Ambiente, este viernes, en el mercado de Castilla, que ha perdido un 28% de negocios desde 2015. DamiÁn Torres

«A los mercados nos están dejando morir»

Los vendedores de las plazas con más cierres piden al Ayuntamiento inversión en los inmuebles y más campañas de promoción

RUBÉN GARCÍA BASTIDA

Viernes, 13 de mayo 2022, 23:29

El cierre de los dos últimos puestos del mercado de Benimàmet, con la clausura del inmueble municipal, ha puesto en guardia a muchos de los vendedores de algunas de las plazas de abastos de Valencia que no atraviesan sus mejores años y que temen ... seguir el mismo camino.

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José Enrique, que regenta un puesto de encurtidos en el Mercado de Castilla, donde se ha registrado un descenso del 28% de negocios desde 2015, ve con preocupación el futuro ante la caída de ventas y la «falta de ayuda» para revertir la situación. «Nos están dejando morir», denuncia. «Han cerrado muchos compañeros, y más que vamos a cerrar, porque si esto sigue así, yo tampoco podré aguantar. Tenemos goteras, hay un gran problema con las palomas y muy poco apoyo municipal», lamenta.

Del mismo modo, Carmen Guillot, del mercado de Benicalap, reconoce que la pérdida visible de negocios en la plaza es solo la punta del iceberg. Los que siguen abiertos esconden su propio drama. «La situación es lamentable para todos los que siguen trabajando. Es pésima. Creo que van a caer muchos más».

Guillot, presidenta también de la Unión de Mercados de Valencia, urge al Ayuntamiento a impulsar ayudas: «Yo estoy toda la vida en el pequeño comercio y hay personas que necesitan un apoyo. En lugar de ver cómo les suben las tasas municipales, como hicieron el año pasado, necesitan que se las bajen. Luego te enteras de que a las grandes superficies las subvenciones les vuelan, porque dan empleo, pero al pequeño no se le apoya».

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Su hijo se ha hecho cargo de un bar en el mercado y hay meses en que el dinero no le alcanza para pagar a la persona que tiene contratada y apartar para sí mismo algo parecido a una nómina: «Sigue porque tiene ayuda familiar. En su momento, el bar se defendía bastante bien, pero ahora hay veces que después de pagar, no llega».

Detrás de uno de los mostradores del Mercado de Castilla, Teresa, que lleva cinco años al frente de un negocio de encurtidos, explica que ha sufrido en carne propia el cierre de un puesto. Un día se planteó ampliar y hacerse con otro dedicado a la casquería dentro de la misma instalación. «Creo que no duró ni un año», apunta Jaime Ferrer, presidente de este mercado. «He perdido bastante dinero», reconoce ella, que tiene claro que el problema es «que no hay gente». Ferrer lo ratifica. «Ese es el problema. Hay que buscar una solución. Aquí hay mucha gente que está dudando si seguir o no. Más de la que nos pensamos», aventura. Y su palabra no viene de suposiciones. Es un gran conocedor de la realidad y la evolución del mercado, un comerciante que ha dirigido durante más de 40 años el bar de la plaza y que está habituado a hablar con todos y escuchar sus quejas. «Cuando se paga la cuota del mes, te das cuenta de que ya no hay alegría, porque encima de que estás trabajando como estás trabajando, llega fin de mes y ves lo que te queda».

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«¿Ves esa parada de ahí, la del toldo azul? –cuestiona señalando uno de los cerca de 30 puestos clausurados–. La frutería de enfrente la había cogido para ampliar el negocio y la ha cerrado porque no puede, porque cuesta todo mucho y ha visto que contratar a más gente son más problemas y más gastos y que no salen las cuentas».

Luego hace un extenso repaso entre los últimos cierres. Puede enumerar cuatro sin moverse del sitio: «Este chico de aquí se fue –dice apuntando a un puesto a tres metros de su posición–, este de aquí también, esta chica ha abierto y ha cerrado, que no creo que haya llegado a cumplir un año, y ahí había una frutería que la compró otro chico, y ni abrió».

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Mejorar las instalaciones

Entre las soluciones que proponen los placeros para frenar la caída de ventas, hay varias que se repiten: mejora de las instalaciones, taquillas inteligentes como las que se van a adoptar en el mercado del Cabanyal y más inversión en campañas de promoción de los mercados. Alfonso, un carnicero, que lleva dos años con un puesto en Castilla, echa de menos esa publicidad «en las marquesinas». «Yo no soy partidario de las subvenciones –defiende–. Son pan para hoy y hambre para mañana. Lo que hay que intentar es reforzar el negocio. El Ayuntamiento se gasta el dinero en cosas que no sirven para nada y luego, cosas muy sencillas que se podrían hacer por mejorar los mercados, no se hacen. Aquí, por ejemplo, tenemos una puerta que cuesta mucho abrir y que está al final de una rampa. La clientela es mayor. ¿Qué cuesta poner unas puertas automáticas?».

Julián Tortajada, que tiene una parada de reparación de calzado, destaca, en relación a la elevada edad de muchos de sus clientes, la desaparición de muchos de ellos en la pandemia. «Es otra de las cosas que se han notado. Conocemos varios casos de clientes de toda la vida que han muerto en estos dos años por Covid». Y el relevo generacional se resiste. «Como no abramos por las tardes, no veo que podamos llegar a otro público que por horario acaba yendo a los supermercados».

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Un trabajo duro

Otros mercados, como el de Ruzafa, ofrecen una imagen muy distinta. Alicia García, frutera en esta plaza y coordinadora en Valencia Confemercats, ve buena salud en los negocios de la zona. «Nosotros tenemos bastante ocupación. Cerca del 80%. Depende de mucho del lugar. Aquí la mayoría de los que cierran, lo hacen por jubilación, y enseguida abre otro». Alicia reconoce que hay «unos pocos» que pueden haber cerrado porque no les iba bien, y también sugiere que no todo el mundo está dispuesto a sacar adelante un negocio que exige «tanto sacrificio». «Somos autónomos y esto es muy duro», dice. Tan duro como para que su hora de despertarse sea la hora de acostarse de la mayoría. «Hoy me he levantado de la cama a las doce menos cinco de la noche para ir a esperar que abran el Mercavalencia, porque si no vamos pronto no podemos aparcar en el muelle».

En cualquier caso, la coordinadora de Valencia Confemercats reconoce las ventas están «más bajas» que hace unos años. «Pero no solo en nuestro sector. Con la guerra y las subidas de la luz, y los precios hay mucha incertidumbre».

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En este contexto, la idea deslizada por el edil Carlos Galiana de implantar una exención de la tasa mensual durante dos años en Benimàmet resulta tentadora para comerciantes de otras plazas. «Si lo dan, me voy de aquí», dice uno del mercado de Castilla. Sería la enésima baja.

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