![Valencianas con la enfermedad de Sara Carbonero: «Cuando te detectan el cáncer no tienes otra opción que luchar»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/12/07/1487817432-kDRD-RLv07enKGgC4ZpvWvlzy1dJ-1200x840@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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A 400 mujeres valencianas les cambia la vida cada año. Es la cifra de mujeres a las que se les diagnostican cáncer de ovario en la Comunitat. No es de los más comunes. De hecho, de tipo ginecológico es el segundo más frecuente. Según el doctor Ignacio Romero, médico adjunto del servicio de oncología médica del Instituto Valenciano de Oncología (IVO), el número de casos representa menos del 5% de diagnósticos de tumores femeninos. Los nuevos casos ascienden 4.000 al año, siendo Sara Carbonero la cara más popular en visibilizar este tipo de cáncer.
Amparo Sorlí es una de esas valencianas a las que el cáncer le cambió la vida. Además, dos veces. Tiene 47 años, marido y dos hijos que han vivido de cerca lo que es enfrentarse al cáncer, pero también lo que es luchar incansablemente para vencerle, tomando como ejemplo a su madre. No siempre ha sido fácil: «Ves la muerte muy cerca, yo pienso que no me voy a hacer mayor». Relata cómo, cuando la operaron, se dio cuenta de que «podía ser el final». «Piensas que a lo mejor te queda poco tiempo de vida, que no vas a ver crecer a tus hijos». Fue en 2017 cuando el cáncer de ovario llegó a su vida. Le tocaba luchar, pero por segunda vez. Años atrás, en 2011, ya tuvo una primera batalla. En aquella ocasión, con el cáncer de mama. Lo superó, y tal como nos cuenta: «Cuando por fin veía la luz y estaba levantando cabeza, llegó de nuevo». Consiguió curarse del primero, y del segundo no quiere cantar victoria: «Ahora no tengo nada, que yo sepa, pero en un futuro no se sabe, soy una paciente crónica para siempre». Algo así dijo Carbonero hace unos días: «Voy a ser una paciente oncológica toda mi vida».
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«Me siento súper identificada con todo lo que dijo, creo que hacen falta muchos ejemplos como ella», cuenta Amparo. Y hace una reflexión: «Mucha gente me dice que qué fuerte soy, pero no es eso, es que no tienes más remedio que afrontar la situación. No tienes ganas de luchar pero no tienes otra opción». A Amparo, el cáncer también le ha cambiado el humor, y no precisamente hacia uno positivista: «Yo antes era una persona que valoraba bastante las cosas pequeñas, que no necesitaba nada para ser feliz». Después de superar dos diagnósticos de cáncer, explica que se siente «enfadada con el mundo». Pero aunque ella se sienta así, procura que quienes la rodean estén tranquilos: «No les quiero dar la paliza ni a mis hijos ni a mis padres, digo que estoy bien porque no quiero que nadie se preocupe». Esto llega al punto de que sus padres «no saben de la misa la mitad», porque para Amparo también es muy importante la salud de ellos y no quiere que se preocupen. Pero esto no significa que su familia no le apoye o no sea partícipe de esta lucha, porque su marido es con quien se ha podido «desahogar».
¿Qué es realmente el cáncer de ovario? Es un tumor que se forma a partir de la transformación maligna de las células que recubren el aparato reproductor femenino, tanto el ovario como las trompas. A diferencia de otros tipos, el de ovario no contempla ningún factor de riesgo asociado de forma directa, simplemente se trata de cuestiones como la edad o la maternidad, pues las mujeres que no han tenido hijos son más propensas a pasar por este cáncer. Según el doctor Romero «solo un 2% de los casos son atribuibles a la obesidad, y un 20% a una alteración genética en los genes asociados como el BRCA1 y BRCA2». Sobre este pequeño porcentaje, un 2%, que el doctor Romero relaciona con la obesidad, este también recuerda «la importancia de reducirla para mejorar nuestra cotidianeidad».
Amparo también padece la enfermedad de Crohn, por lo que sufre muchos problemas abdominales. Precisamente descubrió que tenía cáncer de ovario porque empezó a notar dolores en el abdomen: «Al principio no le di mucha importancia, pero un día me detecté un ganglio en la ingle y fui al ginecólogo». Recuerda ese momento como algo «horroroso»: «Me costó mucho asimilarlo, mucho más que la primera vez». Algunos de los síntomas o sensaciones que las mujeres identifican y que les hacen alertarse, el doctor Romero destaca: «El dolor o molestias abdominales generales, sensación de plenitud, náuseas, diarrea, estreñimiento o micción frecuente. También la pérdida o ganancia de peso inexplicado, y en ocasiones hemorragia vaginal anómala». Es precisamente por culpa de la complejidad de estos síntomas, que pueden deberse a infinidad de factores, que «suelen afectar a los órganos ginecológicos y al abdomen» la razón por la que «el diagnóstico suele demorarse unos meses».
Aunque siempre se debería estar alerta, la atención para detectar este tipo de situaciones debería aumentar conforme pasan los años, pues el riesgo de desarrollar tanto el cáncer de ovario como cualquier otro tipo se incrementa con la edad. «La mayor parte de los casos suele diagnosticarse entre los 50 y los 75 años», argumenta el doctor Romero. Y añade: «La media está en los 63 años, y solo uno de cada diez casos es por una edad menor a los 45 años». Además, revela que la ciencia no está de brazos cruzados, sino que «desde hace más de una década se están realizando estudios para determinar si hay personas que tengan una mutación que predisponga a desarrollar cáncer de ovario para ofrecerles la mejor forma de diagnóstico precoz».
Aunque sea algo desconocido, el cáncer de ovario no es para nada inofensivo: «Tiene al menos el doble de letalidad que el cáncer de mama», expone el doctor Romero. Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), de cada 4.000 nuevos casos de cáncer de ovario, el 50% resultan letales, mientras que de mama es el 20% de cada 32.000 casos. Eso sí, explica que «cada caso es muy distinto». Además, este dato no debe ser desalentador, pues «se está observando en las últimas décadas un aumento de la supervivencia». Conseguir curarse es más sencillo si este tipo de cáncer se detecta en una fase temprana. Es en los primeros momentos cuando la tasa de curación se encuentra cerca ce un 90%. El problema: no existen formas de detectarlo de manera precoz, únicamente las revisiones ginecológicas habituales.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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