Las ciudades del siglo XXI se contemplan desde sus calles y a través de las ventanas de las casas que las habitan. Pero no sólo. ... Tal vez no somos demasiado conscientes, pero también hay que posar los ojos en aquello que subyace bajo el asfalto, a lo pies del suelo que pisamos. Allí es donde, como en un libro, está escrita la historia cuyos secretos se encargan de desentrañar los arqueólogos.
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Valencia cuenta con una larga experiencia de dedicación a la pasión por la búsqueda no sólo de secretos, incluso también de algún tesoro. El Servicio de Arqueología Municipal (SIAM) está de enhorabuena, este jueves cuatro de mayo cumple 75 años. Lleva mucho tiempo -desde 1948- dedicado a las piedras, esos restos ante los que es un error pensar que carecen de alma. Son huellas del pasado, de un tiempo y de la gente que lo habitó. Cuentan el relato que responde al cómo fuimos. Rezuman «emociones», como apunta Pepa Pascual, directora del SIAM.
Desde sus inicios el trabajo de los arqueólogos ha permitido rescatar el célebre Mosaico de la Medusa en la calle del Reloj Viejo, la necrópolis romana de la Boatella, el antiguo portal de Ruzafa, el Mausoleo del Camí dels Frares en Orriols e incluso aquellos que entre 1959 y 1960 permitieron en la Plaza de la Virgen la documentación de un edificio monumental correspondiente al antiguo foro romano, entre otros trabajos de interés notable.
Tirar del hilo de la historia, la de Valencia y la del SIAM, de la mano de Pepa Pascual permite descubrir que de esos socavones de los que manan ríos de tinta y quejas más o menos sonadas han salido a la luz secretos, incluso tesoros como el de «los denarios romanos que apareció en la calle Llibertat y que se conserva en las Corts o el tesoro islámico de Santa Elena». A Pepa le cuesta decidir un listado de las intervenciones más destacadas. Para ella todas lo son. LAS PROVINCIAS consigue que señale como gran hito «la recuperación de la Valencia romana en la Almoina». Cita, además, las excavaciones que se llevaron a cabo en el edificio de Les Corts, donde apareció un tramo de la Vía Agusta. La Almoina ha sido el espacio elegido para celebrar la exposición 'tota pedra fa paret' conmemorativa del 75 aniversario, propuesta a la que se añaden jornadas de puertas abiertas en las instalaciones del SIAM entre los días ocho y diecisiete de mayo.
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Qué duda cabe de que la capital del Turia no sería la que es sin su subsuelo y sin los vestigios de un ayer que hoy contemplan admirados propios y extraños cuando al pasear por las calles y visitar los edificios descubren ante su mirada los restos de las murallas o el bellísimo patio del Embajador Vich que conserva el Museo de Bellas Artes.
Los trabajos han sido constantes y con ellos los hallazgos, ya se sabe que quien busca halla. Aun así la directora del SIAM sentencia que «queda mucha Valencia por descubrir» máxime cuando «se tiene en cuenta que no sólo el centro de la ciudad, también todo el término municipal de la ciudad, con la huerta, las alquerías o los molinos» se convierten en objeto de investigación.
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Los arqueólogos no sólo escarban en la tierra para extraer de ellas las piedras y sus relatos. Su trabajo continúa en mesas de estudio donde se llevan a cabo los trabajos de documentación que permiten conocer los detalles de lo visto y analizado. Así se explica que grandes intervenciones como la que décadas levantó la calle General Elio para encontrarse con el Palacio Real o la que en fecha más reciente se llevó a cabo en la plaza de la Reina llevaran finalmente a que esos grandes agujeros en el suelo que tanto asustan o admiran volvieran a cerrarse. «La documentación es lo que queda. Es lo más importante. En ocasiones lo mejor es dejar las cosas como están», afirma la directora del SIAM, que recuerda también que «el Palacio Real no se destruyó».
¿Y si seguimos tirando del hilo? Encontraríamos más, mucho más, tanto que capa a capa alcanzaríamos el calendario del año 138 a.C, la fecha de la fundación de Valentía. A continuación todo lo demás, una sucesión de épocas a cuyo estudio se dedican desde que en 1945 se observó la necesidad de crear el servicio que nació en 1948. La ciudad había emprendido su gran proyecto de transformación, la apertura de la Avenida del Oeste que de la mano del arquitecto Javier Goerlich levantó los cimientos de la Valencia moderna. Los cambios aconsejaban establecer las bases para conjugar el pasado del subsuelo con el presente que se empezaba a asentar sobre un urbanismo de altura.
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Desde entonces el trabajo no se ha detenido. Ha habido momentos más oscuros que otros en lo que a respeto por los edificios y los restos arqueológicos se refiere. «Uno de los periodos más oscuros fue el de los años sesenta y setenta, la época del desarrollismo», apunta Pepa Pascual. Idas y venidas, vaivenes en la manera de contemplar la ciudad que en cualquier caso siempre han de tener en el punto de mira «el equilibrio», ese principio que permita el respeto a la historia mientras se habita el presente para construir el futuro.
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