![Mercado de Castilla: la lucha por no bajar la persiana](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/08/01/1469713891-RpRrcj8jtmpVKQic8BzNLcP-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Pablo Alcaraz
Miércoles, 2 de agosto 2023, 00:41
La puerta principal del mercado de Castilla recibe diariamente a sus visitantes con el lema 'Estamos aquí, en tu barrio'. No hay mejor manera de definir la esencia y la historia de este recinto. Las dos rampas que dan acceso a la puerta principal están ... casi vacías a primera hora de la mañana. Lejos del gran trasiego de masas de gente que entra y sale a todas horas de los espacios comerciales del centro de la ciudad, el protagonista de este reportaje es un buen ejemplo de la lenta, pero imparable decadencia de algunos de los mercados municipales.
En la parte trasera, un ruidoso camión de patatas termina de descargar la mercancía bajo un sol de justicia que provoca que los conductores de los pocos coches que hay en el parking se peleen por aparcar a la sombra. Por suerte, el mercado de Castilla, situado en el barrio de Tres Forques de Valencia, es de los afortunados en los que el sistema de climatización funciona correctamente. Sin embargo, el olvido y la dejadez se hacen palpables cuando se observa cómo la baldosa que preside la entrada principal desde la calle Llombai cuelga del techo. Muchas de estas tejas de la cubierta tienen hilos rojos que evitan que caigan al suelo por el peso de los nidos y las heces de las palomas. Estos animales han tomado toda la ciudad y se pasean de manera recurrente por los pasillos del mercado de Castilla ante los ojos cada vez más acostumbrados de clientes y comerciantes. Pasan las horas y los clientes llegan a cuentagotas.
La vida que se nota en la entrada del mercado es tan solo un espejismo. Una gran cantidad de gente se agolpa frente a dos puestos de frutas y verduras que compiten por atraer a cada cliente. En mitad del pasillo, los potenciales compradores hacen cola en una peculiar sala de espera adornada con bancos y maceteros. Quienes no están fidelizados en ninguna de las tiendas lanzan miradas rápidas a ambos lados para ver en cuál habrá turno antes. Lidia, una vecina de Manises, viene adrede a por las hortalizas de uno de estos estantes porque no ha visto mejor oferta calidad precio en toda Valencia. De repente, un hombre entra con un cerdo preparado para la venta a cuestas camino de la carnicería y se lleva todas las miradas de los presentes.
Fermín es el responsable del puesto de verduras afincado desde hace 30 años en el mercado de Castilla. Mientras apila un puñado de cajas comenta que «desde hace aproximadamente 15 años, el consumo ha cambiado mucho y el gran problema es que no hay cantera», en referencia al cambio que ha experimentado la cultura de consumo de la juventud. «Hace falta más promoción», sentencia. Este comerciante reivindica que los mercados municipales son un servicio público que ofrece el Ayuntamiento a la ciudad y que «a veces parece que interese que sea deficitario».
Al fondo hay un pequeño bar donde el dueño es también el presidente del mercado de Castilla. Jaime Ferrer informa de que acaba de cerrar una nueva pescadería. «No se sabe que está pasando con los peces», reflexiona. Ferrer argumenta de manera irónica que «la gente no podrá ni 'hacerse' un café por culpa de la subida continuada de los precios de la gasolina y las hipotecas».
Una pareja mayor va en busca de pescado fresco por los pasillos laterales del mercado. Una vez llegan a la sección del marisco se encuentran con un pasillo lleno de persianas bajadas, estantes vacíos y luces apagadas. «No hay nadie, está todo cerrado», dice él. «Sí, vámonos», contesta ella. En todo el recinto solo hay dos pescaderías abiertas, una de ellas la de María José.
Esta pescadera lleva 31 años tras el mostrador de su parada en el mercado de Castilla. En todo el recinto hay una decena de comercios de pescado, de los cuales cuatro han echado el cierre por jubilación, uno abrirá mañana y el resto están de vacaciones, según informa María José. «Este trabajo es muy sacrificado, tiene una rutina muy dura y cada vez es más difícil», señala. El día a día de esta pescadera consiste en ir de madrugada a Mercavalencia, donde advierte que cada vez hay menos mercancía de género, llegar a primera hora al mercado para montar su estante y vender el pescado hasta las cuatro de la tarde. Y así todos los días salvo los domingos. «Aquí falta relevo generacional o este oficio desaparecerá», concluye María José.
Carmen vive en el barrio de San Marcelino y viene en autobús para hacer la compra semanal de fruta y verdura. Esta vecina decide comprar en este mercado municipal por la proporción calidad precio de los productos. Al mirar a su alrededor, ella también recuerda que antes estaba todo lleno de gente y todos las paradas estaban abiertas. «Ahora la gente joven no tiene tiempo para venir a los mercados», cuenta mientras mira a su nieta, sentada en el carro.
El pasillo central es un desierto de puestos cerrados en el que solo resiste la tienda de aceitunas y salazón de Ana. Ella, además de propietaria de un negocio, es la secretaria del mercado de Castilla y, junto con el presidente Jaime Ferrer, se encarga de reunirse con otras directivas de mercados municipales y con el Ayuntamiento. Ana cree que la crisis que azota los mercados municipales empezó a mostrar sus primeros síntomas a principios de los años 2000, pero no ha sido hasta ahora cuando se han empezado a ver las consecuencia más graves. Aunque la vendedora defiende que el declive ha sido progresivo, también opina que los últimos cuatro o cinco años han sido los peores: «Esto viene de antes de la pandemia».
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Pablo Alcaraz
Ana explica que cuando ella se jubile su puesto pasará a ser una persiana bajada más al igual que han ido haciendo sus vecinos comerciales. Sus hijas no van a coger el relevo. La secretaria del mercado de Castilla comenta que el gran problema es que la gente joven no va a comprar a los mercados tradicionales. De hecho, sus hijas, cuando pueden, tampoco lo hacen aunque, tal y como confiesa, «ellas mismas notan la diferencia de calidad entre los productos de aquí y los del supermercado».
Las grandes cadenas de distribución y la compraventa online son las grandes depredadoras de los mercados tradicionales. Estos supermercados presentan ventajas competitivas que el comercio local busca paliar con el amparo de la Administración. «También se nos tiene que ayudar a nosotros, no solo a un gran supermercado cuando amenaza con echar gente», protestan desde el gremio de comerciantes del mercado de Castilla. Algunos vendedores manifiestan que es inexplicable que el anterior concejal de Mercados no acudiera a ver el estado de las dependencias de este mercado municipal o a escuchar las demandas de sus trabajadores en cuatro años de legislatura.
El mercado de Castilla lleva más de medio siglo siendo el punto de encuentro entre comerciantes y clientes, todo un lugar neurálgico del barrio de Tres Forques. Hoy en día, este espacio es la viva imagen de lo que han sido los mercados municipales que poco a poco van siendo desplazados por las grades cadenas de distribución que florecen ya a menos de cien metros del propio mercado.
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