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El barrio del Botánico de Valencia se está marchitando a pasos agigantados. La puntilla la han dado las nuevas zonas de aparcamiento restringido que ha puesto el Ayuntamiento. Desde el día 1 de marzo están activas las zonas verde, sólo para residentes, y naranja, ... con un precio el doble de caro que la franja azul y que por las noches también es exclusiva para vecinos. Una situación que ha hecho estallar a los comerciantes, que notan ya, en sólo unos días, la pérdida de clientes y que se plantean el despido de empleados e incluso el cierre de algunos negocios.
Hasta tal punto que los comerciantes han convocado para este viernes a las 11 de la mañana una protesta, en la que bajarán las persianas de sus locales durante cinco minutos, cuando harán sonar el ruido de cacerolas y pitos. La mayoría de comercios del Botánico se están uniendo, con carteles que han colocado en la puerta con el lema 'yo también soy residente' y van a formar una asociación, que agrupe a más de 200 negocios de la zona. Piden que el Ayuntamiento les de una tarjeta para que puedan aparcar en la zona, porque van a trabajar a diario y no pueden acceder con su vehículo.
La nueva zona verde de aparcamiento está limitada sólo a los vecinos de la zona que estén empadronados allí, y los comerciantes reclaman que también se les tenga en cuenta, porque ahora cuando van a trabajar tienen que dejar sus vehículos muy lejos o buscarse otros medios de transporte. Pero también afecta especialmente a los clientes, que encuentran muchas trabas para llegar hasta las empresas del barrio. «Aquí viene mucha gente a traer su ordenador, que puede pesar unos siete kilos y es un objeto grande, ¿cómo va a venir, en el autobús, o en taxi y gastarse más dinero?», critica Carlos, propietario de una tienda de informática.
El que está liderando este movimiento reivindicativo de los comerciantes es Ramesh Manghanmal, propietario de un kiosco en Juan de Mena. «Hemos recogido firmas, hemos llamado al Ayuntamiento, pero nos han dicho que no lo van a cambiar. Estamos notando falta de clientes en todos los comercios, el barrio está más vacío porque hay menos paso de gente. No era el momento de poner estas restricciones. Han subido los costes energéticos, estamos peleando con las grandes superficies, y encima ahora nos ahogan al pequeño comercio», asegura.
Las quejas de los comerciantes, que también comparten muchos vecinos, destacan fundamentalmente que estas restricciones de aparcamiento están vaciando el barrio, y por tanto dejándolo sin clientes. Hasta el punto de que muchos empresarios se encuentran muy preocupados y ya se plantean despidos de empleados o incluso el cierre si la situación sigue igual. Ocurre por ejemplo en un taller mecánico de la calle Lepanto. «Llevamos más de 40 años aquí y por culpa de esto lo tenemos vacío. La gente aparcaba y ahora le da miedo por si le multan, o te dicen que no lo deje en zona verde. En muy pocos días ya lo hemos notado mucho. Va a llegar un punto que vamos a tener que cerrar y de hecho tenemos que despedir a un empleado porque han bajado mucho los ingresos. Lo hemos comentado con otros comercios y también les pasa lo mismo, muchos se plantean cerrar», cuentan los propietarios, Francisco y Rafaela.
En una situación similar se encuentra Sonia Castells, propietaria de un restaurante italiano en la calle Borrull, que está indignada y también preocupada. «Nos está afectando ya a la clientela. Ayer mismo se nos fueron dos mesas de cuatro personas cada una porque no pudieron aparcar. La calle está vacía a cualquier hora. No somos el centro, porque allí se mueve mucho turista y tienen clientes por castigo. Pero esto es el extrarradio del centro, si no se puede aparcar, voy a perder muchos clientes, estoy tremendamente preocupada. El 80% de nuestra clientela es gente de Valencia que viene y ahora no puede aparcar, por las noches es imposible», dice Sonia. «Van a matar el barrio, esto es un desastre para todos los comercios. Tengo un montón de gastos de personal, costes y si voy perdiendo clientes porque no pueden dejar el coche, me planteo en poco tiempo irme a otra zona», señala Castells.
Los aparcamientos han dado la estocada a un barrio en el que los comercios están en mal momento. Desde octubre, el mercado de Rojas Clemente ha visto cómo cerraban seis paradas. Y una tienda de violines de la calle Borrull decidió trasladarse a otro barrio cuando se anunció que iban a poner la zona verde, en previsión de lo que iba a pasar. Muchos otros comercios de la zona ya habían cerrado la persiana definitivamente en los últimos meses. Y en las próximas semanas puede que le imite algún otro negocio más. «Los clientes que vienen tienen que pagar a precio de oro el aparcamiento. La gente está muy quemada. Ya está perjudicando a los comercios, algunos están pensando en irse a otras zonas», señala Carmen Medina, propietaria de un local de estética.
Incluso hay trabajadores que también se están planteando buscarse otro empleo, porque les cuesta dinero cada día dejar el coche y también pierden tiempo buscando aparcamiento. «Yo vengo de la Pobla de Farnals y tengo que usar el coche. Paso aquí muchas horas y tengo que poner dinero cada día, es un gasto más», dice Nuria, empleada de un comercio. Un problema que se ceba también con los trabajadores de la hostelería, porque en horario nocturno, la zona naranja se convierte en exclusiva también para residentes. Esto se une a que por las calles del barrio ya no pasan autobuses, y el metro más cercano está lejos. «Han desaparecido las líneas de autobuses que pasaban por aquí, y si encima no vienen coches, esto es un barrio sin nadie. No pasa gente y por las noches no se ve ni un alma», cuenta Carmen, una vecina.
Los problemas de los comerciantes para aparcar les obliga a buscar plazas de garaje, que están subiendo de precio por el aumento de demanda. «Tengo que alquilar un garaje, que me cuesta 120 euros al mes. Al año son 1.500 euros para dejar el coche porque no me dan una tarjeta de residente comerciante de la zona. Aquí venimos a trabajar todos los días, no venimos a tomarnos una cerveza, necesitamos que nos den alguna facilidad para aparcar», dice Carlos, de la tienda de informática.
También ha tenido que buscar garajes Paco Marín, dueño de una fontanería de la calle Botánico. «Mis empleados tienen que aparcar a un kilómetro o más de aquí. Se está convirtiendo en un barrio fantasma, a los comerciantes nos afecta. Vienen representantes y ¿dónde aparcan? La zona naranja es carísima y la azul está llena. Yo tengo dos furgonetas que como no las puedo aparcar, he tenido que alquilar plazas de garaje y para coger el material tenemos que parar un momento y te expones a una multa. Los comerciantes deberíamos tener opción a poder aparcar», expresa.
Además del aparcamiento, otra de las causas que vecinos y comerciantes señalan de que el Botánico se esté marchitando es el incremento de pisos turísticos, muy numerosos en esa zona. «Hay mucha soledad en el barrio, ya no es el trasiego de personas que había antes. Hay muchos pisos turísticos y no hacen vida en el barrio, no son vecinos, son gente que viene y va, turistas. Antes la calle Borrull era muy comercial, había negocios de todo tipo y ahora todo eso ha cambiado, el barrio da una sensación de vacío», dice Dióscoro, un vecino del barrio de toda la vida. De hecho, en algunas calles como Turia hay varios edificios enteros destinados a apartamentos turísticos.
Sergio tiene una tienda de diseño gráfico en el barrio y también sufre estos problemas. «No hay transporte público para los que vienen de fuera. Esta mañana ya se han quejado dos clientes porque no podían aparcar. Hay demasiado apartamento turístico, algunos ilegales y los que los usan, muy pocos consumen en los negocios de aquí. Lo han gestionado muy mal, los comerciantes venimos aquí todos los días y a ver qué hacemos», explica.
Ahora en época de fallas un comercio de indumentaria fallera de la calle Borrull tiene muchos clientes. Algunos paran en zona verde y vigilan desde la tienda que nadie los multe. Otros prefieren ser previsores. «He venido en moto porque ya sabía que está muy complicado para aparcar aquí y porque sólo me llevo una cosa, pero si hubiera tenido que llevarme dos bolsas más de la tienda a ver cómo lo hago», cuenta Daniel.
El propio Ramesh, que está organizando una asociación de comerciantes, expone algunos casos. «Por ejemplo ir a la peluquería o al dentista, si estás dos horas y aparcas en la zona naranja te cuesta casi 7 euros. La gente al final va a optar por ir a otros sitios donde no tenga tantos problemas. Hay calles que se están convirtiendo en un desierto». Su horario de trabajo en el kiosco es más amplio del de la zona naranja, lo que le obliga muchas veces a cerrar un rato su comercio. «Yo abro a las 7, pero hasta las 9 no puedo ocupar la zona naranja, porque es para residentes, y luego tengo que cerrar la persiana a las 7 de la tarde para quitar el coche. Y zona azul hay muy poca, no hay sitios suficientes», lamenta.
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