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En ese cofre del tesoro que es Ciutat Vella, algunas joyas están más escondidas que otras. Quizá ninguna está tan oculta como la muralla islámica de Valencia, el edificio más antiguo de la ciudad que se puede ver a simple vista, que como un inmenso monstruo del lago Ness muestra su cuerpo sobre el mar en determinados puntos para seguir oculto en todos los demás. En total, casi 2,6 kilómetros de trazado tenía la defensa árabe, pero ahora sólo se ve en la superficie en 23 enclaves. Expertos, vecinos y oposición esperan un plan director que ponga en valor una muralla que tiene mil años de vida y acumula décadas de promesas rotas sobre su recuperación.
Algunos tramos del trazado son muy conocidos sobre todo por los vecinos del Carmen y la Seu, como el pedazo de muralla de la calle Salinas o el torreón de la plaza del Ángel, donde las excavaciones actuales han permitido sacar a la luz una historia magnética, que relata Josep Montesinos, activista vecinal y portavoz de los residentes que viven cerca de la muralla que lleva casi veinte años defendiendo una solución para el parapeto. «Se ha encontrado un enterramiento de gente joven situado en la parte interior de la muralla, que dado que los árabes nunca enterraban dentro de la misma, es de suponer que murieron durante el sitio de Jaume I», explica Montesinos de forma didáctica.
Le gustaría que lo que se está haciendo en la plaza del Ángel, con una excavación municipal, se hiciera en más enclaves de la muralla, que discurría por las actuales calle Salinas o Caballeros. La concejala de Patrimonio Cultural, Glòria Tello, pone en valor el trabajo de las arqueólogas municipales. «Con los trabajos en la plaza del Ángel no solamente pretendemos poner en valor los vestigios más significativos de la muralla que quedan en nuestra ciudad si no que también pretendemos concienciar y difundir esta riqueza patrimonial a través del centro de interpretación y también a través de hacer visitables estas obras, pues sólo enseñando y aprendiendo, podremos lograr amar aquello que tenemos», indica Tello, que admite que esta línea de trabajo «debe proseguir garantizando que a través de la ciencia arqueológica podamos cada vez más, en base al conocimiento de nuestros orígenes, conocernos y querernos mejor».
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Aunque las obras en la plaza del Ángel van retrasadas (debían terminar a principios de verano y no han comenzado ni los trabajos previos del centro de interpretación por retrasos de la empresa adjudicataria), los arqueológicos ya se han hecho y según ha podido saber este diario los técnicos municipales están muy contentos con los restos encontrados, que incluyen también algunos medievales de la posada del Ángel.
Queda, sin embargo, mucha muralla por poner en valor. Esos 23 enclaves registrados por el Consistorio incluyen varias viviendas, comercios y solares privados, incluido el de Salinas, 5, que forma parte de la lista roja del patrimonio de Hispania Nostra desde 2014 por el mal estado del paño y del torreón que se pueden ver desde la calle. César Guardeño, presidente del Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural, insiste en que ellos acumulan varias recomendaciones del Síndic de Greuges sobre el estado de esa zona de paño de la muralla, que se encuentra en muy malas condiciones. «El Ayuntamiento y Cultura se pasan la pelota los unos a los otros y no terminan de ponerse las pilas», comenta Guardeño, que insiste en la necesidad de intervenir cuanto antes en ese solar, pero es propiedad privada y está costando forzar a los dueños a rehabilitar la muralla.
Y es que desde hace varias décadas, los planes urbanísticos para el centro se suceden los unos con los otros sin que nadie haga nada por la muralla. Cabe destacar dos cuestiones respecto a la defensa islámica: primero, que su trazado, aunque muy estudiado (se sabe perfectamente dónde estaban las siete puertas y por dónde pasaba la muralla en sí), yace ahora a unos seis metros de profundidad, y segundo, que mucha de ella desapareció. Como cuenta Javier Domínguez, arquitecto especializado en conversación del patrimonio (una de sus obras es el Caro Hotel, en el Carmen, donde incluyó una torre islámica que apareció en el restaurante del establecimiento), los árabes no utilizaban piedra sino adobe, por lo que es de esperar que mucha de ella desapareciera con el paso de los siglos. «Sin embargo, muchas casas cristianas se construyeron contra la muralla, por lo que se mantienen perfectamente paños de la misma entre edificios», cuenta.
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Ya en 2002, tras el plan RIVA, se decidió poner en marcha un plan rector para recuperar la zona de la muralla más cercana a calles como Salinas, Caballeros, Palomino o Mare Vella, pero casi nada se ha hecho de eso. El grupo municipal popular ha pedido en varias ocasiones al Ayuntamiento un compromiso para proteger la muralla, pero los trabajos van lentos. Mientras tanto, un milenio de historia contempla la ciudad desde los rincones perdidos del Carmen y desde las profundidades de la tierra, donde el relato imperdible de la Balansiya árabe duerme el sueño de los justos a la espera de que se abra esa ventana al pasado.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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