Adiós al 'padre' de la Copa América

Manuel Casanova Safont falleció este jueves a los 87 años tras no superar una afección respiratoria. Reconocido abogado y miembro de una saga familiar arraigada en Valencia, presidió durante 26 años el Real Club Náutico, siendo partícipe de muchos de sus hitos. Y fue uno de los principales responsables de que la 32 edición de la Copa América de vela se celebrara en el puerto de la capital tras poner en contacto al equipo suizo, ganador de la edición anterior, y a las autoridades valencianas. La iglesia de Santo Tomás Apóstol de Valencia acogerá su funeral el lunes a las 20 horas.

Casanova se licenció en Derecho en la Universidad de Deusto y participó en los equipos jurídicos de varias entidades bancarias. También fue consejero de Altos Hornos del Mediterráneo. Fue distinguido por la Orden de San Raimundo de Peñafort por su trayectoria y con la Medalla al Mérito Naval. Al fin y al cabo, además de abogado fue padre, marido y marino. «Crecí en una casa frente a la playa de las Arenas, muy pronto aprendí a nadar en el mar y en la piscina del balneario. En el mar encontramos nuestro origen. El mar es el principio de la vida», explicaba sobre los inicios de esta relación, que le acompañó toda la vida, en una entrevista para LAS PROVINCIAS concedida a Ramón Palomar.

En su juventud participó en competiciones de lanchas rápidas, afición que abandonó tras el fallecimiento de un amigo. Pero no dejó la náutica, más bien al contrario. Con 15 años, en 1946, se hizo socio del pequeño club de Valencia, situado entonces en el puerto y hoy en día en Pinedo. Actualmente es un referente europeo, y Casanova, que accedió a la presidencia en 1982, tuvo gran parte de la culpa.

Uno de sus grandes hitos fue la ampliación de las instalaciones, en la ubicación actual. En 2009, durante una conferencia en el Club de Encuentro Manuel Broseta, explicó que para financiarla vendieron los amarres por anticipado, lo que tuvo gran aceptación. Ayer, la institución lamentó la pérdida y destacó otro de sus proyectos: el trofeo SM la Reina. «El Real Club Náutico de Valencia no sería lo que es hoy sin él», decía el comunicado remitido.

En cuanto a su personalidad, su hija Rocío explicó que Manuel (Manel para sus allegados) era muy familiar -«siempre nos insistía en que estuviéramos juntos»- y positivo -«era la persona más optimista del mundo y decía que todo se podía conseguir»-. Ayer se mostraba agradecida por la cantidad de muestras de cariño recibidas, incluso de amigos ya no suyos, sino de los hijos. «Es algo que nos ha provocado una gran sensación de paz y satisfacción», dijo. Casanova deja siete hijos, diecisiete nietos y al amor de su vida, su mujer Mercedes. En casa guardan todas las banderas de sus barcos, así como los trofeos conseguidos. «Bandera vieja, orgullo de capitán», era una de sus frases preferidas.

Casanova nunca pudo ocultar su afición por la náutica. Llevaba sus llaves enganchadas a una boya -por si se le caían estando en el mar- incluso cuando se movía por tierra. Su pasión le hizo coincidir muchas veces con la Familia Real, ejerciendo de anfitrión durante sus visitas a Valencia. Y también le llevó a conocer a unos regatistas suizos en pleno mar, un encuentro casual que al cabo de los años marcó a la ciudad. Fue la semilla de la que germinó la 32 edición de la Copa América. La actual configuración de la dársena interior del puerto, ganada para el público y los ciudadanos, debe mucho a aquella casualidad. Además, fue el impulsor de la primera embarcación española que, en una edición anterior, participó en esta competición.

La historia de por qué llegó a la ciudad la cita náutica más prestigiosa del mundo también la relató en la entrevista con Palomar. «Yo estaba navegando en California (...) y una tarde los de una embarcación cercana me pidieron ayuda, y fui. Hablando en inglés con una de aquellas personas resultó ser el presidente de la Federación Náutica Suiza (...). Hicimos buenas migas. Por eso, cuando vi que los suizos tenían que organizar la Copa América me acordé de él y le llamé sin dudarlo. Yo quería la Copa América para mi ciudad. Le comenté lo óptimo de nuestro mar y me dijo: «Lo estudiaremos, pero ten en cuenta que hay adversarios poderosos (...). Pero insistí. Más tarde me crucé con Camps y se lo comenté, y todo se puso en marcha». Casanova fue el pegamento que unió a promotores y políticos.

El relato continúa con la visita a la ciudad de la delegación suiza, con Casanova de anfitrión. Quedó recogida en otra entrevista publicada en este periódico, a cargo de Pedro Ortiz. Les acompañó por toda Valencia, incluso en helicóptero. «Era primavera y salió un día de sol glorioso, estaba el cielo radiante. Fuimos al Saler (...), se veía el mar azul, con unas pintitas blancas, y luego fuimos a la parte moderna de Valencia. Estaban entusiasmados», se puede leer tirando de hemeroteca. A continuación acudieron al centro meteorológico, donde pidieron un histórico de datos sobre la intensidad y dirección del viento, así como de la temperatura. «Tenéis el mejor campo de regatas del mundo», le dijeron. El resto es historia. Gracias a la presión de los suizos, Valencia se impuso al resto de sedes en la decisión final. La trigésimo segunda edición fue considerada como la mejor hasta la fecha, ayudó a que la ciudad mirara un poco más hacia su mar y generó un impacto económico y publicitario sin parangón.

Por último, sirve una frase de su hijo Manuel -recogida en la entrevista con Palomar- para definir a su padre. «Para él el mar es la vida. Sus pasiones han sido la náutica y Valencia. Allá donde ha ido siempre ha estado orgulloso de ser valenciano». Su hija Rocío completaba ayer esta reflexión con otra frase típica de Manel: «Decía que en el cielo manda Dios, en la tierra los hombres y en el mar los valencianos».