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El campanario de San Bartolomé, repleto de restos de orines. Irene Marsilla
De monumento a urinario en Valencia

De monumento a urinario en Valencia

Crecen las quejas por actitudes incívicas de quien convierten viejas torres o puertas de antiguos hospitales en váteres ya no únicamente en Fallas

Lunes, 13 de mayo 2024, 01:41

Durante las pasadas Fallas, el Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural publicó en redes sociales fotos de hombres orinando en las calles. Hubo hasta quien decidió aliviarse en la fachada de la Catedral de Valencia. El problema es tan acuciante que el Ayuntamiento, ahce ya años, decidió vallar los alrededores de la Lonja para disuadir a quien decidiera convertir la joya del gótico de Pere Compte en el urinario más arquitectónico de la ciudad. Bien, bueno, no es deseable, pero hasta cierto punto se asume que en Fallas se cometen excesos. Se protegen los monumentos y arreglado.

Pero como quiera que, obviamente, las torres, la Lonja, las Covetes de Sant Joan... no pueden estar todo el año valladas, conviene un aumento del civismo de algunas personas. Porque pese a las Fallas la situación se repite. Esta misma semana, sin ir más lejos, la entidad ha alertado de la presencia de orines en el Portal de la Valldigna, en la antigua torre del campanario de San Bartolomé en la plaza de Manises y en la vieja puerta del Hospital en el Jardín de la Cultura de Vázquez Consuegra junto al MuVIM.

«Sabemos diferenciar cuándo es orín de perro y cuándo es de humano porque en este segundo caso está mucho más arriba en la pared», lamentan desde la entidad. En algunos enclaves, como esa vieja torre escondida entre contenedores junto al Palau de la Generalitat, el problema del urinario monumental se ha descontrolado. Los vecinos del entorno del antiguo torreón de la iglesia de San Bartolomé lamentan la situación y el Círculo ha repetido en varias ocasiones que hay que actuar ahí para limpiar la zona.

Suciedad en la puerta del Hospital. Irene Marsilla

Estos problemas también se dan en otros entornos monumentales, aunque quizá de menor importancia, como la puerta del antiguo Hospital General. En el Jardín de la Cultura pernoctan, en ocasiones, personas en situación de sinhogarismo que aprovechan unos jardines interiores ladrillados para descansar lejos de las miradas de quienes pasean por la calle del Hospital o Guillem de Castro. Son ellos, también, quienes orinan en este enclave, tal como comentan en una escuela de estética situada muy cerca. «Los he visto alguna vez, por la noche, cuando salimos tarde, pero me da palo decirles nada», cuenta María, una de las estudiantes del centro.

Este tipo de actitudes están prohibidas. De hecho, causar daño a patrimonio histórico protegido por la Generalitat puede conllevar cuantiosas multas, aunque por regla general los servicios municipales lo limpian y arreglado. Según la ordenanza municiapl de limpieza de Valencia, es motivo de sanción «satisfacer las necesidades fisiológicas sobre la vía pública u otros lugares no habilitados para ello».

Más allá de que quien mea en la calle y, sobre todo, quien lo hace en un monumento es evidente que tiene un problema de falta de civismo, lo cierto es que la clave puede estar en ese apunte de la ordenanza: «Lugares no habilitados». ¿Cuáles son esos lugares? Los urinarios públicos. Y Valencia no tiene demasiados, como ha comentado en alguna ocasión la Defensora del Mayor, Asunción Pérez. El presidente de la Asociación Valenciana de Consumidores y Usuarios (AVACU), Fernando Móner, dice que no sabe si la solución es poner más urinarios, «que es verdad que hay pocos y sería bueno». «Dudo que esos desalmados dejen de hacer lo que han hecho durante los últimos años en determinados eventos», asegura Móner. «Hay que dar recursos, cuando se hace un evento multitudinario, pero lo que falta es un poco de civismo en parte de la población y eso es lo que tenemos que intentar corregir». «Y eso se corrige en edades tempranas y obviamente con muchísima, muchísima didáctica», apunta Móner, y pone un ejemplo gráfico: «Hay muchos contenedores de reciclaje y aún hay gente que sigue sin reciclar».

En Valencia, los urinarios públicos se encuentran en determinados enclaves como el Jardín del Turia o el paseo marítimo. En las distintas peatonalizaciones de años pasados, no ha sido algo que apareciera en los proyectos, pese a que Valencia es una ciudad que tiene cada vez más personas de edad avanzada y, sobre todo, pese al aumento del turismo, que hace que haya mucha más gente por la calle. A más visitantes, más servicios se necesitan. Y los urinarios son, literalmente, un servicio público que queda pendiente en la inmensa mayoría de las calles de Valencia.

El secretario general de la Unión de Consumidores, Vicente Inglada, apunta a que en los monumentos históricos deberían cumplirse las ordenanzas, pero también indica que «es verdad» que en Valencia faltan urinarios públicos. «Habría que buscar alguna solución compatible con el respeto al patrimonio y a monumentos emblemáticos en la que se pudieran colocar baños públicos acordes con el mobiliario y en los que existiera un plan de so y mantenimiento», dice Inglada, que añade que estos urinarios «tendrían que ser de pago y con un cierto control para evitar mal uso».

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