El suelo junto al hotel Inglés está pegajoso. Le hace falta un buen manguerazo a la acera, y eso que se aprecia incluso de lejos que es de buena calidad. Lo notan unos japoneses, que cruzan rápido la calle casi sin mirar a pesar del ... intenso tráfico, con la vista atenta al Palacio del Marqués de Dos Aguas, uno de los monumentos que da a Valencia esa personalidad única. Para llegar al edificio, los japoneses han pasado por delante de una tienda de Eroski o un bajo en alquiler, vacío desde que Zadig&Voltaire se marchara a Sorní en 2019. Apoyado en la fachada que un día mostró bolsos de tres cifras duerme un indigente. Al menos, allí están sus trastos.
Publicidad
Enfrente del barroco edificio que parecía haber dado el pistoletazo de salida al glamur de la calle en el siglo XVIII, hay una cafetería llamada Cool Bar, con cócteles y algo de comida fría para tardeos, y muy enfocado a los turistas que ahora son mayoría entre los transeúntes de la calle. Este establecimiento llegó tras la marcha en 2013 de Bvlgari, una de las grandes firmas que hicieron posible que a Poeta Querol se la denominara la milla de oro de Valencia. No en vano fue en aquella época la tienda más grande de Europa de la firma de lujo. Las dos esquinas, la de Bvlgari y la del palacio, parecían rivalizar en el derroche de lujo.
En la época de la Copa América las tiendas de Poeta Querol organizaban fiestas tan exclusivas que de la inauguración de Hermès todavía hay quien dice: «yo lo viví». Para aquel acontecimiento se instaló en la plaza del Patriarca una carpa transparente con el objetivo de que se viera el cielo y la luna de Valencia y que acogió a 1.500 invitados. Para unas Navidades Louis Vuitton llegó a llenar la esquina de nieve artificial, mientras una joven Nuria Roca presentaba la última colección de joyas de Bulgari. Ahora, en la fachada donde se lucían los Birkin o Kelly, los bolsos más lujosos del mundo, se ven las mesas y sillas de Tago Mago, un restaurante del grupo Saona.
La crisis inmobiliaria fue el inicio del fin de la milla de oro. Gradualmente, las grandes firmas han ido dejando no ya la calle Poeta Querol, sino la ciudad de Valencia. El brillo de la Copa América se tenía que esconder, y en los inicios de la segunda década del siglo XXI había que tener un perfil bajo. Todavía recuerda la que fuera directora de tienda de Louis Vuitton, Mati Guerrero, cómo se metían en bolsas sin logo las piezas de la firma para que nadie en la calle pudiera pensar que sí, que había quien se lo podía permitir en aquellos duros momentos. Cómo intentó por todos los medios, como contaba en un reportaje en LAS PROVINCIAS que no se cerrara Louis Vuitton hace una década. Entonces lo consiguió. Hace dos años no hubo marcha atrás en la decisión de la firma francesa de dejar definitivamente Valencia. El icónico local se quedó libre en 2023, y ahora un gimnasio, Orangetheory Fitness, abrirá sus puertas en septiembre, cuando acabe las obras de adecuación. El portero del edificio contiguo miraba el lado positivo. «Al menos no habrá atracos. Cada tanto empotraban un coche en la puerta», decía estos días.
Publicidad
Enfrente de Louis Vuitton, en ese triángulo codiciado en otra época, se ubicó la firma Loewe, que ya entonces pertenecía al grupo francés LVMH. Cuando decidió reubicarse y concentrar la colección de hombre y mujer, su lugar todavía lo siguió ocupando una marca asociada al lujo, Salvatore Ferragamo, que resistió hasta 2019. Ya no hubo más glamur en la esquina, ya que el siguiente en llegar fue Mulaya, una marca de moda lowcost a la que se ha venido a llamar el 'Zara chino'. La calle iba perdiendo fuelle, una situación no sólo asociada a la crisis, que ya había quedado atrás, sino a que Valencia dejó de posicionarse como una ciudad asociada al lujo y los grandes eventos. También al cambio en los hábitos de consumo con la llegada de Internet y, sobre todo, del comercio electrónico.
Tampoco siguió Roberto Cavalli, y el diseñador valenciano Álex Vidal, justo en el tramo de la calle Salvà frente a Hermès, donde sigue la boutique Patos, de Lourdes López, y el atelier Lamont, que acaba de llegar para intentar mantener un público exclusivo que intenta mantener la diseñadora Isabel Sanchis, ubicada en el local que ocupó Tommy Hilfiger -decidió irse a Bonaire- o Carolina Herrera -se quedó una parte del local de Nespresso. ¿Podrá la zona especializarse en firmas dedicadas a la alta costura femenina? De momento, está por ver, aunque hay firmas que siguen apostando por Poeta Querol y Marqués de Dos Aguas, como Roberto Verino o la joyería Durán.
Publicidad
La inaccesibilidad asociada al lujo ha jugado en contra de Valencia. Las grandes marcas deciden así concentrarse en grandes capitales, y el barrio de Salamanca de Madrid es ejemplo de ello. Todavía no está asentado, pese al incesante volumen de visitantes, un turismo de alto nivel que compre lujo en la ciudad. Y los valencianos con poder adquisitivo viajan a la capital en un día de ida y vuelta, porque el AVE lo ha facilitado.
Lo cuenta Pedro García, de Everest Consultores. «Poeta Querol está buscando su identidad». Perdió su estatus asociado al glamur y a las rentas altas, y ahora hay una diversidad de negocios que buscan posicionarse y darle esa nueva personalidad. Lo intentó un concesionario de coches, también lo ha hecho una galería de arte, aunque ya ha anunciado su marcha. Las firmas de moda low-cost y las dirigidas a un público más exclusivo se mezclan. Aparecen clínicas estéticas, que están ocupando bajos en las zonas más premium de la ciudad. Y ahí sigue Lladró. Inamovible.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.