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Puesto fijo. Varios cazadores apuntan sus armas en la Albufera. lp
La caza lucha por sobrevivir en la Albufera
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La caza lucha por sobrevivir en la Albufera

Una actividad ancestral. La práctica tiene hondas raíces y ahora debe superar obstáculos como el envejecimiento de los aficionados o la complejidad normativa | La veda se extiende entre septiembre y febrero y las anátidas son la especie estrella de los cazadores

Juan Sanchis

Valencia

Sábado, 11 de enero 2020

La caza es una de las actividades ancestrales de la Albufera. Tradicionalmente esta práctica ha tenido un aspecto lúdico vinculado a los monarcas. Por otro lado ha sido también una fuente de ingresos para la Corona a partir de los derechos que se cobraban.

En la actualidad se trata de una práctica estrictamente lúdica sin ninguna repercusión económica reseñable. José Badía, presidente del Club de Cazadores de Sueca, explicó, además, de que son cada vez menos las personas que se dedican a esta práctica. «Tenemos problemas con el relevo generacional, aunque todos los años damos de alta a algunos jóvenes», resaltó. La media de edad se sitúa ya en los 50 ó 55 años.

El periodo de caza se extiende entre septiembre y febrero. «Podemos empezar a cazar desde que termina la recolección del arroz. Habitualmente era en septiembre, pero cada vez se retrasa más», apuntó.

El precio de un puesto puede oscilar entre los 200 y los 8.000 euros

La caza en la Albufera presenta dos modalidades: al salto o con puesto fijo. En la primera se sigue a la presa; en la segunda se la espera en empalizadas, toneles o 'bocoix' acondicionados para esta práctica.

Preparación. Un cazador acondiciona su puesto para cazar. LP

Pero la mayor particularidad es, quizá, lo que se conoce como la 'setmana de càbiles'. Se trata de siete días en las que los cazadores pueden disparar sin límite de horas, mientras que en el resto de la veda únicamente se puede cazar durante los fines de semana.

La 'setmana de càbiles', una tradición que perdura desde hace más de un siglo, los cazadores utilizan algunas de las edificaciones que se encuentran en el parque. Suele ser a fines de enero o principios de febrero. Allí conviven durante estos días. Se preparan platos como el 'all i pebre' y disfrutan de unos días de camaradería mientras se dedican a su afición favorita.

Las principales especies que se cobran son anátidas como el collverd, el pato colorado, el cuchara. A continuación se sitúan las limícolas como las ave fría o las agachadizas.

Badía señala, por otro lado, que ser cazador no es caro, pero sí cada vez más complicado por los numerosos requisitos a los que tienen que hacer frente que pueden cambiar de una a otra temporada. El presidente de los cazadores de Sueca señala la particularidad de que las aves permanecen en la zona durante la semana, pero «no hay quien las encuentre un sábado o un domingo. Aprenden más rápido que nosotros», aclara.

Cada año los cazadores asisten antes de que se abra la veda a la subasta de los puestos que tiene lugar en la Junta de Tiradas, un organismo que existe desde mediados del siglo XIX. El coste de una replaza puede oscilar entre los 200 y los 8.000 euros, según lo que uno esté dispuesto a pagar y, lógicamente, a cazar.

La restauración ha convertido el Portet de El Perelló en un lugar emblemático

En su origen era conocido como el Portet del Rabatxol, el medio de comunicación por excelencia de conexión con El Palmar, El Perelló y el Port de Catarroja durante la primera mitad del siglo pasado.

Este espacio se recuperó en 2011 y ha llegado a ser uno de los puntos más visitados de la Albufera. Hasta ese momento la degradación y el olvido lo habían convertido en una especie de vertedero. Ahora ofrece una panorámica muy atractiva del parque.

El Perelló no tiene relevancia hasta mediados del siglo pasado, aunque anteriormente existía un núcleo de barracas en la zona. Sus primeros pobladores eran pescadores procedentes fundamentalmente de El Palmar. Posteriormente la agricultura empezó a tomar fuerza. En esta localidad se encuentra una de las desembocaduras del lago, aunque todo apunta a que no era una salida natural.

Las claves

  • Origen. Los primeros pobladores procedían de El Palmar y otras pedanías valencianas.

  • Restauración. El lugar se recuperó en 2011 tras un periodo de decadencia.

El fartet, un clásico en peligro de extinción

El fartet es una de las especies más típicas del lago que en la actualidad se encuentra en peligro de extinción por la regresión que ha experimentado en las últimas décadas. Es de pequeño tamaño, ya que apenas supera los cinco centímetros. Su vida es corta por lo que puede alcanzar la madurez sexual a los tres meses. La hembra realiza puestas que en la zona Mediterránea suelen producirse entre los mes de abril y octubre, de hasta 900 huevos con un periodo de incubación que ronda los ocho días. El fartet es omnívoro y su dieta es amplia. Ingiere larvas de insectos, crustáceos, gusanos y algas. Suele desplazarse en grupos pequeños y prefiere las aguas superficiales y lentas. También trata de pasar desapercibido y busca la vegetación sumergida para camuflarse.

El parque en imágenes: los tradicionales paseos en barca

Uno de los principales atractivos turísticos que ofrece la Albufera son los paseos en barca. A lo largo del parque se suceden los puntos en los que subir a una embarcación desde la que los visitantes pueden disfrutar de un corto viaje por los lugares más destacados de la laguna. Uno de estos puntos se encuentra en el lugar donde se rodaron numerosas escenas de la serie 'Cañas y barro', una de las mejores producciones realizadas por Televisión Española en la que adaptó la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez. La fórmula de hacer un recorrido por el lago en una de estas embarcaciones ha ido cobrando fuerza especialmente en los últimos años. Además, estas visitas permiten conocer de primera mano algunos de los principales valores medioambientales del parque natural.

La clave histórica

1708

Felipe V entrega a Cristóbal Moscoso el señorío de la Albufera por los servicios prestados en la Guerra de Sucesión

Cristóbal de Moscoso desempeñó un papel destacado durante la Guerra de Sucesión en los ejércitos de Felipe V. De hecho, fue virrey de Valencia durante unos meses entre 1706 y 1707. El 28 de marzo de 1708 le nombró señor de la Albufera y marqués de Cullera, dos enclaves que tradicionalmente habían pertenecido a la corona. En concreto, le concedió varios derechos como el quinto de la pesca, sobre las hierbas y el décimo tercio del mar.

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