![La DANA de Valencia deja al mundo sin abanicos](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/11/08/PAPELES-RjLq7OAP0CK98dvy9C5m3rN-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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En Ronald Garros, en los Juegos Olímpicos de París, en el Museo del Louvre o en cualquier otra sala de exposiciones no sólo de Europa, sino del mundo… Y en la campaña promocional que se le pueda ocurrir. Los que guarda en casa de su madre o de su abuela, los que un día regaló la Fallera Mayor de su falla, incluso aquel que el día de su boda repartió entre los invitados como recordatorio del día. En cada acontecimiento y en cada lugar donde se haya encontrado con un abanico, piense que ha salido de Aldaia. «Muchos se creen que es un producto devaluado, pero no es así. La gente no se imagina cuántos millones se hacen al año». Son un motor económico y social en esta localidad, pero sobre todo son un hecho cultural que se ha hecho añicos tras el paso de la DANA por las calles del pueblo.
Aldaia sufre la angustia de una riada histórica. Y el Museu del Palmito (Mupa), el que conserva la memoria del arte del aire, padece el golpe de un duro palo, durísimo. Es el mismo palo que ha azotado el presente de una actividad artesanal ligada al pueblo desde hace siglos, la artesanía que ha paseado con orgullo por el mundo el nombre de la localidad y el de Valencia.El mismo mundo que ahora se queda sin abanicos a la espera de que los talleres, no sin gran esfuerzo, consigan salir del barro y recomenzar para recuperar el futuro del 'palmito'.
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Amalia y su marido, Antonio, compraron en febrero un local de 500 metros para el taller artesanal que poseen como herederos de dos generaciones de abaniqueros. En ese amplio espacio donde las fotografías previas a la tragedia atestiguan que recibía un vestíbulo con expositores de piezas acabadas y una zona de almacén donde guardaban materiales para producir durante varios años, no queda nada. Lo han tenido que tirar todo. Las estanterías –ya limpias– vacías ofrecen la fotografía más fiel.
Entre lo poco que han salvado, unos cuantos moldes de cartón para los países. También se mojaron y ahora tratan de secarlos. Sí o sí los van a necesitar para recomenzar. En esta casa el barro se ha tragado como mínimo 50.000 varillajes y países enterrados en el lodo, ni se sabe.
El taller de Amalia y Antonio sólo es un ejemplo para ilustrar la tragedia de un gremio «en el que estamos todos afectados». Lo dice Amalia, vicepresidenta del Gremio de Artesanos del Abanico de Aldaia. El barro ha acabado con el stock de piezas terminadas. También los talleres y materiales de los que salen las piezas necesarias para armar un abanico. Unos trabajan para otros, y estos para los primeros. «Somos una cadena donde se vive un ambiente de hermandad que tal vez no haya en otro gremio». Esa cadena se ha roto.
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Ya no el mayor, sino el prácticamente único productor de 'palmitos' está destrozado. «Los abanicos de todo el mundo se hacen aquí. China puede hacer algo y alguna otra localidad valenciana, pero el 90% salen de Aldaia». El mercado de Amalia está en Francia, en Alemania, en Estados Unidos... «Cualquier abanico que veas por ahí, de los que venden en los museos como el Louvre, de los promocionales para cualquier evento» llegan a su destino procedentes de esta localidad que llora. Ellos han hecho abanicos para los Juegos Olímpicos de París, para Roland Garros, entre otros grandes eventos. Y el producto de compañeros del gremio también viaja a los lugares más insospechados o se queda cerca para servir el aire que arrastra a una tradición de varios siglos.
La memoria de todo ese tiempo se guarda entre las cuatro paredes de un antiguo Palacio de los Valeriola, en el Mupa. LASPROVINCIAS se encuentra allí con su director, Francesc Martínez, quien lamenta la situación aunque se da por satisfecho porque se ha salvado la mayor parte de la colección. Se han dañado «unas cuarenta piezas importantes de los siglos XIX y XX. Estaban los cristinos e isabelinos del XIX cuyos países son irrecuperables. El especialista al que consultamos nos dijo que como no resuciten los artistas de la época, es imposible».
El edificio, una construcción del XVI restaurada, no se ha visto afectado en su estructura, pero habrá que curarle la humedad que ha marcado la temida raya a 1,16 metros del suelo. Y se tendrán que reponer las puertas arrancadas... Y se perderá el tiempo que el Mupa estará cerrado para acercar visitas a una localidad donde hay unos 24 talleres herederos de un largo hacer artístico, apunta Martínez. En 1857 Aldaia ya contaba al menos con 18 familias de abaniqueros, según el historiador Josep Ramon Sanchis -señala la documentación del museo-, sin que nunca se haya detenido el camino. Y dice Amalia: «Yo lo tengo claro. Voy a seguir como sea».
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