Un mes después de la tragedia de Campanar, los vecinos tratan de rehacer su vida, tras un periodo en el que han tenido que enfrentarse a duros momentos psicológicos y a numerosos trámites administrativos. El conserje del edificio, Julián García, que se hizo muy ... conocido por haber avisado a muchas personas para que pudieran salvarse, ha podido asimilar con cierta naturalidad todo lo que le ha ocurrido. «Yo no vivía en la finca, así que he podido continuar en mi casa, pero fueron momentos muy difíciles», expresa.
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Admite que estuvo «muy estresado» en aquellos días posteriores al incendio, donde recibió homenajes, habló con el Rey e incluso hizo el saque de honor en Mestalla, pero que pasado el tiempo ahora se encuentra «mejor, más calmado». No ha necesitado una baja laboral pero su empresa le ha dado unos días libres en estas semanas, hasta que encuentra un nuevo destino para trabajar. Mientras tanto ha necesitado, como el resto de afectados, cierta ayuda psicológica. «El día 2 de abril empezaré a trabajar como conserje en otro edificio, aunque todavía no he decidido en cuál, pero será en Valencia, aquí cerca», asegura Julián.
Mantiene contacto constante con los vecinos de Campanar, sobre todo con los reubicados en el edificio de Safranar. «Los veo bastante, he ido con ellos a almorzar y a comer, tengo relación casi diaria con muchos de ellos. Incluso me han invitado a cenar en sus nuevos pisos y siempre les pregunto si necesitan algo», apunta el conserje. «Están afectados, porque tienen que seguir pagando la hipoteca, están en una incertidumbre, a ver qué pasa, no saben el tiempo que van a estar allí. Es muy duro, estar así sin su ropa, sin sus cosas», explica el hombre.
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Julián asegura que los primeros días fueron muy traumáticos. «Han pasado cosas muy gordas, he llorado mucho», indica, pero añade que ha podido descansar bien por las noches después de haber pasado lo peor. «No se me vienen imágenes del incendio a la cabeza afortunadamente», destaca. A mucha gente le hubiera abrumado, incluso sobrepasado el foco mediático que tuvo, al convertirse en protagonista a nivel mundial de la tragedia, con actos oficiales con las autoridades, el Premio Valores Humanos y con apariciones en las televisiones, pero ha podido vivir «con naturalidad» todo aquel proceso. «No me hubiese gustado ir porque fue a causa del incendio, pero entendía que tenía que hacerlo para cumplir con los vecinos y para mostrarles mi apoyo», señala.
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Y uno de los vecinos que ha decidido no vivir en Safranar es Pepe Mas, junto a su esposa, que han elegido el barrio de Beniferri para establecerse de alquiler. «Estar allí en la finca esa con todos los vecinos influye mucho en el aspecto psicológico, porque ves a la misma gente de Campanar y revives todo cada día, no podía», admite. De hecho, su mujer y él tienen secuelas psicológicas. «Estamos con pastillas para dormir, ansiolíticos por el día, no he querido ni ir a ver fallas. Tenemos un estrés post traumático grande. Yo cada noche desenchufo todo lo que hay en la casa, estoy realmente afectado», expresa el hombre.
A sus 67 años Pepe estaba jubilado, por lo que al menos no le ha afectado laboralmente, aunque sí a su mujer. «Ha tenido que coger la baja por depresión, estamos mal», añade. «A mi edad empezar de nuevo no es nada fácil, tienes toda tu casa, tus recuerdos, tus cosas y las pierdes en un momento, es muy duro», asegura. Vivían en la séptima planta, donde hubo un fallecido en el incendio. «Salimos por piernas, estamos vivos de milagro», dice todavía angustiado.
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«Hemos podido hacer muchos trámites gracias a tener tiempo disponible, porque esto no es sólo que se quema una casa y ya está, te cambia la vida. Hay que hacer muchos papeles, todas las cosas básicas que tenemos dejan de funcionar de golpe, dejas de tenerlo y es un palo», comenta Pepe. «Menos mal que yo tenía en el móvil el certificado digital para poder firmar y todo, en vez de tenerlo en el ordenador, y por eso he podido hacer muchas cosas telemáticas», apunta. Acaba de recuperar sus llaves del coche, que necesitó pedirlas a la compañía y todavía no ha podido vaciar su trastero de Campanar. «Hay que pedir permiso porque no hay luz y te tienen que acompañar. Tenía las bicis atadas con candados y no he podido cortar los candados, porque la llave estaba en casa», explica.
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