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Luis Aragonés, en un partido en Mestalla J. J. MONZÓ
Cuando Aragonés gobernó en Mestalla
VALENCIA CF

Cuando Aragonés gobernó en Mestalla

El recuerdo del Sabio de Hortaleza sigue vivo seis años después de su muerte: en el Valencia rozó la Liga antes de que los choques con Roig forzaran su salida

Toni Calero

Valencia

Domingo, 9 de febrero 2020

La historia de la Liga tendría otro sentido de no haber existido Luis Aragonés, futbolista extraordinario y entrenador indiscutible. Un nómada socarrón, astuto, exigente y exigido, directo y controvertido. Un tipo cuya presencia era capaz de encoger el punch de los periodistas. Aragonés vivió todas las caras del fútbol en nueve clubes hasta completar su gran obra en la selección. «Si no hago un equipo campeón con estos jugadores es que soy una mierda de entrenador», les dijo a Casillas, Xavi, Villa, Iniesta y compañía durante la Eurocopa que fulminaría los negros capítulos de España en los grandes torneos. Luis fue el abuelo de una irrepetible generación de futbolistas y por ello, seis años después de su muerte, los tótems de ese vestuario continúan recordando al arquitecto de la Euro que traería después el Mundial de Sudáfrica, ya con Del Bosque en el banquillo, y la Eurocopa de 2012.

En 1995 la carrera de Aragonés como entrenador hizo parada en Mestalla. El tiempo de Parreira había concluido y Paco Roig se atrevió con una leyenda del Atlético de Madrid que encadenó equipos (Betis, Barcelona, Español y Sevilla) aunque siempre se ponía al teléfono cuando marcaban desde el Manzanares. «Un chalecillo en Paterna, muy cerca de la ciudad deportiva» y a funcionar. Aragonés se encontró a una plantilla a la que exprimiría más de lo imaginable. Zubizarreta, Fernando, Camarasa o Mazinho como líderes; Mendieta o Gálvez destacados entre la juventud y una figura de talla mundial: Pedja Mijatovic. Cuando Aragonés gobernó en Mestalla, el Valencia fue un motor diésel acercándose al Atlético para discutirle la Liga. «Le iba cogiendo terreno y le faltaron dos o tres jornadas. Todo el mundo pensaba que si duraba un poco más, el Valencia le iba a cazar y ganaría la Liga», recuerda Luis, el único varón de los cinco hijos del Sabio. En la jornada 30, el Valencia estaba a diez puntos del líder, a la última llegó con opciones aunque los rojiblancos no fallaron contra el Albacete.

Roig había acertado dándole el equipo a Aragonés, que peleó una Liga que al Valencia se le resistía desde el gol de Forment en el 71.

Sucedió que para el nuevo proyecto, presidente y entrenador tenían pensamientos diferentes. «Con la directiva le separaban cosas, aquellas promesas que te hacen de fichar jugadores y hacer un gran equipo y luego no llega el dinero», explica el hijo de Aragonés, que junto a sus hermanos se escapaba de Madrid a Valencia para que el técnico le enseñara los buenos lugares de Valencia: «Mi padre era movido e inquieto, iba de aquí para allá y muchos de los conocimientos vienen de la experiencia de estar en los sitios, moviéndote».

El hijo de Aragonés, en una visita a la sede de la Federación RFFM

Roig y Aragonés superaron sus primeras discusiones y el técnico empezaría la 96-97, ya sin Mijatovic pero con Piojo, Karpin y Romario, la madre de todas las guerras. Nada volvió a ser igual después del verano. «Los jugadores estuvieron con él hasta el último momento», destaca Luis, pero a mediados de noviembre, después de ganar al Besiktas (3-1) en la UEFA, Aragonés se harta: «Es muy difícil trabajar así». El técnico de Hortaleza, quince meses después de su fichaje, salía con rabia por dejar inconcluso el trabajo. Aragonés se fue con el Valencia sexto en Liga (a siete puntos del líder) y el equipo cerró el campeonato -con Valdano- en décima posición, a 36 puntos del Real Madrid. «Siempre pensó lo mismo: un día eres campeón del mundo y al siguiente, te echan. Tenía asumido que su trabajo era así», repasa Luis de los pensamientos de su padre.

Aragonés no regresaría nunca al Valencia, un club del que siempre guardó «un gran recuerdo». «Tenía un gran cariño por la ciudad y los aficionados porque coincidió bastante en cuanto a mentalidad e ideas. Y a nivel familiar siempre estuvimos muy contentos del trato que mi padre recibió del Valencia», apunta el hijo de Aragonés, que no se resiste a contar la visita de Mijatovic al funeral de su padre, en 2014: «Entró en un momento en el que no había casi nadie, sin bombo ni platillo, le rezó a mi padre y se fue. Lo que hace un amigo, fuera de focos. Le daría las gracias al míster, conversaría con él, no lo sé. Para mí, chapeau. Esas cosas no se pueden borrar«.

Aragonés y Romario, durante la famosa bronca en Paterna. EFE/MANUEL BRUQUE

Tensión con Romario, el jugador a quien no pudo convencer

Cuando Paco Roig se empeñó en Romario para completar la plantilla que había rozado la Liga el año anterior, Luis Aragonés pronunció una única frase: «Sólo me interesa si viene a competir». No había descubierto la pólvora el entrenador pensando en que el brasileño estaba de vuelta. Romario estrenó la treintena cuando aceptó al Valencia y dos años antes se había proclamado campeón del mundo, además de maravillar en el Barcelona. Unos 200 millones de pesetas pagaron en Mestalla para que 'Baixinho' aparcara sus queridas playas de Río de Janeiro para volver a Europa. Pero la relación Romario-Aragonés nació mal y murió aún peor.

«Mi padre y él tenían intereses contrapuestos. Romario deseaba otras historias y mi padre, como empleado del Valencia, quería que todo el mundo cumpliera», recuerda el hijo del técnico. Después de la famosa escena en la ciudad deportiva de Paterna -cuando aún se permitía la entrada al público- la distancia entre Aragonés y Romario se convirtió en insalvable. El 'míreme a los ojitos' fue el anticipo de la salida del brasileño. «Romario tenía un talento excepcional, lo que pasa es que no se tiene talento para todo. No tenía compromiso», dice el hijo de Aragonés, a quien literalmente resbalan los insultos que recientemente dedicó Romario a su padre.

El Sabio de Hortaleza se plantó ante Roig para exigirle que sacara a Romario de la plantilla y el presidente daría el 'sí, quiero' a regañadientes porque perdía a su estrella. Con la apuesta por Jorge Valdano, un técnico de otro corte, el brasileño regresaría a Valencia para emprender otra corta aventura que tampoco funcionó.

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