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La pastelería Santa Catalina baja la persiana

La subida de los precios del alquiler ha empujado a los dueños a tomar esta decisión

mar guadalajara

Sábado, 28 de diciembre 2019

Este sábado subía sus persianas por última vez la pastelería de Santa Catalina. El cartel colgado en el escaparate que anunciaba su cierre ha llamado la atención de los clientes y habituales de este conocido rincón de la ciudad. En el día de los Santos Inocentes no es de extrañar que muchos se lo hayan tomado a broma. «Venían preguntando si era verdad y hasta que no hemos empezado a sacar cosas a la calle y a desmontar todo, no se lo creían, hemos recibido llamadas de clientes que querían comprobar que era cierto», comenta una de las dependientas sin poder evitar las lágrimas. «Lo peor ha sido llamar a quienes habían encargado roscones de reyes por adelantado para decirles que no se los vamos a poder hacer ya», añadía.

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Amparo Agustí lleva más de una treintena de años al frente de esta pastelería conocida por sus panquemados y cocas de pasas y nueces. Porque así la llamaban, «la de los panquemaos» incluso antes de que ella tomara las riendas del local. «Esta pastelería vale más por lo que calla, la finca es del año 1920 y ya se hizo con un horno, es historia, incluso anécdotas de la Guerra Civil que se contaban que tenían escondido a un cura y después cómo se transformó todo y lo que hicimos cuando llegamos».

Cuando sólo era una veinteañera Amparo decidió empezar allí su propio negocio. «Mis padres tenían la de Moncada y yo había estado aprendiendo con los anteriores dueños aquí, que además se jubilaban sin que nadie de su familia quisiera continuar», relata con orgullo de ser pionera. «Yo era muy joven y era prácticamente lo primero que hacía, todo el mundo me preguntaba por mi padre porque les extrañaba verme al frente de aquello sola». Antes incluso de aquello, ya tomó parte en la reforma y la decoración que por cuestiones de seguridad y nuevas normas hicieron los anteriores propietarios. Con todas las recetas tradicionales aprendidas, se puso a ello y no defraudó.

«Panquemaos, cocas, empanadillas, merengues, torta de calabaza… la gente venía adrede porque en otras pastelerías no tenían siempre lo más tradicional y nosotros hacíamos los clásicos siempre», explica Amparo que suspira diciendo: «una pena». Ella ha ido viendo cómo poco a poco cerraban negocios históricos que eran «sus vecinos», dice. Pocos han resistido, «la única que queda es la de bisutería y nosotros hasta ahora». La subida de los precios del alquiler comercial les ha empujado a echar el cierre. «No hay control, siempre hay alguien dispuesto a pagar por ello aunque luego no funcione, sólo quedan franquicias que vienen y van, y los precios se han disparado, es muy triste tener que cerrar así», protestaba con la razón que le otorga haber estado «media vida trabajando».

A lo largo de este sábado, muchos han entrado a despedirse. Los más mayores advertían a sus nietos: «la última merienda, no hay otra como esta ya lo verás». Los mostradores han ido quedando vacíos y poco a poco hasta las últimas cocas las regalaban a todo aquel que se entretenía en contar su propia experiencia: «a mi me traía mi abuela después de salir de misa».

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