Agricultores critican que los mercadillos agrarios se abran a otros productos

Son cuatro mercados agrícolas que se harán de forma semanal en Benimaclet, junto al mercado de Colón, en Malilla y en Castellar. Lo que el Ayuntamiento, a través de la concejalía de Agricultura y el Consell Agrari, prometió es que fueran agricultores vendiendo directamente sus productos al público. Acaban de abrir la fase de convocatoria para optar a las paradas y el sector critica que a estos puestos no protegen al agricultor, sino que permiten el acceso a intermediarios y a productores de otros alimentos que no tienen nada de local, ni de proximidad.

Es una excepción dentro de las bases publicadas la que abre la puerta y contempla la posibilidad de que el producto «no sea de elaboración o producción propia», así lo dice en el texto, porque estos mercados también permitirán la venta de productos alimentarios, plantas medicinales, venta de plantel y hasta herramientas relacionadas con la actividad primaria y utensilios de cocina. Será justo en estos casos cuando se de más manga ancha. «Pero entonces no es un mercado de la huerta, es un circo», comenta Jaume Valls representante de la Asociación Valenciana de Agricultores, AVA-ASAJA, en el Consell Agrari de Valencia. Él, que ha asistido a las reuniones en las que se acordaron los términos de estos mercados, reconoce que hay un sector más crítico con esta iniciativa y con cómo se ha llevado a cabo.

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«Dijeron que lo único que se iba a vender era productos de proximidad y de la huerta y ahora resulta que no, me parece una aberración que se hable de venta de café, de chocolate, cacao o galletas, para potenciar la huerta de Valencia», añade. Desde la Asociación de Agricultores apoyan que se abra un canal de comercialización «complementario o alternativo para los productores, para vender directamente sus cosechas a unos precios dignos», comentan en un comunicado. Sin embargo, reclaman las medidas necesarias sobre trazabilidad y transparencia para garantizar que son los agricultores, los productores habituales de la huerta, quienes se beneficien de esta iniciativa a través de la venta directa de su propia producción.

«Lo que no se entiende es que se puedan vender productos que no son de la huerta y tampoco se entiende que a estos puestos pueda acceder alguien con una simple declaración jurada de que lo que vende es suyo, sin que se haya hecho trazabilidad del producto, porque puede ser robado, puede estar envenenando a la gente, igual es un intermediario y tampoco saber de dónde lo ha sacado, y eso con una declaración jurada puedes hacerlo en este caso», explica Valls.

Además, entre otro de los requisitos generales está el que todas las personas que tengan que ejercer la venta tienen que poder demostrar «haber hecho los cursos de formación en materia de higiene alimentaria que las capacite para ejercer la actividad de venta».

Lo cierto es que la mayoría de puestos están dedicados a los productos frescos, como verduras, hortalizas, o fruta de temporada, pero también se podrán vender derivados animales, como carne, embutidos, huevos, leche, miel, quesos y otros productos de elaboración vegetal como aceites, adobados mermeladas, conservas, y hasta cremas vegetales o cosméticos, frutos secos y fruta deshidratada, bebidas espirituosas artesanales, y productos de comercio justo como el café, el cacao, galletas, cereales o azúcar.