MARC ESCRIBANO
Valencia
Viernes, 2 de diciembre 2022, 00:33
Sacar dinero en un cajero, esa acción que para algunos es común y corriente, se convierte en una odisea para otros que no tienen la fortuna de vivir en las calles más concurridas de la ciudad de Valencia. Este es el caso de los ... vecinos de las pedanías que conforman el distrito de Pobles del Nord.
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Una situación que alarma y mucho a los habitantes de las poblaciones de Benifaraig, Poble Nou, Carpesa, Casas de Bárcena, Mahuella, Tauladella, Rafalell-Vistabella, Massarrojos y Borbotó, que deben movilizarse en exceso para acudir a realizar sus trámites bancarios debido a la desaparición y cierre de las pocas oficinas que poseían en los últimos años. Municipios cercanos como Tavernes Blanques, Moncada, Alfara del Patriarca o la misma Valencia son sus destinos por obligación, con trayectos de entre quince minutos y una hora de por medio, que teniendo en cuenta que la mayoría de sus habitantes son de avanzada edad, refleja el abandono que reciben por parte de la administración y las entidades financieras.
En Borbotó recientemente se instaló un cajero automático de CaixaBank en el interior del centro de actividades de personas mayores. «Aquí hay un cajero ahora y da gracias, aunque es sólo para sacar dinero con tarjeta, ni libreta ni nada. Encima cada dos por tres no funciona, nos habrán colocado uno antiguo que les sobraba por ahí. Además hay que ceñirse al horario del local, que si cierra esto a las siete de la tarde se acabó, ya no hay cajero. Tendría que estar fuera de cara a la calle, porque si vienes cuando esto está cerrado no lo puedes usar. Sólo podemos sacar dinero a determinadas horas. Aquí teníamos una oficina de Bancaixa pero la quitaron ya hace siete u ocho años. Este cajero llevará tres meses puesto y unos dos estropeado. Ese es el servicio que tenemos. Y aquí el que no sea de este banco le cobran comisión por usarlo. Es lo que hay, los jóvenes nos movemos con coche a Valencia pero la gente mayor no puede hacer nada», cuenta una vecina.
Estas personas se sienten desatendidas por parte de la administración, que apenas les brinda servicios de primera necesidad y deben moverse a la ciudad para realizar sus gestiones, cosa que se complica más todavía para los más mayores que no se valen por sí mismos. «Sólo nos atienden cuando vienen las elecciones. Estamos olvidados y desprotegidos, vivimos bien tranquilos pero hay que desplazarse para todo. Aquí vive gente muy mayor que ya ir andando a coger el bus o los que van en silla de ruedas se le complica, es una odisea. La juventud dentro de lo que cabe vive bien aquí porque se mueve con el coche. Depende del banco, pero la mayoría van a Valencia a la Avenida de Juan XXIII con el coche o el bus y tardas casi media hora, y luego la vuelta a casa. Y desde donde te deja el bus hasta ir al banco otra caminata. Otros van a Moncada o Alfara que está más cerquita, porque en todas las pedanías han quitado los bancos», afirma otra vecina de la pedanía situada entre la huerta del norte de la ciudad.
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La brecha digital que se ha abierto en la última década está afectando especialmente a estas poblaciones, cuyos habitantes son de avanzada edad y no tienen la facilidad tecnológica de las nuevas generaciones. Muchos trámites bancarios se realizan ahora a través del móvil o el ordenador y esto es una barrera inquebrantable para muchas personas, que siguen prefiriendo la atención personalizada en una oficina bancaria. «La gente mayor sigue funcionando con la cartilla, no se aclaran con la tecnología y lo de mirar la cuenta en el móvil. Les gusta verlo en la libreta, porque no se fían, se quedan más tranquilos. Su mayor preocupación es ver que no les quiten la pensión. El que no tiene hijos o estos no le hacen caso está perdido, necesitan al final que sus familiares les acerquen al banco. Aquí hicieron una charla a los jubilados hace poco pero no sé yo si sirvió de mucho. Los bancos se están pasando con la gente mayor, que al final son los que más utilizan los bancos. Encima no les quieren atender si van sin avisar. Hay que pedir cita previa y claro es un jaleo. Por no hablar de que les cobran comisiones por mantener la cuenta abierta», denuncia una habitante de Borbotó.
En la pedanía cercana de Carpesa la situación es similar. Únicamente existe una oficina de Cajamar, la cual abre sólo los martes y los viernes de 8:30 a 14:00, cosa que limita y mucho su funcionalidad. «Para ir al banco hay que ir a Tavernes Blanques, Bonrepós y Mirambell o Valencia, porque este no es mi banco y si saco dinero aquí en este cajero me cobran comisión. La oficina esta llevará ahí cinco o seis años, antes ni había. Tengo tarjeta de crédito también pero me aclaro más con la cartilla, y en el cajero no la puedes usar, así está la cosa. Encima si trabajas por la mañana no puedes venir, siempre está cerrado», relata un vecino de Carpesa. Una situación a la que ya se han acostumbrado sabiendo que no se va a remediar los más de 6.000 habitantes del distrito de Pobles del Nord, que viven sabiendo que están olvidados.
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