Llegar a Cheste es más difícil de lo que parece. Tanto que si no tienes coche propio o alguien te acerca con el suyo no llegas. Y eso después de salvar dificultades y recorrer caminos. Cuando se cumplen diecinueve días desde que la DANA sembrara la tragedia ... en tierras valencianas, la localidad está incomunicada. El tren no llega y la carretera está vedada a vehículos de más de 3.500 kilos. Así que, tampoco hay autobús. El servicio público para acudir a los médicos en Manises o Aldaia brilla por su ausencia. Y lo mismo para quienes trabajan o estudian fuera del pueblo.
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Además, quienes se acerquen en su propio coche deben estar muy atentos porque una vez se abandona la A-3, al tomar la carretera que lleva al pueblo, se encontrarán con varios desvíos que les conducirán a un camino de emergencia –por donde hay que transitar con mucha cautela– que se ha diseñado sobre el lecho de la Rambla, la que hoy llaman del Poyo y que los más viejos del lugar conocían como el río Gallo, que es su nombre cartográfico.
Es cierto que en el pueblo no hay barro, pero la localidad ha sufrido la riada –incluso con pérdida de vecinos– y la sigue sufriendo. Lorena Tarín se encuentra «parada» porque le resulta imposible llegar a Valencia. «No puedo ir a trabajar ni a clase, a un curso en el que me matriculé el pasado verano». Habitualmente sale a las 10 de la mañana en el tren y regresa sobre las seis de la tarde. Lorena no conduce. Trabaja como autónoma, así que no le queda otra que permanecer parada, sin ingresos y con dos niños, los que la acompañan cuando habla con LAS PROVINCIAS, que atender. «Si yo no trabajo, tampoco trabaja la niñera. Esto es una cadena».
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Laura Garcés
Efectivamente, una cadena de actividad detenida. Y no sólo para quienes necesitan desplazarse para acudir a sus puestos de trabajo. También para aquellos que requieren servicios médicos. Los vecinos de Cheste están adscritos al Hospital de Manises y al Centro de Especialidades de Aldaia. Ni a uno ni a otro destino es posible llegar en transporte público, que tampoco ofrece servicio para Requena. Fernando, también ha sufrido las consecuencias del aislamiento. «He perdido una visita médica. Tenía que ir a Aldaia al oculista el día 6 de noviembre. Me llamaron para retrasarlo al día 7, pero aún no se podía ir». De nada le sirvió la nueva oportunidad. Al final lo ha tenido que retrasar varios meses.
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Su mujer, Paquita, reitera que la única posibilidad es tener coche, un bien del que muchas personas mayores no disponen. Y añade: «O llamar a un taxi». Pero, claro, esta opción resulta cara. La última vez que Paquita necesitó este servicio para ir a la capital le costó «cuarenta euros de ida y otros cuarenta de vuelta». Ahora no sabe cuánto cuesta.
La situación les preocupa, están inquietos. No contar con transporte público limita la vida. Y a los mayores especialmente. Incluso a quienes tienen coche se les hace difícil. Ahora los trayectos son más largos y, sobre todo, menos seguros. ¿Hasta cuándo? Fernando, Paquita y Carmen, que les acompaña, consideran que para la solución aún falta tiempo, aunque «si quisieran en diez días estaría», advierte Fernando.
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El alcalde, José Morell, explica a este diario que el Ejército ya tiene previsto el puente que permita la circulación incluyendo autobuses. Falta que llegue y se instale. Mientras, no hay transporte público. Gracias a los cazadores y los agricultores, lo advierte Morell, se han habilitado caminos de emergencia. No queda otra.
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