Esta es una historia de película americana. Una boda y un viaje de novios a Nueva York en 2007. El trayecto, -aéreo, claro-, una aventura claustrofóbica. Años después, en 2024, una casa victoriana en Brooklyn salta a la escena. Sí, esas de la escalerita, como ... las del cine. Y el mosaico Nolla en el foco, protagonista de un casamiento, el de las preciadas piezas con Nueva York, donde acaban de llegar -procedentes de la Comunitat- las teselas necesarias para revestir varias estancias del inmueble protagonista. Salvador Escrivá, restaurador y productor de cerámica Nolla desde su taller en Sumacàrcer (Valencia), recibió el encargo que ha llevado a que sobre el suelo de Brooklyn vaya a brillar este producto valenciano que despierta pasiones.
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¿El culpable? Ya lo hemos apuntado, un viaje de novios. Salvador, se casó con Victoria -oh casualidad victoriana- en 2007. «Nos fuimos a Nueva York», explica el especialista en esta cerámica inventada en Meliana. La travesía aérea prometía un mal trago para el flamante marido: «Soy claustrofóbico». Las horas de vuelo jugaban en su contra, pero los acontecimientos quisieron que coincidiera con un compañero para esta fatiga. «En el mismo avión viajaba un gallego, empresario del sector de la construcción asentado en Nueva York que también era claustrofóbico». Se ayudaron para superar el calvario. Ya en la ciudad de los rascacielos, el compañero de vuelo se convirtió en cicerone. «Nos acompañó a visitar la ciudad. Se portó muy bien con nosotros». Sin duda, «había nacido una amistad» que ahora ha casado el codiciado suelo con Brooklyn.
«Esta vez no se trata de una restauración», advierte el especialista. El amigo, añade Escrivá, «compró el inmueble para vivir allí y se puso en contacto conmigo. Quería comprar el suelo aquí . Hemos hecho un diseño y producido las piezas nuevas». Han optado por una superficie roja y cenefas con dibujo geométrico como marco para recorrer un pasillo. No es el primer trabajo que ha llevado a cabo en este destino. Hace unos años se encargó de una pequeña instalación de suelo en la entrada a un restaurante en la Gran Manzana.
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Laura Garcés
Los proyectos que ha emprendido Escrivá, ya sea para restaurar o para crear nuevas teselas que salen de las mismas muestras y el mismo modelo de cocción que las originales del siglo XIX , ya han recorrido distintos países. La demanda de este producto de la tradición valenciana no tiene fronteras, como tampoco las tuvo en sus orígenes. Ya entonces recorrió el mundo, de ahí que ahora sean constantes los encargos para restaurar «que a veces exige realizar nuevas piezas» e incluso para apostar por ellas por primera vez.
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Allá por 2002, Salvador Escrivá, se especializó en la técnica de producción de los preciados pavimentos para su restauración. Milán, Barcelona, Madrid, Monterrey, Buenos Aires y, por supuesto, Valencia han visto el renacimiento de un hacer que ha encontrado sede en un antiguo almacén de naranjas de Sumacàrcer habilitado para su nuevo fin: El suelo Nolla. Las vistosas y codiciadas teselas, que desde finales del siglo XIX y hasta los años 70 del pasado siglo se fabricaban en Meliana siguiendo atractivos perfiles de diseño y color, todavía despiertan pasiones. Se puede afirmar incluso que vuelven a exportarse desde territorio valenciano.
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