Convertir el trabajo obsoleto en cultura, en historia. De eso se encargan las asociaciones de vela latina de la Albufera: lo que solía ser el instrumento para trasladar cargas entre los arrozales, ahora es un elemento de ocio y comunidad junto al que sobrevive parte ... del parque natural valenciano.
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Son las distintas asociaciones, agrupadas en la Federació Cultural Valenciana de Vela Llatina, las que trabajan en conservar una embarcación cuyo origen data del siglo VII. Organizan reuniones, almuerzos y quedadas para salir a navegar, todo ello para sus miembros. Sin embargo, la voluntad de rescatar el patrimonio de manos del olvido pasa también por popularizar la vela latina. Para ello, las asociaciones se encargan, de forma rotativa, de llevar a cabo exhibiciones a través de la Albufera, con almuerzo previo, comida posterior y premios simbólicos –como arroz o vino– a los que primero superen el circuito diseñado para la ocasión. Estas jornadas dan la oportunidad, a quien no está habituado, de conocer el entorno del parque natural, de apreciar la fauna que compone el ecosistema o de observar en primera persona la belleza de las velas desplegándose al unísono.
LAS PROVINCIAS, como parte del compromiso que ha adquirido con el cuidado y la conservación de la cultura que compone la Albufera, se sube a bordo de L'Esparver, la barqueta de José Luis y Mari Carmen, para formar parte de una de las exhibiciones habituales. Esta vez le toca a la asociación de Silla organizarla. Durante el paseo, la pareja explica la importancia de cuidar la vela latina, declarada Bien de Interés Cultural en 2016. Ellos –y el resto de miembros de las asociaciones– ya lo hacen, incluso con el vocabulario con el que se refieren a los elementos que componen el entorno de la navegación. Las embarcaciones no tienen mástil, tienen «arbre». Las cuerdas se atan en las «serretas» y, cuando quieren tirar el ancla, lanzan el «pedral». «Barragots», «corredor», «buc» son otros de los muchos términos que, pese a tener traducción al castellano, han decidido mantener y defender como parte de la cultura de la vela latina y, por tanto, de la Albufera y de Valencia.
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También son sostenibles, respetuosos con el medio ambiente y el ecosistema en el que conviven. Tratan de evitar el plástico en la mayor medida posible y apuestan por maderas de diferentes árboles para la confección de sus barcas. Esta también debe cumplir una serie de requisitos en cuanto a los materiales utilizados en su construcción para, de esa forma, ajustarse a los métodos del pasado.
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La Federació Cultural Valenciana de Vela Llatina está formada por asociaciones de Catarroja, Silla, Sollana, El Palmar, Alfafar y Valencia. Para ser parte de ellas y participar en sus actividades, basta con tener una embarcación –comprada a otro miembro o fabricada– e inscribirse. Ellos abren las puertas a cualquier persona interesada en contribuir a la preservación del patrimonio.
Algunos de los miembros hacen hincapié en la importancia de asegurar un traspaso generacional para levar a cabo la conservación y el cuidado de la vela latina, entendida esta como una parte de la historia y la cultura de la Albufera. Este tipo de embarcación quedó prácticamente relegada a un segundo plano e incluso abandonada tras la aparición de los coches y tractores en la sociedad. Hace 40 años, sin embargo, se reunió un grupo de personas y optó por darle una segunda vida, esta vez como un elemento de ocio, aunque siempre puesta la visión en su relevancia en el contexto valenciano. El compromiso que han adquirido en la actualidad las asociaciones con la vela latina va más allá de la navegación por entretenimiento.
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En cuanto al aspecto técnico, las embarcaciones son lisas en su parte inferior, lo que les facilita el movimiento por tramos sin apenas profundidad, de ahí su origen y su uso en la Albufera, donde en algunos puntos el agua puede llegar incluso por la altura de las rodillas. No están hechas para remar, por lo que, para navegar, cuentan con un pequeño motor y con una gran vela triangular. También exigen un cuidado: «Las barcas las sacamos cada dos años aproximadamente. Las limpiamos, les damos una mano de pintura si les hace falta... así evitamos que se deterioren», explica José Luis. Cuenta también que optó por sumergirse en el mundo de la vela latina tras su jubilación y es una de las mejores decisiones que ha tomado.
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