Ofertas de propiedades, en una inmobiliaria de la calle Antonio Juan del Cabanyal. J. L. Bort

«Con la compra masiva de extranjeros y de inversores, los precios de los pisos en el Cabanyal están imposibles»

Vecinos de toda la vida que quieren volver al barrio y valencianos que quieren recalar en las calles marineras aseguran que están en lista de espera y es imposible conseguir una vivienda

Lola Soriano Pons

Valencia

Jueves, 6 de junio 2024, 00:49

Las listas de espera en las inmobiliarias del Cabanyal y Canyamelar para comprar una vivienda no paran de crecer. Las ofertas entran en cuentagotas y la demanda crece y crece.

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Sólo en cuatro agencias inmobiliarias del barrio hay una lista de espera de unas 600 ... personas y entre ellas está, por ejemplo, Inma Escribano, una valenciana, periodista de profesión, que lleva un año esperando la casa de sus sueños.

«Mucha gente queremos vivir en este bario, pero con la compra masiva de extranjeros y de inversores, para viviendas turísticas, los precios están imposibles. El precio de los pisos en el Cabanyal lo ponen para extranjeros», argumenta.

Y es que muchos dueños de propiedades, sabiendo que el barrio se ha puesto de moda y que hay gran interés de los extranjeros, piden cantidades que son imposibles de asumir por la demanda local.

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Inma detalla que antes vivió en la zona de la avenida del Cid, «terminé mis estudios de Periodismo y estuve cinco años en Madrid, luego con una beca viajé a Noruega, donde conocí a mi marido, que es francés, y a las nueve meses de conocerlo, me dijo que se iba por trabajo a China, que si me iba con él, y hemos estado allí hasta ahora».

Ya con familia, y un segundo hijo en camino, decidió a finales de 2022 regresar a España «y decidimos que queríamos instalarnos en Valencia. Y quería el Cabanyal, cerca de la playa, por ser un barrio que parece un pueblo, con comercio local y una qrquitectura muy interesante».

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Desde el pasado año está buscando tanto solares para construir su hogar, o una casa típica para echar raíces, «pero de un año a ahora se han subido los precios un 30%. Un terreno que valía 190.000 euros ha pasado en seis meses a 250.000 euros. Un piso que valía 130.000 euros ahora vale 180.000 euros y una casa que vimos ha pasado de 280.000 euros a 400.000 euros».

Inma explica que ahora mismo «la oferta que queda en el mercado es de poca calidad, muchas están en mal estado y se precisa de reformas integrales, y el precio por metro cuadrado s eha puesto al mismo nivel que en Chamberí (Madrid)».

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Mientras llega una oportunidad, vive de alquiler en la Patacona, donde reside con su familia y teletrabaja. Como anécdota, detalla que cuando «llamo a preguntar por una casa, lo primero que me preguntan es si soy un inversor, como pagan a precios altos y al contado... En otras inmobiliarias sí he tenido también la experiencia que preguntan si somos una familia, porque quieren mantener el barrio».

Argumenta que ahora mismo el Cabanyal corre el riesgo de la gentrificación, «porque se está turistificando y el comercio de proximidad y la gente del pueblo se está desdibujando y muchas familias quieren instalarse, pero tras la compra masiva de inversores es complicado». Detalla que sigue confiando en que llegará una oportunidad y «si no es así, pues me tocará buscar otro barrio para echar mis raíces». También comenta que una amiga se cansó ya de buscar

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Otro ejemplo lo relata Amparo, una vecina del Cabanyal de toda la vida. Explica que su hermano, que también se ha criado y ha vivido en el barrio «quiere volver al Cabanyal, con su mujer y su hija, y no ha encontrado nada y se ha tenido que ir a otro barrio próximo y está pagando 790 euros de alquiler».

Indica que la «ilusión de mi hermano es estar cerca de la familia y del mar y no hay manera porque los alquileres están intocables». Comenta molesta que antes «se decía que Valencia vivía de espaldas al mar, y ahora resulta que primero se degradó el barrio, ahora vienen inversores a comprar y los están turistificando y los que somos de toda la vida no podemos comprar ni alquilar porque son precios para extranjeros. Eso sí, los autóctonos vamos a aguantar esta presión todo lo que podamos».

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Amparo comenta con cierta incertidumbre que tiene amigas «con hijos ya en edad de casarse y no hay pisos en el barrio para quedarse».

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