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En el paseo de la playa de la Malvarrosa, los restaurantes han empezado a instalar las terrazas. «Mucho ánimo, estamos con vosotros», grita un hombre que corría por el paseo mientras los empleados de uno de los bares trabajan en colocar las mesas.
El dueño les da instrucciones. «Tenemos que agilizar chicos», dice con un metro en la mano comprobando que todo esté correcto. Sin embargo reconoce que existe la incertidumbre y el miedo por que se repitan las imágenes que se vieron la semana pasada en ciudades como Sevilla o Bilbao.
«Aún quedan muchas dudas y está por ver cuánta gente viene, arrancamos en precario con una capacidad limitada y no sabemos lo que puede pasar», explica José Miralles, dueño de La Alegría de la Huerta en la Malvarrosa.
Con tan sólo 16 mesas, con cartas con código QR para la lectura desde el teléfono móvil y sin servilleteros ni vinajeras. Comenta que hoy los valencianos se han volcado y tiene reservas de almuerzos, comidas y hasta por la tarde. «Tendremos afluencia y movimiento gracias a la gente, que no sólo tiene ganas sino que también están siendo muy generosos con nosotros», comenta Miralles.
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En el centro de la ciudad la situación es muy distinta. La actividad en los bares aún no acaba de arrancar. En la Plaza de la Virgen tan sólo en uno de los locales que la rodean se han empezado a disponer las mesas y trabajan en limpiar el mobiliario.
Hay tres mesas llenas en una terraza próxima a la plaza de la Virgen, una imagen que sorprende después del vacío de los últimos meses. «Qué alegría más buena ver una terraza así», espeta un ciclista que pasa junto al local. En Brunch Corner Valencia están sirviendo desayunos desde la 8 de este lunes. La mayoría son clientes habituales que han bajado «con ganas», comenta Natalia, la propietaria.
«Lo más difícil es que la forma de trabajar ha cambiado y ahora debemos interiorizar unos procesos muy distintos a los de antes», explica. El funcionamiento ya no es como antes y la manera de cumplir con las medidas de higiene es el control. «Hemos puesto a una persona supervisora en cada turno para que controle a las demás que están trabajando y que no se pasen por alto nada», asegura.
Las cartas están plastificadas y pegadas sobre las puertas del local, junto a carteles que advierten sobre guardar las distancias y sobre el respeto. «No podemos dejar que se desborde, es nuestra responsabilidad que todo aquel que venga cumpla con con las normas, ahora nuestra misión no es sólo atender lo mejor posible sino intentar que esto no se vaya de las manos, es algo delicado y con lo que hay que tener cuidado», dice convencida Natalia.
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