La noticia de la muerte del arquitecto Ricardo Bofill remite directamente al parque del viejo cauce del Turia, una zona verde clave para la ciudad de la Valencia del siglo XXI, que él comenzó a diseñar. Curiosamente, el proyecto que preparó por encargo ... del Ayuntamiento, lleva una fecha al pie: 15.1.82. Es decir que este sábado se cumplen cuarenta años exactos de la firma de unos bocetos que LAS PROVINCIAS publicó en portada muy pocos días después.
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A lo largo de su prestigiosa carrera internacional, Ricardo Bofill no se ha prodigado en tierras valencianas: entre 1966 y 1968 construyó el complejo Xanadú, de Calpe, y en 1973 los edificios Muralla Roja, de Xàbia, donde dejó su personal impronta, reconocida con declaraciones locales de protección y alabada por toda la crítica especializada. Sin embargo, en la ciudad de Valencia es donde podemos disfrutar de una de sus obras: los dos tramos del parque del Turia lindantes con el Palau de la Música, donde se aprecia su amor por el orden y su neta impronta clasicista.
Conseguida la propiedad del río en 1976, se produjeron las primeras plantaciones de árboles en los años finales de la corporación no democrática; y fue a partir de las primeras elecciones, en 1979, cuando el Ayuntamiento se planteó la necesidad de una ordenación general, dado el habitual caos de ideas, tendencias y propósitos de la opinión pública local. En septiembre de 1981, el alcalde Ricard Pérez Casado propuso a Ricardo Bofill que redactara un proyecto, que estuvo listo ahora hace cuarenta años, en enero de 1982. En la Lonja, miles de valencianos desfilaron ante los dibujos, planos y una enorme maqueta donde se ofrecía la visión general de lo proyectado.
Bofill propuso para nuestro río «un parque simétrico, centrado en las torres de Serranos, como lugar de encuentro. La vegetación será más espesa en los extremos, suavizándose en los ensanches del centro mediante huertos de naranjos y con tratamiento más cuidado en el sector histórico», según dijimos en la reseña de la presentación. El arquitecto proponía opcionalmente, si el Ayuntamiento lo decidía, levantar un polideportivo, dos piscinas cubiertas, un auditorio y un umbráculo «que cumpla el papel del ágora en las ciudades de la antigua Grecia».
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El periódico, y buena parte de la opinión, había mostrado reticencias meses antes de que se conocieran sus ideas. Los recelos profesionales locales ante la llegada de un técnico foráneo no fueron pocos. Se discutía por entonces si debíamos tener un bosque urbano de aspecto silvestre o si había que construir un jardín y hasta insertar instalaciones de uso común. El papel del periódico fue sustancial en el debate: cuando el arquitecto, bien conocido por el cultivo de un ego notable, aceptó y pidió toda suerte de críticas, la línea editorial de esta casa se inclinó por conocer a fondo sus ideas, debatirlas en el palenque público, y dar una oportunidad a un proyecto que pretendía dar unidad a todo el parque, con líneas clásicas y de inspiración mediterránea.
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No obstante, el Ayuntamiento tomó sus propias decisiones y, en febrero de 1985 encargó las obras de dos tramos, el llamado de Vetges-Tu, por una parte, y las zonas 10 y 11, que se encargaron al taller de Bofill. El primero levantó una formidable polémica: la crítica del periódico ante el exceso de cemento prendió pronto en la opinión, sin que hubiera en el municipio corrección. Las obras, interrumpidas, no concluyeron hasta el año 1990.
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Sin embargo, los trabajos encomendados a Bofill se iniciaron en febrero de 1986 y fueron visitadas en noviembre por los Reyes, al cumplirse los diez años de la donación a la ciudad del lecho del Turia. El gran estanque, las pérgolas clasicistas, las hileras de palmeras estuvieron dispuestas en junio de 1987, apenas dos meses después de la inauguración del Palau de la Música. Y pronto cobraron el afecto estético de los valencianos, que recelaban, sin embargo, de las excéntricas vanguardias del tramo de Campanar.
El orden global, la simetría que pretendió Bofill, no llegó a ser realidad en el parque, de diez kilómetros de longitud. En 2022 podemos comprobar que la variedad de conceptos prevalece sobre la uniformidad, quizá para caracterizar mejor a nuestro pueblo. También es evidente que en el Turia hay muchas más edificaciones, y de mucha menor calidad, que las que él propuso. Con todo, los 135.000 metros cuadrados que llevan su firma son el segmento más apreciable. Y mueve a nostalgia pensar que la fecha y firma de su proyecto valenciano la estampó este sábado hace 40 años, el día en que será despedido como el gran arquitecto que fue.
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