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José Manuel Gómez tiene una mirada clara tras unas gafas enormes. Se encuentra junto a una sucursal bancaria de una conocida entidad que cerrará esta semana, en el centro de Valencia, muy enfadado. «Es que te piden unas cosas...», va rezongándole a su mujer. Tiene ... 83 años, muy bien llevados, pero reconoce que hay cosas del siglo XXI que se le escapan. Una de ellas es la migración hacia lo digital, un cambio hacia internet al que le fuerzan los bancos, donde cada vez se pueden hacer menos gestiones en las ventanillas.
En muchas sucursales hay trabajadores de lo bancos preparados para ayudar a las personas mayores que acuden a sacar dinero con su cartilla. Antes les bastaba con su DNI, pero ahora, como muchos trámites tienen que hacerlos por el cajero automático, necesitan una contraseña, el PIN de cuatro números que muchos de ellos desconocen.
«Yo nací en la guerra, ¿cómo voy a saber qué es un PIN de esos?», pregunta Gómez. Al final, termina claudicando. «Usamos la fecha de nacimiento de nuestro único hijo», cuenta su esposa, Carmen. «Así no se nos olvidará», dice.
Cada vez son más los mayores que protestan por esta falta de accesibilidad, hasta el punto de que una campaña puesta en marcha por un vecino de Valencia de 78 años llamado Carlos San Juan bajo el lema 'Soy Mayor, no Idiota' ya tiene más de 320.000 firmas en la plataforma Change.org.
La campaña denuncia el «abandono» que sufren muchos mayores que no manejan bien la tecnología y pidiendo «un trato más humano en las sucursales», donde la frase «esto tiene que hacerlo por el cajero» es de las más escuchadas.
La defensora del mayor actual, Susi Pérez, y su predecesor en el cargo, Pepe Pelegrí, han coincidido este jueves en pedir más comprensión a las entidades bancarias. Ella ha explicado que el Consejo Municipal de Personas Mayores ya está en negociaciones con los bancos para conseguir que sean «amables con los mayores». «Son muy receptivos con lo que pedimos, que es una atención más personalizada, que hagan cursos o que entreguen en papel una guía paso a paso de cómo hacer los trámites más utilizados para que los más mayores sepan cómo hacerlo sin necesitar tanta ayuda», comenta Pérez. «Hemos recogido una inquietud de las personas mayores por lo que tienen que padecer por la brecha digital», indica.
Pelegrí, por su parte, pide lo mismo, pero es más vehemente. «El problema que tenemos es que si vas al banco a recoger tu dinero, que tienes ahí depositado, y te mandan al cajero. Hay mucha gente que no tiene ni idea de lo que es el cajero», explica, que asegura que se sienten «como si nos dijeran que somos tontos». «Hay mucha gente que no tiene por qué saber cómo trabajar por internet porque no ha tenido la oportunidad de aprender», comenta Pelegrí, que asegura que le han llegado casos de gente «que quiere enviar dinero a su nieto y no puede». El antiguo defensor del mayor también apunta que le hace gracia que los bancos cobren «incluso para hacer transferencias por internet». «Si el trabajo lo he hecho yo, el dinero es mío y estoy en mi casa, ¿encima nos cobran una comisión?», se pregunta.
Como en la mañana de este jueves en pleno barrio de Arrancapins. O en la zona de Tres Forques. Son dos sucursales de una conocida entidad bancaria que, tras una fusión entre grandes empresas, cerrarán sus puertas este domingo día 23.
Los usuarios tendrán que empezar a trabajar con otra sucursal cercana, lo que no es un problema excepto para decenas de mayores, que están acostumbrados a acudir al mismo sitio durante años y que ahora tienen que, en ocasiones, desplazarse más lejos para, además, efectuar trámites que tienen que hacer ante un cajero, lo que en su opinión deshumaniza la atención que reciben y complica los trámites más sencillos.
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Así piensa Eugenia. Edad, 77 años. Enfado, elevado. Muy elevado, de hecho. «Ahora tengo que decirle a mi hija que venga a casa a ayudarme a hacer las cosas con el móvil. El problema es que me han dicho que me compre un ordenador. ¿Con qué dinero, si cobro una pensión ridícula?», pregunta, muy soliviantada, aunque sin querer decir cuánto gana.
Admite que tendrá que pasarse sí o sí a la banca electrónica de una importante entidad. «Siempre se han ofrecido a ayudarme si vengo con las claves, pero no me da mucha seguridad», confirma.
En total, serán ocho las sucursales de la ciudad que cerrarán esta semana. A una de ellas ella se acercan, libreta en mano, Salvador y una joven que le ayuda en casa llamada Amanda.
«Estoy con la cadera fastidiada porque me la rompí el año pasado, pero tengo que venir sí o sí. Tengo la contraseña escrita en un papel», dice, mientras levanta la cartilla que busca autorizar. «La gente te ayuda, pero antes era mucho más cómodo. Pero bueno, no me quejo mucho», dice Salvador.
Aviso de Caixabank a miles de clientes mayores, jubilados o no digitalizados
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