![Doblemente castigados por la tragedia en ocho meses: de Campanar a la DANA](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/11/16/newspaint-1731773300328-1200x840-RazeB1ALICK9KrRYEW1JnWK-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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¿Por qué a mí? Es quizás la pregunta que algunas personas afectadas por la devastación de la DANA se han podido hacer en numerosas ocasiones en los últimos días. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Podría ser también un interrogante al que no se le encuentra respuesta. Porque tras el dolor hay muchas cuestiones que la cabeza no logra resolver. Pero si en un mismo año has vivido en tus propias carnes el que quizás ha sido el incendio que más ha impactado a la sociedad, el del edificio de Campanar que el pasado mes de febrero segó la vida de diez personas y dejó a decenas sin hogar y sin recuerdos. Y, después, observas cómo la DANA acaba con tu negocio, lo inunda y te deja sin el sustento con el que estos fatídicos siete meses te ha permitido remontar, aunque sólo fuera para poder sobrevivir y pagar otro alquiler, ¿qué debe sentir un ser humano que es doblemente víctima de dos tragedias, para quien 2024 se ha convertido en un año fatídico?
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Laura Garcés
Pues es lo que han vivido el matrimonio de Inga y Javier y sus dos hijos de apenas cinco y tres años. O también Pablo, responsable de un concesionario que estaba en el inmueble calcinado y que buscó seguir con su actividad en otro espacio en la Pista de Silla, inundado por la riada. O Sonia, que en estas mismas circunstancias asegura sentirse perdida. Testimonios de que el horror no sólo acecha una vez.
Sonia Sanou «Estoy asustada, no sé por dónde empezar», cuenta esta empresaria que se quedó sin casa y ahora ha visto devastado su centro de estética
Sonia Sanou saca fuerzas de donde no las hay. Se le nota cuando relata cómo ha vivido tanto el incendio de Campanar como las consecuencias de la DANA, que inundaron su centro de estética situado en Bonaire. Después de haber perdido su vivienda por el fuego, ahora su negocio, su sustento, también está destrozado. Este 2024 quedará marcado en su memoria para siempre. «Aún lo sigo asimilando. Han sido dos impactos brutales», cuenta casi con rabia.
Porque el devastador incendio, dice, no sólo acabó con su casa, sino también casi con su vida. «Rompió mi rutina. Cuando había empezado a retomar mi camino, viene esto y se lleva mi fuente de ingresos, lo que me da de comer. Se me ha juntado todo porque la DANA ya ha sido el remate. Me siento perdida», confiesa con total sinceridad. Pone de relieve que le costó remontar después de la pandemia y apostó por continuar con el negocio. Llegó el incendio y como pudo salió adelante. Ahora, cuenta, se plantea si no acabará «durmiendo debajo de un puente». «Al principio, cuando el incendio, la Generalitat nos ayudó. Pero en agosto me tuve que buscar un alquiler. Lo podía pagar gracias a mi trabajo, podía hacerle frente. Pero ahora, en esta situación, no sé qué va a pasar», asegura.
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«Somos veteranos en el tema de las ayudas y sabemos que los responsables de la Administración nos van a contar una milonga. Dicen que nos van a dar 6.000 euros. ¿Cómo reconstruyo mi vida con eso? Es lo que le quiero decir a los políticos, que miren sus sueldos y que me digan si con ese dinero pueden salir adelante», asegura. «Cuando el incendio, la premisa para recibir las ayudas era no sobrepasar los 14.000 euros al año. Sabes perfectamente que con ese límite no me vas a ayudar», cuenta de su experiencia.
Pese a todo, afirma, ha tenido la suerte, como dicen los afectados por ambas tragedias, de estar viva. «Una llamada me salvó del fuego, porque justo iba a meterme en la ducha me sonó el teléfono y después pude salir de casa. Imagínate si me hubiera metido a bañarme...», afirma. De la riada pudo zafarse porque estaba trabajando fuera de Bonaire y aunque iba justo a entrar en el centro comercial cuando comenzó la DANA, también se libró de verse afectada. «La gente te dice que al menos te has salvado. Y es verdad. Pero eso no te calma. Cuando pasa algo tan grave no tienes tiempo de llorar. Y en este caso me ha pasado dos veces», añade. E insiste: «Estoy asustada. No sé por dónde voy a empezar. Me siento sobrepasada pero voy a hablar, voy a hacer todo lo que pueda para que se nos escuche. Hay que estar en la batalla», concluye Sonia.
Javier Baldoví e Inga Khachatryan Con dos niños pequeños, esta pareja tira de ahorros tras haber visto arder su casa y haber perdido su negocio en el centro comercial MN4
sInga Khachatryan habla con serenidad mientras al fondo se escucha el sonido de las voces de sus hijos, una niña de cinco años y un niño de tres. Ella y su marido Javier Baldoví viven en otra casa después de que el pasado febrero perdieran su vivienda, que era de su propiedad, en el fatídico incendio de Campanar. Vivieron unos meses en Safranar, en los espacios cedidos por el Ayuntamiento. Pero decidieron alquilar un piso por el barrio en el que vivían antes de que el fuego segara su casa, para que sus pequeños pudieran mantener su colegio y sus amistades. Habían comenzado poco a poco a ver la luz. Pero la DANA también les ha golpeado. Tenían una atracción para niños, un tiovivo, en el centro comercial MN4, de Alfafar. El lodo se lo llevó por delante. «Todo esto lo estamos viviendo con paciencia y con ayuda psicológica. Estamos intentando ser positivos, pensar que estamos vivos. Sobre todo porque en ambos casos han fallecido muchas personas. Al final, los cuatro estamos juntos y bien, con eso nos conformamos», cuenta Inga.
Que su pequeña quisiera ir al parque el día que las llamas devoraron su vivienda y el aviso de las fuertes lluvias que hizo que no abrieran ese 29 de octubre la atracción en el centro comercial, evitó que tuvieran que lamentar más de lo que ahora sienten. Sin embargo, verse sacudidos por ambos sucesos, les ha hecho sentirse «deprimidos». «Hay gente que está mucho peor, nosotros aún tenemos un hogar. Pero psicológicamente estamos mal. Encima, tenemos muchos frentes abiertos, vivimos con total incertidumbre», señala emocionada. El motivo es que, al no estar empadronados en Alfafar, saben que no podrán recibir las ayudas. O que costará mucho. «Estamos esperando. Tenemos unos ahorros, con los que hemos estado tirando estos meses para pagar el alquiler. Pero si esta situación se alarga mucho... Hemos perdido nuestro modo de vida», resalta.
No han sido meses fáciles. La hija mayor, la de apenas cinco años, pasó un tiempo hablando sólo del incendio, echando de menos su casa. Y ahora, cuando, según confiesa, «habíamos empezado a ver la luz», el barro inunda sus esperanzas de seguir adelante. Y con muchos interrogantes en el camino. «Nuestra hipoteca está paralizada hasta febrero. Si no lo renuevan, ¿qué hacemos? El tiempo se nos echa encima», dice intranquila..
Pablo Ortiz Trasladó el concesionario al no poder continuar en el inmueble calcinado y lo abrió en la Pista de Silla, donde también se ha visto afectado
Conversar con Pablo Ortiz, jefe de ventas de ByD en la Comunitat y en Baleares es hacerlo con un empresario que sabe lo que es caer y levantarse. Pese a que el incendio de Campanar apenas afectó al concesionario que tenía en este mismo edificio, supo desde el primer momento que allí no se podría trabajar porque el inmueble podía caerse o estar muy afectado por el siniestro. Así que, como de caer y levantarse se trataba, el negocio se trasladó a la Pista de Silla. Hace apenas dos semanas, se inundó por la DANA. «Te soy sincero, soy bastante pragmático y estaría hundido si en ambos casos hubiéramos perdido vidas humanas, pero esto es un trabajo y, aunque es triste lo que hemos vivido, toca salir adelante», afirma a este diario.
Pese a su predisposición a continuar, no puede evitar emocionarse porque, confiesa, lo que realmente le está doliendo es escuchar el testimonio de aquellas personas que buscan adquirir un coche porque su vehículo ha quedado destrozado por la riada. «Ese es el verdadero drama, el que ellos te cuentan, cómo necesitan un coche para ir a trabajar, para volver a la normalidad. Porque estas personas no quieren comprarse un vehículo por capricho, sino porque lo necesitan para retomar su vida tras la tragedia», relata Ortiz.
Cuenta que, pese a haberse visto afectados por la inundación, porque el agua que entró al concesionario superó el metro ochenta de altura, sus pérdidas sólo han sido materiales. «Todo ha ido para tirar y sí que nos ha afectado a algunos coches. Pero eso se puede reponer. Ha sido un inconveniente más pero todo el equipo se puso enseguida a quitar barro y a trabajar», asegura.
Pese a la mala suerte de haber sufrido dos tragedias en menos de siete meses, este empresario confiesa que no ha tenido mucho tiempo de pararse a pensar en la mala suerte. «No siento desánimo. Nos ha cambiado la operativa, estamos trabajando un 300 por cien. Sí sientes que esto es un fastidio, pero hay gente que ha perdido todo, incluso a familiares, que no tiene para comer. En este caso, esto es un trabajo. Nos levantamos y seguimos», afirma.
No se plantea dejar el negocio. El concesionario va a seguir. «Vamos a estar aquí en Pista de Silla. Nuestro equipo no ha sufrido daños personales y eso es lo más importante. Es verdad que ahora están teletrabajando, intentando dar respuesta a todas las peticiones que estamos recibiendo de la gente que necesita un coche y a los que queremos ofrecerles las mejores condiciones», concluye.
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