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El mar sigue sin estar en calma para los pescadores de Valencia y su futuro cada vez se ve más negro. Varios años de diferencia marcan el drástico cambio de la situación de los pescadores de la ciudad. Alrededor de cien barcos atracaban antiguamente en el puerto de Valencia antes de que tuviesen que trasladarse en 2007 por la Copa América y perdiesen la que había sido su casa durante toda la vida.
Ahora esa estampa es muy distinta. Seis barcos y un total de 30 marineros son los que siguen luchando por sobrevivir a la situación actual. «Esto se acaba. No por culpa nuestra, sino por culpa del Gobierno que nos tiene abandonados», explica Salvador Caballer, expresidente de la Cofradía de Pescadores y dueño de la embarcación Milvomar.
Todos los días zarpan alrededor de las cinco de la mañana y vuelven al puerto cerca de las cuatro de la tarde. Más de once horas de trabajo que no salen rentables a los marineros. «Antiguamente teníamos 800 euros de gasto semanal. Ahora hablamos de 3.000 euros fijos con la seguridad social, el precio del gasoil y los demás gastos», explica Salvador. Un oficio tan honrado como inestable, y es que nunca se sabe lo que vas a cobrar. «Cuando superas el precio de los gastos empiezas a respirar porque lo que queda ya es limpio. Ese dinero ya es para llevarlo a casa», se lamenta Salvador Caballer.
Que los pescadores tienen los días contados es una realidad que temen y sufren estos trabajadores. Una profesión que esconde miles de historias y generaciones detrás. Un oficio que siempre ha pasado de padres a hijos. «Es pasión lo que siento por el mar, Pero ahora soy yo el que se ve obligado a acabar con esta cadena por el bien de mis hijos. Esto no tiene ningún futuro. No quiero esta vida para ellos», cuenta Salvador con la voz quebrante sabiendo que no va a poder cumplir la promesa que le hizo a su padre.
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A las cinco de la tarde se ve aparecer a lo lejos el último barco. Por el rostro cansado y triste de los tripulantes todo indica a que hoy tampoco ha sido un buen día de pesca. «Otro día más que no nos ha salido rentable salir a la mar», comenta uno de los marineros mientras descarga las cajas del pescado que han capturado y lo deja en la cinta de la Lonja para su posterior venta.
Una cinta transportadora divide el edifico de la Cofradía en dos. Ahora que ya ha llegado el último barco, la subasta da comienzo. Un total de quince personas entre mayoristas, pescadores y dueños de restaurantes observan detenidamente el género y están al tanto para conseguirlo al mejor precio. Al otro lado de la cinta, tres trabajadores retiran el pescado ya vendido.
A las puertas de la Cofradía esperan todos los marineros a que termine la subasta cansados de ver cómo otras personas salen beneficiadas de su trabajo mientras ellos se arruinan. «El pescado lo compran aquí a un precio y luego ellos lo multiplican», cuenta Vicente, uno de los marineros. El hombre asegura que a la vida de los pescadores les quedará como mucho dos o tres generaciones. «En 20 o 30 años esto ya habrá desaparecido», opina.
La esperanza desaparece entre los pescadores y denuncian el olvido por parte del Gobierno. «Nos tiraron de nuestra Cofradía de toda la vida y llevamos aquí 15 años de forma provisional. Fíjate la Cofradía que tenemos, es una vergüenza», lamenta Salvador. Algo con lo que está de acuerdo Vicente: «Nosotros molestamos. Están deseando que nos vayamos de aquí. Nos quieren tirar, pero no pueden y lo que buscan es que nos vayamos nosotros mismos», opina el marinero.
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Actualmente cuentan con unas ayudas por parte del Gobierno que lejos de beneficiarles les causa más problemas y gastos. «El Gobierno nos ha puesto unas medidas y una sola sanción de pesca te quita todo el derecho a cobrar ayudas. Ahora hay un barco en la mar de inspectores y buscan cualquier tontería para multarnos», explica uno de los pescadores.
La Cofradía de Pescadores ha perdido ya un 25% de embarcaciones con respecto a 2019 y cada año un total de seis barcos terminan por desaparecer en el desguace. «No hay ganancias. El pez aquí cada vez es más barato y luego te vas al mercado y vale el doble», explica Mohamed Chatar, Marinero profesional del puerto de Valencia. Mohamed trabaja once horas de lunes a viernes como todos sus compañeros y cuenta que hay semanas en las que sólo han ganado 50 euros. «Lo que beneficia y da de comer a los marineros es el rancho. Esto nos ayuda a sobrevivir», explica Mohamed.
El marinero más joven tiene 23 años. El chico se muestra esperanzador y confía en que la situación cambie con el paso del tiempo. Por el contrario, sus compañeros intentan abrirle los ojos y le invitan a que busque otra profesión que le permita tener un futuro más estable y seguro.
«A la Cofradía de Pescadores de Valencia como sigan sin considerarla como puerto pesquero le queda nada. Que nos vayamos nosotros poco a poco y arruinados», explica Salvador.
Durante los últimos meses la situación ha empeorado debido a la actual crisis del cambio climático. «Antes había mucho más pescado, ahora con el cambio climático, la temperatura del agua y toda la basura que se acumula en el mar cada vez hay menos peces», indica Mohamed.
A las seis y media de la tarde, la gente desaparece del rancho y los pescadores se despiden hasta dentro de unas horas con la esperanza de que el día siguiente la suerte y el tiempo estén de su parte y puedan llevar dinero a casa. Esta es una realidad que merece ser contada de la situación que viven actualmente los pescadores de La Marina.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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