cuatro carritos de la compra. Estos vehículos equivalen a clientes, vecinos. No se ven tanto en verano, cuando los turistas se enseñorean de la céntrica lonja, pero en Navidad las tradiciones están para cumplirlas, incluida, por supuesto, la de comprar en el Mercado Central, donde los vendedores atienden con sonrisas y abrazos. «Hombre, ven que te dé un abrazo, qué contenta estará tu madre de que te quedas aquí», le dicen dos vendedoras a un chaval joven que compra fruta. Una mañana en el Mercado Central es lo más parecido a vivir en un crisol de historias que, ahora, recuperan la de los clientes 'exiliados' por el transbordo de la Porta de la Mar.

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