Suciedad en las calles del barrio de Torrefiel. iván arlandis

«Las ratas cruzan por el paso de peatones a plena luz del día»

Vecinos de Torrefiel estallan ante la suciedad en las calles de la zona

BELÉN HERNÁNDEZ

Miércoles, 3 de agosto 2022, 00:55

Un hedor a basura y a orina envuelven al viandante que entra a visitar el barrio de Torrefiel. Las personas que viven en el centro de Valencia ... cierran las ventanas, molestos, por el sonido que generan los camiones de limpieza al pasar. En Torrefiel es todo lo contrario: ver cómo llega uno de ellos es como observar deslizarse a una estrella fugaz. Inaudito. Aplaudido por un vecindario cansado de tratar de erigir sus vidas en un escenario carente de salubridad.

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La limpieza que se lleva a cabo en Torrefiel se parece más a esconder el polvo detrás del sofá que a hacer un barrido profundo. Susana tiene un negocio de comidas para llevar. Su local está perfectamente cuidado, limpio, aunque el estado de las calles no favorece en absoluto a la imagen de su negocio.

«Varias ratas cruzan por este paso de peatones a plena luz del día» dice, incrédula ante el paisaje con el que tiene que lidiar diariamente mientras trata de sacar a flote la casa de comidas preparadas en la que trabaja. Susana se ve obligada a fregar con esmero su parte de acera. Todos los días recoge excrementos de perros y limpia restos de orina. «Torrefiel cada vez se va degradando más. Se descuida a los barrios de las afueras».

No hay ni un sólo habitante de la zona que, ya no celebre, si no que se conforme con la limpieza que se hace de las calles. María Mercedes guarda varias bolsas completamente cargadas en su coche. Solía vivir en Torrefiel, pero «me he mudado a Benimaclet», confiesa con orgullo. «Esto está cada vez más sucio. Sólo pasa un pobre barrendero que se tiene que hacer cargo de todo el barrio». Y así es. A lo largo de la mañana únicamente pasa una mujer con un pequeño contenedor. Recoge todo lo que puede. Pero tras su marcha, las manchas de residuos de las aceras o las cajas de cartón que sobresalen de los contenedores permanecen en su sitio. Las latas se desperdigan por el suelo, ya casi como algo natural. Y las colillas se amontonan en aquellos rincones en los que es imposible pasar desapercibido el rastro de mugre, que coincide con la parte posterior de un colegio.

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Harta de la situación, María Mercedes vio la oportunidad de abandonar la zona y la cogió sin dudarlo. «Por aquí no es agradable bajar a la calle».

Un cambio, ¿mito o realidad?

Lola pasea por una de las avenidas cercanas a la calle Alcañiz. Abre los ojos de par en par al escuchar la pregunta: «¿Está contenta con la limpieza del barrio?». Responde con rotundidad que no. Como el resto de habitantes. Pero Lola, una mujer de mediana edad, decidió tomar cartas en el asunto y dirigirse personalmente al Ayuntamiento.

«No puede ser que en una calle hayan seis contenedores juntos y que en la calle de al lado no haya ninguno. No están bien repartidos. Me parece insano».

Y recibió su respuesta: tenía que reunir una gran cantidad de firmas para que tomaran en consideración su solicitud. Pero la ciudadana de a pie no vio la manera de cargar con todo el peso del barrio sobre sus hombros. «De normal por aquí no se puede ni pasar», comenta desencantada.

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