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Arias: «He llorado por este escudo, cuando subo por el túnel aún me tiemblan las piernas»

Arias: «He llorado por este escudo, cuando subo por el túnel aún me tiemblan las piernas»

Líbero de Mestalla por excelencia y brazalete cosido al brazo, lamenta que en aquel equipo liderado por Kempes faltara exigencia para ganar el título de Liga

Sábado, 1 de septiembre 2018

Ricardo Arias representa un Valencia añejo, con raíces y alma. ¿Se imagina alguien un jugador de la actual plantilla birlándole del bolsillo de la chaqueta un cigarro a Peter Lim en el mismo vestuario o tomándose un güisqui con coca cola con Marcelino nada más acabar un partido? Eso lo hizo este tipo (cambiando los personajes por Ramos Costa y Alfredo Di Stéfano), de peculiar andar, de ronca voz y que por corazón tiene un murciélago. El líbero por excelencia de Mestalla revive con su habitual sinceridad qué es el Valencia para él.

-He conocido el club en todas mis facetas como persona. Llegué siendo un crío de 18 años y me fui hombre con 35. Mi lealtad hacia el Valencia viene porque no he conocido otra cosa. Es mi casa, no sabría estar en otro sitio.

-¿Qué hubiera sido de Arias de no haber sido lo que fue?

-Imagino que tenista. Era monitor de tenis en Benimar. Nunca pensé que quería ser futbolista. Mestre y Pasieguito me siguieron un año entero y me ficharon.

-¿Qué ha significado Ricardo Arias para el Valencia?

-No vivo de esas etiquetas. Sé que he hecho cosas muy importantes, que le he dado mi vida, pero no pienso más allá.

-Pues participó en 17 de esos 100 años de historia.

-Sólo cumplí con mi cometido como valenciano y valencianista. Hice todo lo bueno y lo malo de corazón. Uno se puede equivocar pero nunca me arrepentí de lo que hice ni de las decisiones que tomé.

-¿Nunca tuvo dudas para irse?

-En mi último año me pude ir al América de Puebla, en Méjico. Pero quería tener un adiós digno para despedirme de mi gente. Si llego a jugar en otro equipo y tuviera que enfrentarme al Valencia, me habría lesionado antes para no jugar.

-Ese estereotipo que usted representa... cada vez se lleva menos.

-Ojalá existiera. El entorno futbolístico ha dañado tanto al romanticismo futbolístico... cada vez los jugadores piensan más en su futuro profesional que en la lealtad, en la fidelidad y en sus sentimientos, cosa que por otra parte a la larga acaban por no darte de comer.

-¿Encajaría usted en ese fútbol moderno?

-En la manera de pensar no lo sé; por mi físico sí, fue mi gran baza y virtud. Yo cuando tenía que correr y pegarme también lo hacía, pero mentalmente le aseguro que ahora no hubiera disfrutado nada en los partidos. Son tediosos. Veo uno de Primera y me duermo, no ves arte, no ves improvisación. Hoy se juega al fútbol en cuarenta metros.

-¿Tiene Mestalla un embrujo especial?

-Uf, y tanto. Yo cuando subo a la cabina a retransmitir para la radio oficial del club, no hay ningún partido que entre una hora y cuarto antes y me quede cinco minutos contemplando el campo vacío.

-¿Todavía se emociona?

-Mucho. Me imagino que para los que son de la tierra el sentimiento es similar. He llorado por este escudo, no sé qué coño tiene Mestalla pero cuando subo por las escaleritas del túnel ahora, esos diez o doce escalones que hay, me siguen temblando las piernas, igual que el día en el que iba a debutar. Me pasa lo mismo y no lo entiendo.

-¿Se acuerda de aquel estreno?

-Con el Málaga en Copa entre semana. Salí los últimos catorce minuto. Bueno, eso de jugar... yo diría que salí a esconderme. Estaba tan acojonado que no quería ni que me la pasaran. Me escondía detrás de los contrarios.

-¿Qué le dijo Heriberto Herrera antes de salir?

-No me acuerdo si fue Manolo Mestre, que estaba de segundo, el que me dijo en valenciano: 'Va Richard, que vas a eixir'. '¿Jo?... ¡Mestre!' Me acojoné. Quizás fue uno de mis días más importantes pero también fue de los peores. Lo pasé horrible.

-¿Se imaginaba lo que iba a venir posteriormente?

-Ni de coña.

-¿No confiaba en sí mismo?

-Si he conseguido jugar tantos años es porque nunca pensé cuánto iba a durar. Disfruté de los buenos momentos y sufrí con los malos, como el descenso.

-¿Eso lo vive igual uno de la casa?

-El año que bajamos, la mayoría desaparecen. Nos quedamos Sempere, Subi y yo como veteranos. Todo eran niños del Mestalla.

-¿Cómo vivió esa reconversión?

-La necesidad obliga. No había dinero. Subieron futbolistas que después fueron muy importantes en la historia. Hay alineaciones en las que había nueve valencianos. El día de la presentación recuerdo que Sempere, Subi y yo nos miramos y dijimos: 'Me cagüen la leche, si esto es una guardería'.

-¿Ha sido para usted Di Stéfano el mejor entrenador?

-Para mí sí, recuerdo a Espárrago, Pasieguito... he tenido a Roberto, a Koldo... Los malos no se lo voy a decir. He tenido nefastos, pero no hacia mí sino que hayan perjudicado al Valencia. No me tomo las entrevistas para reprochar nada.

-¿Kempes fue especial para usted?

-En lo profesional el honor y el orgullo de haber jugado con el mejor futbolista del mundo de aquella época. A nivel personal, somos compadres, más que amigos, es padrino de mi hijo Richard. Antes de acabar un partido ya habíamos quedado para cenar o salir juntos. Igual que con Felman, es mi 'hermano mayor', es mi referente en la vida. Fue el primero que sacó la cara por mí, cosa que otros compañeros no lo hicieron. Es lo que se saca del fútbol.

-Y los títulos...

-De eso no se vive.

-¿Fue Ramos Costa un presidente decisivo?

-A mí me ficha Ros Casares pero cuando subo del Mestalla es cuando toma el mando Ramos Costa y acomete la revolución. Conforma un equipazo, que asustaba. Pero a la vez que hace ese gasto monumental, se le olvida la guinda.

-¿A qué se refiere?

-La exigencia deportiva. No puedo aún entender cómo aquel equipo no ganó una Liga. Perdíamos dos puntos en todo el año en casa pero éramos incapaces de ganar un campeonato. Ganando los de casa, todos contentos. Eso me tiene escocido.

-Pero en Europa sí cumplieron.

-Se nos catalogó para competiciones cortas, pero había mucha calidad. El año que llego al Valencia hay 34 jugadores y mucho valenciano. Estaban Valdez, Adorno, Tirapu, Rep, Saurita... Saura para mí era un espejo donde mirarse en todo y, dicho sea de paso, no me gusta no verlo en Mestalla. Merece un sitio especial, gente como él, como Cerveró, de la tierra, que lo han mamado. Me duele que no aparezcan en Mestalla.

-¿Cuál fue su mejor momento?

-Enterrar la Segunda. Un alivio en lo personal y en lo profesional.

-¿Qué daba más gusto, ganarle al Madrid o al Barcelona?

-A los dos, pero había un pique especial con el Barça por otras connotaciones. Es igual de gozoso ganarle a uno que a otro.

-El número 4 es un símbolo.

-Hubo entrenadores que quisieron ponerme el seis y yo les tenía que decir: 'Míster, ¿no le importa que juegue con el 4?' Me lo respetaban.

-¿Cuántas camisetas guarda?

-Ninguna. He recuperado hace poco una senyera muy especial para mí. Sólo tengo esa.

-¿Cuántas patadas ha dado usted y a quién le tenía especial gana?

-Habré dado muchas, pero también me dieron a mí, ¡eh! No era violento, pero cuando metía la pierna la metía. Sabía dónde jugaba y el riesgo que corría. He tenido mis piques con jugadores, pero no era vengativo. En mi época nos peleábamos con Hugo Sánchez en el Madrid, Rubén Cano en el Atlético...

-El más incómodo...

-Los más bajitos, te marean mucho. Prefería gente con la que pegarme.

-¿Con qué pareja de centrales se queda?

-La carrera la inicié con mi maestro, Jesús Martínez. Todas las lecciones que me fue dando intenté asimilarlas. Después estuve seis años con Tendillo y otros seis con Camarasa. Me he divertido con ellos. Con Tendillo disfrutaba jugando, teníamos la misma concepción del fútbol, bajábamos el balón y nos gustaba jugarlo. Me llegué a sentir su mentor.

-El mejor consejo que le dieron...

-Jesús Martínez, que me llamaba niño, incluso sin hablarme me daba consejos. Yo cerraba los ojos jugando y él me dirigía. Me decía, 'déjate llevar y vive el fútbol'. A partir de ahí empecé a confiar más en mí.

-¿Llega a pesar el brazalete?

-Entonces no había cuatro capitanes como ahora. Me he pegado muchas veces con la directiva por un compañero. Eso sí, me he quedado con cierto resquemor por dar la cara por ellos cuando en otras situaciones me han defraudado.

-¿Cómo se vive un centenario?

-Hay que seguir construyendo y dar solidez a un proyecto de futuro, recuperar el alma del valencianismo.

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