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El fútbol y los bares son uno de esos matrimonios inseparables. Es parte de la cultura. Para algunos, una tradición sagrada. Los fieles acuden incluso horas antes de los pitidos iniciales a sus locales de confianza para amenizar esas tardes de pasión de la mejor manera. Pocas cosas mejores hay que juntarse con varios amigos y conversar sobre el inminente encuentro.
Mestalla no es diferente. Su centenaria historia ha hecho que generaciones y generaciones de aficionados blanquinegros hayan pasado por los locales de hostelería que rodean al templo valencianista. Ya sea en la Avenida de Suecia, en Aragón, en Juan Reglà o en Micer Mascó. Incluso los que no están literalmente frente al estadio forman parte de la cultura de los bares de Mestalla. Con un corto paseo por las mencionadas vías uno se cruza con la cultura futbolera en cualquier rincón. Las decoraciones futboleras adornan los interiores de los bares con recuerdos relacionados con el Valencia que hacen que se respire el ambiente futbolero en todos sus rincones.
Porque muchos de estos negocios nacieron por la cercanía con el campo. Mestalla es un atractivo turístico y, como bien confirman los propios hosteleros, es «una facturación segura». Así lo cuenta Oliver, del Afición Bar. «Mestalla nos asegura el poder seguir sobreviviendo. Es lo que nos hace seguir invirtiendo para hacer crecer el negocio. Porque tal y como están las cosas en el mundo empresarial en España ahora mismo, es difícil», afirma. Seguro que se han paseado en alguna ocasión por los alrededores del estadio en un día normal. Entre semana, una mañana tranquila. ¿Recuerdan cómo estaban los bares? Ahora piensen en un día de partido, en el mismo sitio. Porque la tarde que el Valencia juega en Mestalla, todo cambia.
La masificación que viven estos locales es difícilmente comparable con otros eventos que suceden en la ciudad de forma periódica. Muchos se transforman y cambian por completo su modelo de negocio. Para empezar, por medidas de seguridad que se imponen desde la Policía, no pueden vender nada de cristal. Muchos dejan de atender en mesas y dejan que los clientes acudan a la barra para hacer sus pedidos. Porque atender a miles de personas, es prácticamente imposible. «Nos convertimos en unas barras de festival en vez de un bar con servicio a mesa», bromea Oliver al respecto.
Porque si hablamos de cifras, el día de partido es el día más importante de la facturación mensual de estos locales. Las cajas de los bares no es que se dupliquen respecto a un día normal y corriente. Se quintuplican. Y con los ingresos, también los gastos en materias primas. El 60% de los litros de cerveza que se consume en un mes se vende en los días que juega el Valencia. Más de 1.000 litros de cerveza, según aseguran los propios hosteleros.
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Un descenso del Valencia a Segunda División sería duro para estos negocios también. La pérdida de partidos importantes como las visitas del Real Madrid o el Barcelona hacen que mucho público no habitual acuda, especialmente los turistas. Porque tal y como confirman los hosteleros más antiguos el año más fuerte fue el de Segunda, es decir, la temporada 1986-87. Lo que está claro es que la incertidumbre en los negocios nunca es bienvenida. Y dentro de ese miedo, existe uno todavía mayor.
El futuro del propio Mestalla está en vilo. Los planes de mudanza a Cortes Valencianas llevan en pie más de una década, al igual que los del derribo del templo. Algo que llena de miedo a los propietarios de estos bares. «Si Mestalla lo tiran y construyen edificios quizá la zona tenga más habitantes. Soy valencianista y no me gustaría que lo quitasen. No entiendo que no se plantee la posibilidad de reformar Mestalla. A cualquier valencianista le gustaría que se quedase aquí el estadio. Nosotros vivimos del fútbol, pero la idea de todo negocio es seguir generando valor para ir creciendo y no depender de algo como tener un estadio al lado, que es un ingreso muy fácil. Si sucede, nos tocará replantearnos el futuro», afirman desde el Afición Bar.
Diego, camarero The Little Corner, describe que Mestalla para ellos «es todo». Porque en su local, cambia todo en el día de partido. «Pasamos de ser una cafetería a un bar que sirve bocadillos ya preparados. Cerramos una parte del local y sacamos todas las mesas fuera. Esos días son horas y horas de mucho trabajo, y de mucha facturación, claro», afirma. Ellos también tienen miedo al futuro de Mestalla, ya que les afectaría negativamente. Aún así, saben que durante los años han generado una clientela fiel que confían que no les deje cuando se lleve a cabo la mudanza del Valencia. Por poner cifras que ilustren la cantidad de trabajo que llevan a cabo estos negocios en los días de fútbol, según cuentan desde el bar El Palco, «podemos dar más de 300 bocadillos». «Mucho escándalo, mucha gente y mucha juerga. Pero es un día divertido, disfrutamos mucho. Si un partido es a las nueve, a las cuatro empieza a venir ya la gente», afirman. Este local, por ejemplo, no abre los fines de semana, excepto si el Valencia juega en un sábado o un domingo.
El bar de Manolo el del Bombo es uno de esos iconos más destacados de los alrededores de Mestalla. Para ellos, el campo es su sostén prioritario y foco principal de ingresos. «Un día de fútbol hacemos una caja cinco veces más grande, aunque depende del partido que sea y del rival que venga», comentan. Su ubicación en la plaza de la afición les da una localización privilegiada, aunque no esconden que en alguna ocasión han tenido algún problema con los grupos violentos que suelen hacer las previas cerca de sus puertas. «Indirectamente hay gente que tiene miedo a los Yomus y no se acerca a nosotros, incluso tenemos clientes que vienen por el otro lado para no pasar por delante de ellos», aseguran.
Para ellos, la desaparición de Mestalla sería un golpe difícilmente recuperable. «No entendemos por qué el Ayuntamiento dice que a partir de los 100 años cualquier edificio es histórico. Entonces, ¿por qué lo quieren tirar? Sería un cambio tan radical que nos hundiría directamente, no sólo a la hostelería, sino a toda la vida del barrio. Nos cambiaría de forma radical. No queremos que tiren el estadio. Tiene mejor ubicación este, la gente del centro acude enseguida y la de los pueblos tienen el metro al lado. Hay vecinos que se quejan, pero deberían estar acostumbrados ya. En Cortes Valencianas podría ser igual o peor con los descampados que hay, por lo que se puede liar más», aseguran.
Desde el bar La Corona de Aragón apuntan que «como negocio, Mestalla es una oportunidad maravillosa, porque cuando tenemos partidos estamos a tope e incluso nos quedamos con poco personal. Cuando hay un mes con muchos partidos se nota, incluso en verano cuando no hay Liga, sigue habiendo mucho movimiento por el buen tiempo y la gente turista que viene a ver el campo», sentencian.
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Patricia Cabezuelo | Valencia y A. Rallo | Valencia
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