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Rosana, junto a su amiga Mari Carmen, en Cheste. IRENE MARSILLA
«Duermo agarrada al pijama de mi marido»
DANA en Cheste

«Duermo agarrada al pijama de mi marido»

Rosana, una mujer de Cheste de 46 años que ha perdido a su cónyuge y el chalé donde residía con él y sus hijos, busca casa para dejar la habitación que comparten siete personas

Laura Garcés

Valencia

Sábado, 16 de noviembre 2024, 00:00

La riada se llevó por delante la vida de José Vicente Madrid (50 años) y la de un amigo de toda la vida, José Carlos Macario (63 años), cuando viajaban juntos en el mismo coche. El encuentro con el agua traicionera llegó cuando sólo 14 kilómetros les separaban de su hogar. A Rosana, la esposa de José Vicente, no le queda más que agarrarse a todos los recuerdos que le quedan del padre de sus tres hijos. «Me pongo los audios de mi marido, duermo agarrada a la chaqueta de su pijama y tocando el pendiente que él llevaba puesto hasta que me da el sueño». Duerme en casa de su hermana, que ha salido en su auxilio. «En una habitación estamos durmiendo siete personas, en colchones por el suelo». Rosana, sus hijos, su yerno y sus nietas han encontrado techo gracias a la familia.

Ha enterrado a su marido y sabe que le queda mucho dolor por delante. Pero tiene una prioridad. Busca un lugar donde vivir en mejores condiciones. Su desesperación la ha llevado a dar a conocer a través de las redes sociales la difícil situación que le ha dejado la DANA. Y ayer habló con LAS PROVINCIAS. «Yo trabajo y ahora cobraré la viudedad –afirma mientras mira al cielo–. Con esto y lo que, por desgracia, tendré de mi marido, puedo pagar un alquiler de hasta seiscientos euros. Sólo pido una casa».

Se ha puesto en contacto con la asistente social de Cheste y ya ha gestionado «los papeles» para la ayuda de seis mil euros. Mientras espera, todavía no ha encontrado nada en la localidad, donde también ha contactado con agencias inmobiliarias para agilizar la búsqueda de una vivienda que le permita dejar la casa de su hermana; Rosana comprende que es demasiada carga. Ya les acogió cuando hace unos años, durante la crisis económica, «perdimos el piso. Nos quedamos los dos sin trabajo y no podíamos pagar». La vida ha golpeado fuerte a esta mujer. Las palabras que pronuncia entre lágrimas para resumir su realidad rompen el alma: «Sí, mi vida está llena de desgracias, es muy duro».

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El chalé donde vivía la familia, que le llegó por herencia, está lleno de goteras y humedades. Relata que el agua campó por la vivienda a sus anchas, «yo, con las toallas no daba abasto». La casa está en la urbanización La Canaleja de Chiva, donde es posible llegar, pero esta mujer de 46 años a quien la dramática viudedad le ha roto la vida, no conduce. Le ha quedado el coche de su marido porque ese día él salió hacia Aldaia con el de José Carlos. «Se turnaban y cada semana cogía uno el coche». Viajaban en un Nissan de color negro.

Rosana muestra la foto de su marido, víctima mortal de la DANA. IRENE MARSILLA

Con lo que muchos darían por no haber perdido ese útil de trabajo que es el vehículo después de haber visto montañas de automóviles arrastrados por las aguas, a Rosana no le soluciona nada tenerlo. El único de la casa que conducía «era él. Me llevaba al trabajo», a una residencia de personas mayores de Cheste donde ahora no acude porque «estoy de baja por inundación. Los primeros días lo estuve por ansiedad». Ha sido necesario recurrir a los psicólogos.

Esta mujer y sus hijos vivieron la terrible noche solos, sin el padre, de quien perdieron la pista en torno a las seis de la tarde del martes 29 de octubre. Desde esa noche a medida que pasaban las horas la esperanza se iba diluyendo. «Mi hermana me decía, teta hazte la idea». Hasta que encontraron los cuerpos de José Vicente y de José Carlos, tuvo que luchar con la ansiedad, con la maldita incertidumbre e incluso con los bulos, con las falsas noticias que le anunciaban que alguien les había visto. No era cierto. Y los hechos lo confirmaron.

Rosana y Mari Carmen Moreno, madre de dos hijos de José Carlos, les buscaron por su cuenta por donde pudieron y acudieron a los medios de comunicación. Pero llegó el día de la fatal noticia. Primero localizaron el cuerpo de José Carlos. El golpe fue durísimo. Una semana después de la trágica noche apareció el de José Vicente. Le identificaron a través del ADN de su hijo y por detalles de su aspecto que le hacían inconfundible. «Tenía un quiste en un lado de la frente y llevaba un pendiente». En un primer momento les indicaron que habría que incinerar sus restos, pero Rosana quería enterrarle, toda la familia deseaba lo mismo. «Hablé con David, el del tanatorio, que era amigo de mi marido y él fue a recogerlo y lo trajo. Está enterrado, como él quería». José Vicente «tuvo un buen entierro, era lo único que podíamos hacer».

El marido de Rosana se llevó consigo el «trofeo de fútbol que Marcos –su hijo de 14 años– ganó el pasado verano, el brazalete de pichichi y la camiseta». La pasión de este hombre a quien la DANA segó la vida no era otra que «ver jugar a su hijo». Cada domingo seguía su trayectoria y cada día los entrenamientos. Todo se ha puesto del revés.

Rosana luce un colgante del que se desprende una pasión: la familia. Su cuello muestra la palabra 'Mamá', a la que desde hace unos días –los peores días– se ha unido el pendiente de José Vicente, el hombre de su vida, con quien se casó en 2005. Es la misma anilla que acaricia cada noche hasta que le llega el sueño en una habitación que comparten siete personas mientras busca una casa.

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