Cuando todo esto haya pasado, el recuerdo imborrable en la cabeza de todos los valencianos será ese puente de la esperanza por el que cada día transita un ejército de escobas desinteresadas que ha demostrado tanta preocupación como perseverancia por los suyos.
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Al principio y al final del puente, un cartel reza «Passarel·la de l'esperança». Esas tres palabras se han convertido en un aliento para todos los que cruzan la pasarela que fue construida hace poco más de dos años sin que nadie imaginara la simbología que la acabaría envolviendo. Fue Germán Gil, un vecino de Alfafar, quien tuvo la idea de colgar ese cartel hace unos días. Afortunadamente, su casa no se vio afectada por la DANA, pero al igual que tantos miles de ciudadanos, Germán salió a la calle desde el primer día a ayudar a sus vecinos. De hecho, atiende a LAS PROVINCIAS sin siquiera parar un momento de trabajar. Entre respuesta y respuesta comenta algo con sus compañeros de trabajo, sin perder ni un segundo, porque cada minuto cuenta.
Germán vive en una calle del casco antiguo de Alfafar. Muchos de sus vecinos lo han perdido todo y él no puede evitar emocionarse cuando cuenta que durante los primeros días se vieron «totalmente abandonados» por las administraciones.
A partir de ahí, tuvieron que organizarse como pudieron. Como su casa tiene terraza y disponía de leña, los padres de Germán se dedicaron a preparar calderos para que los vecinos comieran caliente. Cuando al tercer día Germán vio a tantísima gente atravesando esa pasarela que él transita cada día y que hasta ese momento era desconocida por la mayoría de vecinos de «la parte seca», se sintió esperanzado. Así pues, junto a su amigo David Romero, su mujer, su hija, su sobrina y su padre, utilizó su maquinaria de madera para seccionar sendas láminas que harían las veces de cartel. «Quisimos colgar ese cartel porque, ¡qué menos! Qué menos que un pequeño homenaje a toda esa gente que ha venido», cuenta emocionado.
En cuestión de segundos, quien pasaba por delante fotografiaba el cartel. Germán critica profundamente que los políticos utilicen este asunto para sacar rédito. «A las personas nos separan cuatro chorradas que los políticos explotan para dividir a la gente», considera. «Y al final, como ocurre ahora, siempre pagan los de abajo», añade.
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Valora en extremo la implicación de las personas. Insiste en ello todo el tiempo: «A veces parece que tendemos a ser muy individualistas por el mundo en el que vivimos, pero en cuanto rascas un poco, la solidaridad de la gente sale a borbotones», sentencia.
Germán, junto con tantos otros miles, seguirá arrimando el hombro mañana. Y pasado mañana. Y al otro. Miles de personas que, un día más, cruzarán la pasarela de la esperanza.
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