Urgente La juez de la dana imputa a la exconsellera Pradas y al exsecretario autonómico Argüeso

Ver 16 fotos

Un edificio en Ciutat Vella donde conviven vecinos y turistas. Irene Marsilla

Residir en Ciutat Vella: «Sientes que vives en una zona hotelera, ya no hay esencia de barrio»

Algunos vecinos comparten rellano sólo con turistas y otros se han puesto doble cerradura en sus puertas ante el incesante goteo de extranjeros

Patricia Orduna

Valencia

Viernes, 2 de agosto 2024, 00:26

Los vecinos de Ciutat Vella viven sumergidos en un ambiente turístico durante todo el año. La convivencia puerta con puerta con turistas es algo ya ... habitual en la mayoría de los edificios, esos que llevan en el barrio toda la vida y que, aunque se han ido adaptando a los cambios, mantienen su esencia de toda la vida. En pleno agosto, el trajín de maletas, mapas y personas hablando en varios idiomas es todavía mayor. Fincas reformadas y dedicadas al turismo, otras en las que cada vez entran más viajeros y algunas pocas que se resisten a esta situación. LAS PROVINCIAS ha podido hablar con algunos residentes que se ven cada vez más acorralados por este turismo. Como asegura Paula, vecina de la zona: «Viviendo ahora en Ciutat Vella sientes que estás en una zona hotelera, ya no hay esencia de barrio».

Publicidad

El turismo se ha multiplicado en Valencia: hoteles, hostales, apartamentos, pisos... La ciudad se ha plagado de edificaciones nuevas y otras ya levantadas que se han adaptado para dar servicio a la alta demanda. Esto ha ocurrido por toda la ciudad, aunque lo ha hecho con más fuerza en los barrios más turísticos, que son los más céntricos. Es el caso, por ejemplo, de Ciutat Vella, la 'zona cero' de los apartamentos tanto legales como ilegales en Valencia. Para intentar controlar esta situación, el Ayuntamiento aprobó el pasado mes de junio una iniciativa para frenar nuevas licencias, una medida que frenaría el auge pero no acabaría con las cerca de 19.000 viviendas turísticas que llenan actualmente los barrios.

Paula ya compara su barrio con una «zona hotelera». Pasea durante una mañana de agosto por la calle Tejedores. Tiene 25 años y reside con sus padres en un piso que antes perteneció a sus abuelos, por lo que El Carmen siempre ha estado presente en su familia. Esta historia se repite en el caso de muchos vecinos de la zona, aunque cada vez es más complicado encontrarlos, pues son muchos los turistas que desembarcan en el barrio. Cuenta cómo «afortunadamente» en su edificio todos los residentes son propietarios. Aunque a ella no le toque experimentar tan de cerca la convivencia con los turistas, afirma que el barrio está viviendo una «situación complicada»: «Cada vez que sales de casa te cruzas con turistas y no con vecinos, y no es agradable».

Por la calle Ensendra pasean dos vecinas de avanzada edad. Son madre e hija y, al igual que Paula, también llevan toda la vida viviendo en Ciutat Vella. Están volviendo a casa mientras a su paso se cruzan con varios grupos de turistas. Aliviadas (aunque no mucho) celebran que «de momento» no tienen muchos pisos turísticos en su finca: «Tenemos algunos, pero estamos intentando frenarlos». Saben que en otros edificios la situación es diferente, e incluso son íntegramente de alquiler turístico, y aseguran que es el caso del edificio que tienen frente a su balcón.

Publicidad

Algo parecido relatan Manolo y Loli, un matrimonio de mediana edad que está asomado a la terraza. Desde su casa, un primer piso en la calle Murillo, cuentan cómo «gracias a Dios» no tienen viajeros en su edificio: «Somos cuatro vecinos y ninguno es turista». Viven en una finca de pocas alturas, tres concretamente, un edificio del barrio de toda la vida. Ellos tienen suerte, porque aseguran que la construcción de al lado es íntegramente de uso turístico. Al mirarla, esta tiene todas las ventanas iguales, misma apariencia y, en el portal, un sistema para entrar al rellano con código. Un grupo de personas sale con maletas. Al poco tiempo, una mujer que habla por teléfono en inglés se dispone a entrar. Está preguntando sobre la consigna de equipajes, por lo que es otra turista.

Esta situación se extiende por todo el barrio. En la calle San Dionisio vive Cristina. Lo hace desde que nació, primero junto a sus padres y hermano y ahora como propietaria del inmueble. Después de 40 años viviendo ahí, se está planteando «vender el piso y huir del barrio». Su edificio tiene tres puertas por altura. De las tres que están en el primero, dos son viviendas turísticas y solamente ella es residente. Cuenta su calvario: «Montan fiestas, suben y bajan de madrugada gritando por las escaleras, incluso tocando la alarma del ascensor y no dejan dormir a los vecinos». Además, relata cómo este «caos» afecta a la seguridad de la finca: «El portal siempre está abierto, llaman a nuestra puerta e incluso intentan abrirla porque se equivocan de piso». Más de una vez se ha llevado un susto. Tener vecinos nuevos cada pocos días le ha llevado a instalar dos cerraduras en su puerta porque no se siente segura.

Publicidad

Mercedes tiene 80 años y ha salido a comprar. Aunque hace mucho calor, anda con su carrito de la compra de camino al Mercado Central, que lo tiene a pocas manzanas de su casa. Ella, «por suerte», se encuentra a más turistas en el mercado que en su edificio: «Algunas puertas son residencias turísticas, pero de momento no muchas». Algo sentimental, Mercedes lamenta que «donde antes vivían amigas, ahora hay desconocidos que cambian cada dos por tres». Esto asegura que ha influido en su percepción sobre el barrio, porque «ha cambiado mucho» y ahora tiene «miedo de ir por la calle».

La calle Bolsería está muy transitada. Por turistas y vecinos, aunque puede que los primeros ganen a los segundos. María José pertenece a la minoría. Es una mujer de avanzada edad que camina por esta calle mientras hace las tareas típicas de una mañana de verano. En su camino se cruza incluso con excursiones en bicicleta que se organizan para los turistas en su barrio. También los tiene en su portal, pues en su edificio tiene algunos pisos turísticos. Se siente insegura: «El principal problema es que te encuentras a gente que no sabes si son vecinos o se han colado». Relata cómo hace poco pasó miedo: «Nos encontramos a dos ladrones intentando entrar en una vivienda y salieron corriendo al vernos». Además, María José asegura que los pisos turísticos han afectado incluso a su bolsillo: «Estas personas no tienen ningún respeto por cuidar los elementos comunes, cada dos por tres el ascensor está estropeado, y los gastos de reparación repercuten en las cuotas mensuales de la comunidad de propietarios».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad