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«Es duro, porque no sabemos si cuando llegue va a tener agua para ducharse. Aún así, esperamos su vuelta en Navidad». María Dolores y ... Emilio se han despedido este domingo de Tania, su hija ucraniana, con la que han pasado ya el séptimo verano en Valencia y que este mismo domingo, junto a más de medio centenar de niños más, emprende el viaje de regreso a casa. A Ucrania, al horror de la guerra. María Dolores y Emilio, que no tienen hijos, ejercen de padres de acogida como las decenas de progenitores que cargan las maletas de sus pequeños. Son conscientes de que allí están en guerra. Pero también, que vuelven con sus familias, muchas de ellas castigadas por la invasión rusa.
Aún así, este domingo, ese autobús que durante tres días de viaje atravesará España, Francia, Alemania y Polonia hasta llegar a la zona de Ivankiv, al lado de la frontera con Bielorrusia, o a localidades como Irpin, Bucha y Jarkiv, iba cargado de mucha ropa, muchas medicinas y también esperanza. Una esperanza en forma de miles de besos, de abrazos, de «nos vemos en Navidad» y de alguna que otra lágrima derramada por esas familias que, desde el 20 de junio que llegaron los pequeños, los han hecho vivir realmente unas «vacaciones en paz».
Ese es el lema de esta iniciativa que lleva a cabo la asociación Juntos por la Vida, cuyos voluntarios acompañarán a estos niños y niñas de nuevo con sus familias. Muchos ya conocen el horror de haber perdido algún hermano o un padre en el frente. También saben del sonido de las sirenas y de la explosión de los misiles. Pero durante dos meses, en Valencia, han dejado atrás la terrible situación que se vive en Ucrania.
La presidenta de Juntos por la Vida, Clara Arnal, ha asegurado que pese a que vuelven a sus casas «mantienen el contacto con sus familias de acogida». «Los niños son muy adaptables y, aunque viven en un conflicto bélico, asumen que así es como viven. Pero cuando llegan aquí, tienen un respiro, un momento de paz», afirma Arnal. Nada más llegar, de lo primero de lo que se preocupa la cara visible de la asociación es de recoger las medicinas que se llevaran hasta Ucrania. «Hay desabastecimiento de medicamentos que aquí son básicos», asegura. Es más, esta entidad tiene dos centros en Ucrania desde donde se atiende a mas de 600 familias en zonas muy rurales sin recursos, y a muchas personas mayores que están encamadas y sin posibilidad de moverse.
«La situación sigue siendo difícil, y algunas de las aldeas donde regresan los menores a sus casas tienen restricciones de electricidad, y se aproxima un otoño y un invierno duro», añade antes de comenzar a despedir, como las más de medio centenar de familias, a esos pequeños de entre 6 y 17 años de edad, que saben lo que es vivir en guerra. Porque la mayoría proceden de la zona de Ivankiv, a lado de la frontera con Bielorrusia, que fue atacada al inicio de la invasión, y en estos momentos está bajo amenaza de nuevo de una segunda invasión terrestre.
Así que, aunque ha sido duro, como señalaba Silvia, también madre de acogida de una de las niñas, tocaba decir adiós. Con pena pero sabiendo que regresarán. Y con la esperanza de que, pese al horror de la guerra en Ucrania, se llevan esas maletas llenas de amor desde Valencia.
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