El río como patio de recreo

Cuando el colegio Sagrado Corazón Vedruna de Valencia se construyó en la calle Muro de Santa Ana a finales del siglo XIX, no había en aquel momento demasiada conciencia de que hicieran falta espacios al aire libre para la educación de los niños. «La letra, con sangre entra», y ese lema regía la educación en los centros escolares, que escondían a los niños tras sus muros de piedra sin mayor posibilidad de ver el sol que a la hora de la salida.

Más de cien años después, no hay pedagogo que obedezca a esta filosofía y que quede libre de críticas. Al contrario, se sabe -y la ciencia lo ha confirmado- que los niños deben pasar tiempo en el exterior, necesitan el juego libre como respirar y un entorno que les permita desarrollar su imaginación. Pero edificios como el que acoge a los alumnos de las Carmelitas, junto a las Torres de Serrano, están protegidos y pocos espacios libres se pueden ganar, así que qué mejor que aprovechar el cauce y que se convierta en el patio de recreo de los niños. O el lugar donde dar clase de Educación Física. Sólo hay que cruzar la calle y aprovechar las mañanas en el río.

Las actividades escolares en el cauce del Turia han ido aumentando con los años y se han multiplicado tras la pandemia con la puesta en valor del tiempo en el exterior con el objetivo de jugar y hacer deporte, sí, pero también con la posibilidad de desarrollar muchas más actividades. Por ejemplo, en el colegio Ave María Penyarroja los niños de Primaria salen a leer al río, mientras que el profesor de Plástica ha decidido que qué mejor que buscar la inspiración en el cauce y dibujar aquello que ven a su alrededor. Algunos días salen a comer y, además, organizan una ruta ciclista por el río en la que participa todo el colegio. No son los únicos. Varios centros escolares, como el colegio Sagrado Corazón de Mislata, aprovechan los carriles bici para preparar salidas a pedales.

Los scouts fue el primer movimiento que entendió la importancia de la naturaleza en el desarrollo de los niños. Por ese motivo, más allá de los campamentos vacacionales, la Federació d'Escoltisme Valencià, que agrupa a 22 agrupaciones en la ciudad de Valencia y más de dos mil niños y voluntarios, organiza cada fin de semana actividades lúdicas en el parque de Cabecera. «Es el lugar perfecto porque no hay carriles reservados para bicis», explica un portavoz de la federación.

En el colegio Trinitarias, ubicado frente al río, Yon Gabarda es profesor de Educación Física y explica cómo intentan aprovechar todas las instalaciones abiertas del río, desde una olimpiada multideporte para los alumnos de Primaria hasta una prueba de orientación en el parque Gulliver, además de convocar una carrera solidaria donde participan más de un millar de personas.

La pandemia ha acelerado las ideas sobre el aprovechamiento de los espacios públicos y ha introducido de una forma más seria la idea de que los niños pasen más tiempo al aire libre. Después de un confinamiento donde los más pequeños fueron los grandes damnificados, que recibieron todas sus clases online, muchos colegios han visto la necesidad en los alumnos de completar su educación en el exterior.

La experta en innovación educativa Heike Freire, en su libro 'Educar en verde', propone precisamente que parte de la educación sea al aire libre, en un movimiento llamado 'outdoor learning', y en el que defiende que la calidad de la enseñanza mejora si se está en contacto con la naturaleza porque fomenta la creatividad y la imaginación en los niños, clave para el aprendizaje. «Más allá de quienes salen a correr o a pasear por el río, el cauce está vacío por las mañanas y aprovecharlo para los alumnos, sobre todo para aquellos que cursan sus estudios en colegios próximos, puede ser muy rentable socialmente».

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