![70 años del marcaje de Mangriñán a Di Stéfano](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/09/11/IMG_0739-RJoPg3EQsBd5pW5vjUfEVXL-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Mangriñear (o mangriñanear): marcar, perseguir sin dar tregua a una persona«. Esta podría ser perfectamente una entrada en la RAE si se hubiese prolongado en el tiempo el uso popular de un verbo derivado, entre otros, del marcaje que José Mangriñán (La Vall d'Uxó, 1929-2006) realizó sobre Di Stéfano el 12 de septiembre de 1954.
70 años se cumplen hoy de aquel partido disputado en Chamartín entre el Real Madrid y el Valencia que llegó a provocar que un socio del club merengue cambiara de equipo y se hiciese del Atlético. «Para mí es un honor que se recuerde con tanto cariño a mi padre, pero no sólo porque es mi padre, también a cualquier futbolista que forme parte de la historia del Valencia porque si el club es tan grande, más allá del máximo accionista, es gracias a jugadores que construyeron poco a poco este club», comenta Alfonso Mangriñán, hijo de aquel defensa rubio y de apariencia juvenil quien guarda en su memoria cientos de anécdotas que formaron parte de la vida del zaguero y de la entidad blanquinegra.
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«Esa jugada que hoy cumple 70 años forma parte de nuestro ADN, como todos los que hicieron historia en el club, se hubiese podido quedar el nombre de la jugada, como se le llama tirar a lo panenka un penalti de una manera concreta, pero con el tiempo, por unas cosas u otras, cayó en desuso», continúa, antes de describir una situación curiosa respecto a aquella jugada que fue más allá del fútbol.
«Un día después de un partido contra el Atlético de Madrid, mi padre se fue con otros futbolistas del Valencia al teatro a ver un espectáculo de Inma Villa, una vedette conocida de la época. Tras finalizar el show, bajó del escenario y un grupo de personas la fueron siguiendo diciéndole piropos y ella dijo: 'Deje usted de seguirme ni que fuese el Mangriñán ese'. A continuación, el resto de la plantilla empezó a decirle a la artista que justamente él estaba allí, y lo señalaban, él no sabía dónde esconderse».
Pese al carácter tímido del futbolista en aquella situación, Mangriñán era uno de esos jugadores que temen de la mejor manera en las plantillas: «Era muy bromista, tenía para todos, desde compañeros a empleados del club, una vez hizo creer que se lo habían dejado en un desplazamiento escondiéndose en la parte de arriba del bus mientras el resto dormía». Y él no descansaba, porque a Mangriñán le llamaban motoret. De su pasión por la música, cantaba por Machín, entre otros, no sabían muchos.
El marcaje del castellonense a Di Stéfano no fue el único, lógicamente, pero sí que fue significativo tanto por lo que supuso como a nivel personal ya que Mangriñán guardaba un enorme respeto al argentino: «Mi padre siempre lo admiró, antes y después de aquel marcaje. La técnica, la preparación física de ante nada tenían que ver con las de ahora. Creía que era el mejor jugador del mundo porque era muy completo, igual bajaba a defender que atacaba. Consideraba que por muchos entrenadores que hubiesen, era él quien dirigía desde dentro del terreno de juego al Real Madrid».
Para saber qué opinaba el que posteriormente se sentase en el banquillo valencianista, sólo hay que acudir a un libro de memorias titulado Gracias, vieja. «Ahí reconoce que mi padre lo anuló completamente, que nunca le dio una mala patada ni usó malas artes para secarlo». Fuera del terreno de juego también coincidieron, fue en un acto con motivo del 75 aniversario del Valencia: «Mi madre le decía que fuese a saludarlo, pero él pensaba que no le iba a reconocer o no se iba a acordar de él. Siempre fue una persona muy humilde», concluye Alfonso.
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