«No tengo ningún piso por menos de 800 euros»

Lo primero es decidir el presupuesto. La recomendación aceptada por expertos y entidades de crédito establece que no se debe dedicar más del 30% del salario a la vivienda. De este modo, para un salario neto cercano a 1.500 euros mensuales, el alquiler debería rondar los 450 euros. «Imposible», disuade la responsable de otra de las agencias antes de recomendarnos ir directamente a su página web para ver la oferta disponible antes de pedir inmuebles que no existen. «Todo lo que entra se alquila –señala–. Podemos avisarte cuando llegue algo, pero ahora mismo no tengo nada por debajo de 950 euros».

El desequilibrio entre oferta y demanda provoca que los mejores inmuebles se alquilen «casi al instante», previene. «Lo mejor es que vayas mirando cada día, pero por el centro no solemos tener pisos por menos de 800. Eso como mínimo. Si te vas más lejos, puedes tener alguna opción en 700, o quizá algo un poco más barato».

Con estas respuestas acudimos a los grandes portales de anuncios inmobiliarios. La primera búsqueda señala la existencia de menos de 1.800 viviendas en alquiler en toda la ciudad. De ellas, casi un millar cuestan más de mil euros mensuales y cerca del 80% supera los 800.

Con esa aproximación, filtrar las opciones disponibles para localizar inmuebles por 500 euros o menos es un acto de fe. Aparecen únicamente cinco pisos. Los dos más grandes tienen 65 metros cuadrados y una sola habitación. Uno está en Rascanya, en una cuarta planta sin ascensor. «Amueblado», señala el anuncio. Se refiere a un sofá desvencijado sin cojines, una cama y una mesa de comedor 'low cost'.

La segunda opción se ubica en una segunda planta del barrio de la Fuensanta, también sin ascensor. Los azulejos atestiguan al menos cinco décadas de antigüedad y ninguna reforma. La distribución es difícil y tiene poca luz. Sin embargo, las estadísticas del portal inmobiliario revelan que casi 2.700 personas han enviado ya un correo electrónico para interesarse por él. Consideraremos una señal que a ninguna de ellas le haya parecido todavía un lugar adecuado para vivir.

Los otros tres anuncios corresponden a estudios que se mueven entre los 25 y los 36 metros cuadrados. El más pequeño es una quinta altura y tampoco tiene ascensor. Está en el barrio de Orriols. No tiene muebles. No tiene habitación. No tiene comedor. Sí cuenta con un frigorífico, aunque tiene 85 centímetros de altura, lo que levantaría del suelo una tele mediana. Si queremos contactar con el propietario debemos «aportar nóminas y contar con un avalista», advierten.

El único piso en la selección que dispone de ascensor exige otros datos extra. «Indique información sobre usted y exponga los motivos por lo que le interesa para poder contactarle o no», señala. No aclara en virtud de qué detalles se aprobará o se denegará la posibilidad de integrar las filas de los candidatos. En el mercado inmobiliario de Valencia, ya no se elige piso, únicamente se elige inquilino.

En el rango de precios no aparece ninguna vivienda con plaza de garaje. Elevar el presupuesto hasta 600 tampoco arregla este punto ni supone un gran incremento de posibilidades. Únicamente una treintena de propiedades se alquilan bajo este umbral. Una gota para el sediento en un océano de demanda. La mayoría son inmuebles descartables en un primer vistazo. Varios exigen dos meses de fianza y seguro de impago.

En otro ascenso de precios, las primeras cinco viviendas con plaza de garaje en aparecer llegan en la barrera de los 700 euros. Todas las opciones vuelven a contar con una sola habitación.

Aunque hace tiempo que hemos sobrepasado el presupuesto recomendado, decidimos ampliar la búsqueda a 800 euros. Ahí aparece un piso de buen aspecto, con tres habitaciones y dos baños y plaza de garaje. Está en la zona de Nou Moles, perfectamente amueblado y busca inquilino para larga estancia. Las visitas se realizarán únicamente del 6 al 11 de junio. «¡Que no se te adelanten!», dicen. Después de un rato intentando hablar con alguien, concluimos que deben haberse adelantado ya. Nadie responde a siete llamadas al teléfono de contacto, ni al correo electrónico, ni a varios mensajes en el chat habilitado.

Las llamadas para preguntar por otros pisos interesantes encuentran negativas rotundas: «Lo siento, ya tenemos demasiada gente para verlo». En el último intento, llega la hora de probar suerte con una alternativa inexplorada: una inmobiliaria que promete en internet «alquileres asequibles» en la ciudad. Es la única que se atreve. Prometen ponernos en contacto con particulares. Al llamar al teléfono, en cambio, responden que en este momento «hay muy poca cosa» y que «todo se alquila muy rápido. Normalmente en el mismo día». Nos animan a rellenar un formulario con los datos personales en su web. «Así te enviamos un correo con los pisos que vayan entrando y tendrás ventaja para ponerte en contacto con los particulares antes», dicen.

Al acudir a la web se acaba la promesa. Optar a recibir ese correo conlleva el pago de 350 euros por adelantado, sin ninguna garantía de encontrar piso dentro de las características demandadas. Decenas de llamadas y búsquedas después, un varón sin hijos y con trabajo estable estaría empezando a cuestionarse si debe resignarse a compartir piso o a vivir en otra parte.