«Cariño, ve comiendo. Estoy atascado en la V-30». ¿Les suena? Posiblemente sí, si usted es uno de los más de 100.000 conductores que diariamente transitan por la circunvalación. Es usada tanto en desplazamientos laborales como por los camioneros en su ruta de ... entrada y salida del puerto de Valencia, escenario del atasco más crónico y tortuoso de cuantos se producen en Valencia y su área metropolitana.
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El gran tapón no suele responder a un coche averiado o accidente de tráfico (cuando eso sucede aún es mucho peor). Ni siquiera es una consecuencia de una hora punta, como puede suceder con la A-7 (bypass) o la A-3 en salidas de vacaciones o momentos de desplazamientos laborales. Es completamente crónico. Todos los días laborables, con la única salvedad de que los viernes se complica más. Si cabe.
Según Tráfico, el tramo crítico comprende entre el kilómetro 7, en término de Valencia, y el kilómetro 10, en Quart de Poblet. Se corresponde con el final del tramo del cauce en sentido hacia Paterna y la Ronda Norte. Es una ruta frecuentada por aquellos que viven en las muchas urbanizaciones de l'Horta o Camp de Turia (el auge 'chaletero' tras la pandemia). También para los que buscan la Ronda Norte o van de regreso a la A-7.
Existen dos momentos de congestión. Uno es por la mañana, entre las 7 y las 10 horas. El segundo y más complicado comienza a las 13 horas y ya no acaba hasta las 20.30, según Tráfico. Es decir, si atendemos a las horas de luz de una jornada sólo hay tres en las que la circunvalación disponga de una fluidez razonable.
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La culpa del colapso, además de un flujo de vehículos en aumento, la encontramos en un singular estrechamiento a la altura del Hospital Militar. Paradójicamente, allá donde la V-30 va más cargada, el espacio de paso languidece para luego volverse a abrir.
Según fuentes de Tráfico, las retenciones o tráfico muy lento en el tramo final junto al cauce tienen dos horquillas esenciales de lunes a viernes. La primera es entre las 7 y las 10 horas. Y la segunda, y mucho peor, entre las 13 y las 20.30 horas.
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Los viernes, toca armarse de paciencia. Más si cabe. Cambios de ritmo laboral y movimientos de vehículos por los primeros desplazamientos de fin de semana crean un cóctel fatal. Ese día, desde las 14.30 horas, se forman congestiones de cinco kilómetros o más que suelen ocupar desde el Cementerio General hasta pasada la rotonda del Hospital Militar. A esa hora casi no hay ningún tramo fluido. En ese momento, salvo accidentes en otros puntos, se convierte en el mayor atasco de Valencia y su área metropolitana.
Se producen, esencialmente, tres tipos de siniestros, cuya frecuencia ha llevado a la DGT a marcar cuatro kilómetros de la vía como tramo de concentración de accidentes.
El primero es el alcance, cuando un vehículo viene tan rápido que no frena a tiempo ante la retención y se estrella con el de enfrente en el mismo carril. O bien el conductor se despista entre los continuos frenazos y avances y choca.
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Otro riesgo enorme es el del conductor que se ve retenido en un carril e intenta cambiar repentinamente al de al lado, más vacío. Lógicamente, lo hace a marcha reducida y entonces un coche o camión llega a gran velocidad por el otro carril, no logra frenar y le embiste en su costado.
A causa de las muchas incorporaciones y desvíos, también se han producido muchas colisiones laterales de arrastre, en las que un vehículo busca una salida con poca antelación sin detectar que otro circula en línea recta. O se producen cambios de carriles simultáneos en direcciones opuestas.
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El Gobierno es consciente del grave problema de circulación, pero lleva años sin solucionarlo. El Ministerio de Transportes aprobó al fin este verano los dos proyectos concebidos para intentar romper el gran tapón. Cuestan casi 80 millones de euros y conllevan 130 expropiaciones de terrenos en cinco municipios: Valencia, Mislata, Paterna, Quart de Poblet y Xirivella.
El primero es la mejora de capacidad del enlace entre la V-30 y la CV-30, con una inversión de 21 millones de euros. La intención es, en esencia, «remodelar la conexión entre Quart de Poblet con Mislata y una prolongación de las calzadas central y lateral de la margen derecha de la V-30 para que una continúe hacia la A-7 y otra conecte directamente con la CV-30».
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El segundo es todavía más caro. Prevé el Gobierno gastar 56 millones para una conexión que vierta el tráfico de la V-30 a la A-3 directamente sin tener que pasar por el actual desvío en curva cerrada hacia el puente de Xirivella. Esto supone construir un nuevo puente paralelo al que ya existe. Se suma una ampliación a cuatro carriles de la A-3 desde este enlace hasta el acceso al aeropuerto.
Como en los atascos, aún hay que tener paciencia. Los dos proyectos están actualmente en trámite de información pública. Falta completar el periodo de alegaciones y la licitación de obras. Y, a partir de ahí, sumar tiempo de construcción y los problemas adicionales para el tráfico durante la ejecución. A consultas de este diario, el Ministerio de Transportes no aporta una fecha concreta sobre cuándo se harán realidad estas obras.
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Manuel Miñes es el director gerente de la Cámara de Contratistas. Desde su experiencia, la más crucial es la conexión directa entre la V-30 y la A-3, la del nuevo puente. Esto «sacaría muchísimos camiones y de manera más ágil que ahora», lo que aliviaría el tenso tramo final. Estima que, dada la urgencia, «antes de que acabe el año o a principios de 2025 podríamos tener ya la licitación». Eso supondría «un comienzo de obras para primavera o Fallas». Después, «unos dos años largos por delante», pues se trata «de una obra muy aparatosa».
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El otro proyecto, la mejora del enlace con la CV-30, «aún está más verde». Atisba que podría licitarse «pasada la primavera» y las obras prolongarse «un año y medio o más» tras unos trabajos que serán «muy engorrosos para el tráfico». En resumen, queda atasco para rato, posiblemente la situación empeore con las obras y el alivio no llegará «hasta mitad de 2027, siendo muy optimista».
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Ante la realidad del atasco más crónico de Valencia cada cual tiene sus trucos. Los hay que intentan salir de trabajar antes de las dos y discurren en las escasas horas de menor afluencia. También quienes buscan rutas alternativas que, en la mayoría de los casos, sobrecargan el tráfico en la Ronda Sur de Valencia. Es decir, la ciudad paga el pato de la V-30.
Son situaciones como las de Beatriz, profesora que vive en Paterna y trabaja en un centro de San Marcelino. «Para volver, lo más a mano es la V-30, pero es insoportable. El cauce es una pesadilla. El otro día me tiré más de 20 minutos parada». Ha decidido usar el bulevar sur y escapar a Paterna por Beniferri. «Prefiero los semáforos que la incertidumbre y el agobio de estar atrapada entre camiones». De paso «evito el riesgo de accidente».
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Jaime vive en la zona de Alfahuir, en Rascanya, y trabaja en el polígono Vara de Quart. Tres cuartos de lo mismo. «Antes iba por la V-30, pero ya he optado por dos rutas alternativas. O bordeo el río y tomo la calle Alboraya hasta el final o bien voy por el puente del Nou d'Octubre y busco ronda norte por Beniferri».
Miguel vive en avenida López Piñero, junto a la Ciudad de la Justicia. Trabaja cerca de Tres Forques y, tras quedar atrapado varias veces junto a la EMT, ha cambiado sus hábitos. «Generalmente me desplazo por la carretera junto al cementerio. Tiene al menos cuatro semáforos, pero me garantiza un tráfico mucho más fluido», argumenta.
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Además, evita el peligro. «He vivido tres accidentes graves a la altura de la incorporación de San Isidro. Uno, en primera persona, otro, de una compañera de trabajo y un tercero que vi al pasar. Los camiones ven la salida hacía Torrent y giran sin ver que por el carril derecho circula otro vehículo». El retorno a casa, «tampoco me lo planteo de otra manera, la V-30 hacía el puerto también sufre tráfico muy denso o parado».
Los transportistas también sufren el tapón a diario. Carlos García es el secretario general de la Federación Valenciana del Transporte y la Logística (FVET). Aporta cifras que explican la gran congestión: «Según la DGT, por la V-30 circulan 110.000 vehículos de media diaria y 24.000 son pesados. La movilidad crece y la tendencia es al alza». Destaca, además, que cada día «acceden 4.000 transportes de contenedores al puerto», actividad que «ha aumentado un 2% en lo que va de un año».
¿La carretera se ha quedado pequeña para tantos? «Es obvio que sí», zanja. «Es una congestión continua. Por la mañana, al mediodía, por la tarde… Psicológicamente es duro saber que cada día vas a acabar en un un embudo». En casos extremos, «hay camioneros que se han tirado allí hasta tres horas por un pequeño accidente», lamenta García.
Y otro problema: «Con tanto atasco se superan los márgenes de tiempo de conducción, con riesgo de infracciones y multas». O «se incumplen horarios de entrega y hay pérdidas económicas por los retrasos». Para García no hay duda. «Ese tramo de la V-30 está en el top 1 de carreteras tortuosas para nuestro trabajo en la provincia. En segunda posición, el 'bypass'». Y «no existe nada tan sobrecargado y cronificado ni en Madrid ni en Barcelona».
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A diferencia de los automovilistas, «nosotros no tenemos escapatoria. No podemos penetrar en Valencia o huir por pueblos. Sólo hay un camino y hay que armarse de paciencia». En cuanto a los accidentes y maniobras peligrosas, «cuando una carretera está tan inflada todos podemos cometer errores y nadie tiene la culpa en su totalidad. La vía no traga y todos pasan tensión».
Para García, las obras que ha anunciado el Gobierno, «son sólo un parche» y las tilda de «insuficientes». Esta es su conclusión: «No se explica que uno de los principales puertos de España y de Europa tenga sólo un acceso por el sur». La solución del ministerio de Óscar Puente «es partir un poco la miseria entre los mismos usuarios y, además, llega tarde».
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