Lary León se inventó de pequeña que en otra vida había sido sirena. Así apaciguaba las miradas y las preguntas morbosas de una sociedad que todavía no había entendido que la normalidad no existe, o que también se puede ser normal sin brazos y sin una pierna. La periodista, conferenciante y escritora, que contará esta tarde en la Rotativa de LAS PROVINCIAS su experiencia de vida en el evento Somos Más Solidarios, habla de positivismo, de resiliencia y de nunca sentirse víctima.
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-Si te preguntara quién eres, ¿qué me dirías? ¿Cómo te definirías?
-Soy una persona normal con un plus que nos diferencia, y que en realidad todos tenemos, pero que muchos veces no hemos encontrado. A mí nacer sirena me ha permitido no sólo vivir la vida plenamente sino que ante los momentos difíciles, esa actitud positiva me ayuda a poder afrontarlos e incluso a abrazarlos, porque seguramente me van a llevar a algún punto.
-Dices que todo esto te va a llevar a algún punto, a algún lugar. ¿Lo has encontrado?
-Me siento afortunada, entre otras muchas cosas, porque desde muy pequeña descubrí cuál era mi objetivo en la vida, que yo nací sirena porque he venido a este mundo a sonreír, a transmitírselo a la gente que lo pueda necesitar. Y me siento muy agradecida a la vida por haberme dado cuenta tan pronto, porque eso me ha permitido aprovecharlo desde entonces. En la mayoría de ocasiones no descubrimos un talento hasta que nos sucede algo grave, pero yo he encontrado el motivo de mi existencia, de mi apariencia, de mi ser, y me siento muy a gusto.
-¿Cómo fue tu llegada al mundo, tu infancia?
-El día que nací fue un shock, una sorpresa para todos, porque era la quinta de cinco hermanos y el embarazo de mi madre fue igual que los anteriores. Antes no se estilaban las ecografías de manera rutinaria, y no sabían que venía una sirena. Y mis padres se hicieron las típicas preguntas cuando algo nos asusta o nos limita, 'qué he hecho yo' o 'por que a mí'. Yo desde pequeña aprendí a contestar: ¿Y por qué no? Gracias a mis hermanos, que eran preadolescentes entonces, mi llegada fue acogida con mucha ilusión y juego. Y esa naturalidad, además del tesón de mis padres para que yo desde muy pequeña pudiera ser la mujer más independiente posible, fue un gran regalo. Y yo he crecido inventándome trucos para comer, para atarme los zapatos, para peinarme...
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María José Carchano
-¿De dónde salió la historia de la sirena?
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-Te podría contar mil anécdotas sobre la actitud de la gente hacia mí. Incluso había quien se santiguaba y cruzaba de acera. Recuerdo pasar los veranos de mi infancia en Benidorm, donde mis padres compraron un apartamento, así que con muy poquitos años yo estaba en la orilla de la playa haciendo mis castillos de arena, revolcándome como una croqueta, y era el centro de atención. Ante la insistencia de la gente me inventé esa fantasía, porque a mí me gustaba mucho estar en el mar, donde mis muñones podían ser aletas y mi única pierna la cola de una sirena. Y al contestar eso la gente se quedaba flipada y dejaba de preguntar.
-Tu nunca te identificaste como una víctima.
-Es que yo no me he llegado a plantear por qué he nacido sin brazos, porque siempre he sido una más, y nunca le he dado vueltas ni siquiera en la adolescencia. De hecho, no he tenido complejos, y sé que es una época en que lo normal es que estés pendiente de tu físico. Yo es que cuando me veo en el espejo me veo entera porque soy yo. No echo en falta coger las cosas con la mano porque nunca he tenido mano, ni correr porque nunca he corrido. No quiero parecer 'flower power', pero no tenido nunca la sensación de ser víctima de nada. Yo volvería a nacer exactamente igual. Las limitaciones son oportunidades para hacer las cosas de manera diferente.
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-Escribiste 'Lary, el tesón de una sirena'. ¿Qué cuentas en el libro?
-¡Fue un striptease total! Me costó mucho tomar la decisión pero me pareció que era un regalo, un homenaje, sobre todo a mis padres. Realmente la sirena ha crecido así gracias a lo que ha vivido, y en este libro no sólo me desnudo yo, sino mi sentir como niño, por cómo lo veía yo y cómo lo veían los adultos, porque yo no le daba importancia y ellos sí. Y eso que estuve mucho tiempo en un hospital, un desgarro para cualquier niño porque te aparta del juego, de tus hermanos, del colegio, pero aún así yo lo recuerdo de manera positiva. Y desde que lo escribí, hace ya mucho tiempo, me siguen llegando mensajes de gente que lo ha leído. No es una receta mágica de actitud positiva, pero si lo que yo cuento sobre mi experiencia inspira a alguien me siento satisfecha.
-Vives ahora la discapacidad como madre. ¿Ha sido diferente?
-He hecho un máster de madre acelereado, porque yo los tuve con ya siete u ocho años, casi en la preadolescencia. Han sido otro regalo más de la vida, y me he sentido muy identificada con mis padres, con ese objetivo de inspirar para que sean la mejor versión de sí mismos. Además, nuestro hijo mayor también tiene discapacidad, y me he acordado todas las horas de espera en las consultas de traumatología, ortopedia, con mi madre. La vida se repite, y de alguna manera ha sido precioso.
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-¿De qué manera miras hacia el futuro?
-Cuando tienes un proyecto es inevitable mirar hacia el futuro aunque yo soy más de presente. Lo que sí tengo claro es que soy muy de corazón, y esa emoción es la que me lleva a construir a partir de ahí.
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