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No tenemos miedo absolutamente a nadie. La frase la pronunció este sábado José Bordalás Jiménez (Alicante, 1964) al ser preguntado por si la llegada del Real Madrid le producía ese sentimiento. Podrían tatuarla en las entrañas de Mestalla puesto que será complicado encontrar una mejor definición del sentimiento que lleva inoculando en Paterna desde el primer día que llegó. Respeto, a todo el mundo. Miedo, a nadie. Hacer sentir a cada futbolista que es el mejor en su puesto. Pulirlo. Actualizarlo. Aunque sea con una posición distinta en el campo. Lo hizo en su momento el añorado Luis Aragonés con Otero, que comenzó de lateral y acabó como central indiscutible de aquel Valencia, y Bordalás lo ha repetido con Guillamón. «Tiene condiciones para ser un magnífico jugador en esa posición», sentenció ayer cuando fue cuestionado por si le podía pesar al canterano jugar hoy en el centro del campo ante el Real Madrid. Confianza.
La misma que tiene ahora mismo Guedes en el rostro. La magia no existe en el deporte. Que se lo pregunten al portugués. De un jugador triste a mutar en la versión puñal. Su nuevo entrenador repitió en bucle, con el mercado abierto, que quería al luso. El mensaje le llegó a Lim, también a Guedes. Desde ese momento lo ganó para la causa. Si el actual técnico valencianista tenía una obsesión cuando comenzó a entrenar era encontrar un estilo propio. Perseverancia, la de un currante que tardó 24 años en tener a un equipo de Primera bajo sus órdenes. La gran mayoría ya ha tirado la toalla mucho antes. Hijo de sastre, y octavo de diez hermanos, aprendió, desde muy pequeño que la organización, el orden, el sacrificio o la solidaridad no se negocian para poder gestionar el día a día. Lo que vivió en su hogar en Rabasa lo traslada a sus equipos. Todos los jugadores son importantes y ninguno lo es sin su compañero. Como en la antigua Roma, otra de sus obsesiones. En su etapa de jugador ya se ganó el apodo de romano, por la cantidad de literatura temática que devoraba. Se convirtió en uno de sus faros. Tanto es así que lleva varios tatuajes con caracteres o motivos de esa cultura. José siempre ha entendido los vestuarios como una unidad con disciplina, donde cada uno tenga cristalino lo que tiene que hacer y entienda que todo está al servicio del colectivo. En más de una ocasión ha reconocido que si es cierta la teoría de la reencarnación, tiene claro que si un equivalente suyo vivió en otra época seguro que fue allí.
Desde su etapa en el Getafe se ha escrito mucha literatura de los 'soldados de Bordalás'. La vida es caprichosa. Rabasa, su origen, es la sede del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra desde que se trasladó de Jaca en los albores del año 2000. Por entonces, Bordalás ya llevaba años puliendo el estilo de juego que quería para sus equipos. Es cierto que su etapa en el Getafe le ha estigmatizado por ese fútbol al límite del reglamento que implementaron los azulones. Pragmatismo. Con los mimbres que tenía, construía cestos. Sin más. Su pasión por el fútbol se inició viendo por la tele a la Holanda de Rinus Michels en el Mundial del 74. Con aquella 'naranja mecánica' se enamoró, como buena parte del planeta fútbol, de Cruyff, al que unos años después no perdió de pista en su etapa como entrenador del Barcelona. Diseccionaba sus partidos con la libreta, cogiendo ideas. Todos sus equipos, en Segunda Regional o en Primera, han actuado con la presión alta. Con sus variantes, por el estilo de plantilla de cada equipo, pero con ese sello.
Si algo no negocia con sus jugadores es que la actividad en el campo tiene que ser constante y a pleno rendimiento. Del minuto uno al último segundo del descuento. «Tenemos que aprender a conjugar un verbo que es correr, no parar de correr», avisó antes del arranque de la temporada. Como el famoso conejo del anuncio. En ocasiones, la vida personal ofrece pasajes que luego trasladas al trabajo. Bordalás aprendió muy joven a tener responsabilidades. Su sueño de futbolista comenzó a venirse abajo con 16 años por una grave lesión. Con 18 ya era padre y ahora es un abuelo joven. Esa imagen de persona hecha a sí misma es la última guinda. El valencianismo se ha entregado al alicantino como la verdadera estrella del equipo. Bancar a la 'bordaleta' no se negocia en la grada. José es el faro que guía la ilusión renovada. Que pase el Real Madrid.
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