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¿Qué hace un toro de Osborne en el campus?

Las instalaciones de la Politècnica acogen el único ejemplo del icónico símbolo en suelo urbano de toda España

Jorge Alacid

Valencia

Jueves, 4 de mayo 2023, 02:09

El profesor de arquitectura de la Universitat Politècnica te cita en su despacho pero, consciente del laberinto de edificios que se reparten por el campus ... y temeroso de que te pierdas, lanza este aviso: «Mejor quedamos donde el toro de Osborne». La telefonista que atiende la centralita de Radio Taxi encaja el mensaje: «De acuerdo, el taxi le llevará hasta donde el toro de Osborne». Con otro profesor de Ingeniería intercambias el mismo recado: «Nos vemos donde el toro de Osborne». Y un rastreo por google te confirma que no: que no te has vuelto majareta. En efecto, el toro de Osborne existe y entre el estudiantado y demás familia universitaria se ha interiorizado con esa misma familiaridad que se observa en los casos arriba citados.

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Así que la pregunta nace por sí sola: qué pinta allí este toro. Y aunque el propio navegador te informa de algunas particularidades de su ubicación, y también señala que se trata del único de estas características plantado en suelo urbano de toda España, las respuestas más pertinentes al respecto se alumbran en la propia UPV. Amparo Carbonell, catedrática de Escultura del campus y vicerrectora cuando el toro de Osborne llegó hasta sus dominios, revela que no recuerda la fecha exacta de su adquisición pero sí retiene un detalle, el detonante del interés de la Politécnica por hacerse con la madre de todos los iconos patrios: «Fue a consecuencia de la decisión del Gobierno de eliminar los grandes anuncios en las carreteras en 1988». «Lo hablé con Justo Nieto», por entonces rector, «y me dijo: 'Pide uno para nosotros'».

Se iniciaba con esta frase un proceso que Carbonell conserva aún bien fresco: «Planteé la posibilidad de iniciar una sección dentro del campus escultórico para albergar Diseño Publicitario y luego nos pusimos en contacto con la empresa de Osborne para pedirles uno de los toros que iban a retirar». Bingo: su ruego fue aceptado, la bodega jerezana regaló un ejemplar, ese tótem celtibérico nacido del ingenio del diseñador Manuel Prieto, y desde entonces quienes ingresan en el campus por su acceso 0 disfrutan saludándose con este morlaco pacífico y negro zahíno, con un toque de color azul brillando entre su rabo y una de sus patas.

«Es una pieza emblemática del diseño publicitario», observa la exvicerrectora, quien explica que el campus, en esta misma línea de reivindicar esta clase de emblemas, »también tenía previsto colocar el de Nitrato de Chile, obra del arquitecto Adolfo López-Durán Lozano, que tenía un nieto que era profesor en la UPV y había localizado un mural en un pueblo cercano a Valencia«. »Otra posible incorporación era el muñeco de Michelin, obra de Marius Rossillon«, añade. Un propósito finalmente frustrado, como acepta Carbonell, ya jubilada del claustro de la UPV: »Esa línea posteriormente no se siguió ampliando y se quedaron por colocar los paneles del equipo de diseño de La Nave«.

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Valga por lo tanto este mastodóntico cartel como ejemplo de la singularidad de aquel proyecto que no prosperó y valga como demostración de que el buen diseño, el que congenia con la mentalidad colectiva, contempla entre sus atributos principales su capacidad para ser invisible en este tipo de casos: cuando alcanza una fama tan exagerada que ya nuestros ojos no lo ven. Hasta el punto de que cuando el novato por estos lares hace notar a los veteranos del campus la rareza que encarna su toro de Osborne, la mayoría de ellos se encoge de hombros y mira hacia su estampa como si fuera la primera vez que lo divisan.

Es natural. También el conductor que cruza ante el paisaje español y tropieza con el casi centenar de carteles gemelos (nueve de ellos en la Comunitat) se muestra indiferente a la potencia de semejante icono, cuyo mantenimiento corre por cierto a cuenta directa de la propia empresa. Analizado de cerca, parece conservarse en perfecto estado. Y aunque en estos tiempos de la corrección política el mundo taurino (y sus hermanos) se sitúan a menudo en la diana del discurso dominante, su presencia no parece incomodar a nadie por el campus. Profesores y alumnos deben pensar igual que quien lo ve por primera vez y recuerda sus remotos tiempos de estudiante: más cornadas dan los exámenes.

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