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La historia ha querido alejar a Pinedo de Valencia en contra de una pedanía que no sólo se ha negado sino que ha apostado ... por mantener un fuerte vínculo con la ciudad. Porque aunque la solución a uno de los episodios más traumáticos de la ciudad como fue la 'riuà' de 1957 pasó por la construcción del nuevo cauce que conllevó al derribo de parte de la localidad, sus vecinos sabían que era más que necesario por un motivo mayor. Incluso deshacerse de su querida iglesia y uno de sus barrios era un precio que merecía la pena pagar.
Más de medio siglo después esta pequeña pedanía de menos de 3.000 vecinos emerge entre el nuevo cauce del río Túria, el mar y los campos de arroz del entorno de l'Albufera. Y aunque muchas cosas han cambiado en las últimas décadas sus vecinos siguen bañados de estas esencias y viven de las mismas. En especial del mar ya que hablar de Pinedo es hablar de sus playas y de su paseo marítimo.
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Tal y como relata Cristina Peris, su nueva alcaldesa pedánea, la vida y el turismo transcurren en torno al mismo tanto en verano como en invierno. Allí están gran parte de los restaurantes que son el principal reclamo de Pinedo y donde por norma habitual se sirven unos arroces que no suelen dejar indiferente. Pero el dinero no es un impedimento para disfrutar del paseo ya que cuando comienza a refrescar al caer el sol se sacan mesas y sillas para disfrutar de una buena cena de sobaquillo o simplemente para pasar el rato.
Aunque uno de los extremos del paseo, el pegado al cauce y más cercano al puerto de Valencia, se ha convertido en los últimos años en foco de polémica. La iniciativa tomada en 2016 de dedicar el trozo más escorado al cauce a una playa canina es una bomba de relojería para el vecindario y uno de los temas más recurrentes de debate. Ricardo Atanasio, José Antonio Fallos y Rafael Gómez son tres jubilados que suelen sentarse en un banco muy cercano a la zona y se muestran muy críticos. «Vienen de fuera y muchos guarros dejan que sus perros dejen todo que da vergüenza», señalan.
Por su parte, la alcaldesa pedánea admite que es uno de los temas que quiere abordar. «Estamos a favor de la playa canina pero creemos que sería mejor en otro emplazamiento más alejado», remarca Peris, que sino espera que por lo menos se pueda acotar mejor las zonas o reforzar el servicio de limpieza. Y más cuando la misma playa está a pocos metros de uno de los colegios públicos más prestigiosos y con unas instalaciones más afortunadas a estar a pocos metros del mar, el CEIP de Pinedo.
Más allá del paseo si uno camina en dirección contraria comienza a adentrarse más en lo que podría considerarse el casco urbano con unos vecinos muy activos en asociaciones como el Hogar del Jubilado, comisiones falleras y l'Associació de Corregudes de Joies que se celebran estos días. Tras superar varias calles se llega a la otra arteria de la ciudad, a la carretera que lleva a El Saler. Aquí está l'Alqueria de les Casotes, reconvertida en ayuntamiento pedáneo. Y a pocos metros hacia dentro se erige uno de los iconos de la zona, una de las pocas barracas que queda en pie. Está muy bien conservada y es la sede del restaurante 'La Geniuna'. Además, en su piso superior aún guarda instrumentos para arar el campo desfasados, pero que representan el pasado de una población que aún mantiene algunos agricultores que se niegan a renunciar. Un sentimiento que comparten con los pesqueros, agrupados en dos entidades.
Esta la barraca no es el único vestigio vivo de ese pasado porque el horno Pinedo, inaugurado en la década de los 40, también es todo un emblema. El que comenzó siendo un local en el que únicamente se cocía el pan que traían los vecinos se ha convertido en un referente tras cuatro generaciones de la familia Martínez-Sancho. Su actual gerente, Pilar Mico, tomó las riendas en plena crisis económica al caer el trabajo de arquitectura técnica, carrera en la que se había especializado.
Pero el pan no sólo es protagonista en el horno sino también en locales de la calle donde se han popularizado los almuerzos. El sitio de moda es el bar Marins que, tras ser recomendado por los influencers de 'La ruta dels emorzars', se ha vuelto viral gracias a su bocata de carne de caballo. «Tenemos listas de espera de un mes para almorzar, es una locura», admiten sus propietarios .
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