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Era un portento físico (va casi a diario al gimnasio), un defensa de esos que para los delanteros era mejor tenerlos lo más lejos ... posible de la nuca por su capacidad arrolladora. Central reconvertido luego a lateral izquierdo cuando irrumpió Tendillo en escena, Manuel Ángel Botubot Pereira (Cádiz, 23-11-1955) fue parte de este Valencia imperial en Europa (Recopa y Supercopa) y semiconformista en España (Copa del 79). Llegó del Cádiz en 1976 y se despidió en 1984, dejando en su curriculum 348 partidos y 13 goles (internacional una sola vez con Kubala y en un amistoso ante Italia). Azote desde la distancia de Meriton, hace días sufrió como el que más la pérdida de Ángel Castellanos, con quien estaba muy vinculado.
–¿Ya más animado tras el golpe que supuso el adiós de Ángel?
–Fue algo duro y sobre todo largo en el tiempo. Ángel llevaba mal bastante tiempo y poco a poco nos hemos ido acostumbrando a que esa enfermedad fuera minándolo. Era muy desagradable para él y para la familia.
–El minuto de silencio de Mestalla fue muy significativo.
–Lo vi y es para ponerte los vellos de punta. Uno está acostumbrado a ver esos minutos que duran quince segundos y el violín supera los aplausos, y aquí fue muy diferente.
–Con el paso de los años, con Castellanos se dio la vuelta a lo que recibió como jugador.
–No sé si fue el Alzhemier lo que hizo reflexionar a la gente en general, para que se dieran cuenta que Ángel era un jugador carismático. La afición había sido injusta en su trato deportivo. En el fútbol que vemos, ves que Castellanos era el provocador del fútbol de antes, el que tenía la osadía de no perder el balón y jugar con el portero y los centrales.
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–¿Enfadaba eso a la gente?
–Ángel tenía una cosa negativa: antes no se llevaba barba y esa era una manera de fijación del público en él. Entre eso y su forma de jugar que paralizaba la salida del balón... la gente no lo entendía. Eso le creó problemas.
–¿Lo comentaba en el vestuario?
–Nosotros sabíamos que era su forma de jugar, antes de perder la pelota prefería volver a empezar y salir jugándola desde atrás, como hoy se hace. Antes prevalecía el fútbol más directo, ahora más de toque. Te das cuenta entonces de su valía, no sólo profesional sino humana. Por eso el reconocimiento del público.
–Castellanos era una persona muy callada y poco expresiva.
–Era muy serio, pero cuando hablaba hacía callar. Tenía mucha personalidad, un compañero leal, muy justo con todo el mundo, hasta con la gente de la calle, porque los futbolistas salíamos huyendo de la gente, y él era un tío justo con todo el mundo.
–¿Por qué esa proximidad suya con Castellanos?
–Llego a Valencia y como andaluz me encuentro a su mujer, que es de Granada. Nuestras mujeres entablaron amistad y eso nos unió más aún. Él vivía cerca del hotel Renasa, en el número trece y yo en el diez. Tuvieron dos niñas y vivíamos las dos familias muy unidas. Cuando dejamos el fútbol mantuvimos esa amistad.
–¿Qué recuerdos tenía Ángel de su larga etapa en el Valencia?
–Siempre fue un admirador del Valencia y un defensor de la justicia. A él y a mí nos trajo Pasieguito, y con él tuvimos un contacto personal, pero con Ángel la relación era muy especial.
–¿Cree que existen ese tipo de relaciones actualmente?
–No tiene nada que ver el contacto de antes con el de ahora, no lo percibo en los jugadores.
–Siempre fue usted muy crítico con lo que ha estado pasando en el Valencia.
–Crítico constructivo, viendo siempre la parte positiva de las cosas. Ahora no puedo criticar, porque estamos viendo un Valencia resucitado pero deportivamente. Eso es lo que a mí me interesa. A mí no me interesa otro sistema ni la política que hay en el Valencia.
–¿Y con Meriton?
–Sigo siendo crítico con la propiedad, pero lo que interesa deportivamente es que el equipo esté donde debe estar.
–En su época, era un Valencia poderoso... ¿cuántos peldaños se han bajado?
–Se ha bajado mucho, ahora el fútbol es industria. Se lleva como una empresa, no hay recuerdos, es el momento.
–Pero si uno repasa ahora las alineaciones de su época, se lleva las manos a la cabeza por la calidad de los futbolistas y los títulos que se dejaron de ganar...
–No ganamos... así es ¿sabe por qué? Porque Valencia ha sido una ciudad y un equipo conformista. Aquí se le ganaba al Real Madrid, al Barça y al Levante, y ya estaba hecho el cincuenta por ciento.
–Eso también era culpa de los jugadores ¿no?
–Claro que sí. Éramos profesionales pero a veces salíamos al terreno de juego demasiado relajados. Lo he sentido así porque nos exigían menos que ahora. Ahora, la gente, grita menos en el campo cuando hay motivos para levantar mucho más la voz.
–Mestalla empuja y respalda ahora al equipo como nunca.
–¿Cuándo has echado un balón atrás y no has recibido pitos? El mismo caso de Castellanos es un ejemplo de ello. ¿Cuántas veces no se ha llenado el césped de almohadillas? Sin embargo, desde hace unos años para acá se han dado motivos suficientes para hacerlo y no ha ocurrido así. El fútbol ha cambiado muchísimo.
–¿Se imagina aquel equipo actualmente?
–Delante tenía yo a gente como Solsona, Subirats, a Mario, Felman, Pablo... era un elenco de jugadores de primera línea impresionante. Valdría mucho dinero. Respetando a todos los que hay ahora, que son chavales de veinte años que están empezando a vivir el fútbol y eso es de una valentía tremenda, con aquel equipo era para haber ganado muchos títulos europeos.
–¿Se arrepintió de no haber participado en un Valencia más ambicioso?
–No. Me siento satisfecho de como hice yo las cosas. Nos relajamos a veces todos.
–¿Incluso Ramos Costa, al que tuvo usted de presidente?
–Incluso él. Llegaba al vestuario después de un buen partido nuestro y decía: 'Señores, doble prima'. Y tal y como entraba, se iba. Vivió el valencianismo al cien por cien. Y antes, hay que tenerlo claro, se rascaban las personas el bolsillo. Más de una vez, cuando aparecía le decíamos: 'Presi, que nos hemos hartado de correr hoy'. Y entonces, prima doble.
–Sería imperdonable que no le volviera a preguntar por su aterrizaje en el Valencia. ¿Aún le escuece lo que le dijo Heriberto Herrera?
–Eso fue el golpe más grande que el fútbol me ha dado a mí. Yo tenía veintiún años entonces, pensaba que me iban a dar una bienvenida. Me pusieron en el centro del campo, rodeado de todos los compañeros, y lo que menos me esperaba era lo que me dijo Heriberto Herrera: que era una mierda como jugador –el Valencia pagó de fichaje 25 millones de pesetas, 150.000 euros–.
–¿Cómo se le quedó el cuerpo?
–Me quedé helado, no entendía lo que estaba pasando. 'Usted no vale una mierda, váyase de aquí y ya le avisaré cuando crea conveniente, pero usted no entrena conmigo'. Me quedé un mes solo hasta que me fui para Cádiz y se solucionó el tema. Estuve tocado muchos meses. Vine muy joven, no sabía nada, era un globo de ilusión y entusiasmo y me pinchó. Me derrotó profesionalmente.
–¿Qué le llama la atención del actual Valencia?
–La implicación que tiene el valencianismo, la fe, las ganas que demuestra y la ilusión de la gente cuando va al estadio. Y veo que es injusto cómo se llevan algunas las cosas, cuando no se hacen bien, es una lástima.
–¿A qué se refiere?
–Lo digo ahora porque después de la muerte de Ángel he visto la torpeza tan grande que se ha tenido en no haberle dado en vida a una persona que ha jugado más de cuatrocientos partidos, que ha estado más de diez años en un club y que no se le haya dado esa satisfacción hacia la familia. Qué torpeza más grande, con lo poco que cuesta darle a una persona una obra de gloria.
–¿Qué gesto debería haber tenido el Valencia con él?
–Qué menos que llamarle y darle un pequeño homenaje. No tiene que ser ponerle en un cartel sino un reconocimiento, es llamarlo. No es cuestión de darle un trofeo, sino saber que hay personas que le están muy agradecidos por el tiempo y los títulos que ha dado. Y además, por la bella persona que siempre fue Ángel y por cómo formó a las personas. Como a mí, por ejemplo, pero también a otros compañeros.
–Conociendo como conocía a Ángel, ¿cree que se molestó por ese olvido?
–Nunca hubiese protestado. Siempre fue un señor y por muy injusto que fuera, nunca hubiera proclamado nada. Todo lo contrario, se callaría la boca.
–Quizás haya faltado memoria dentro del club.
–No estoy en contra de los homenajes, pero hay que darlos a las personas que han estado tiempo en una empresa. No puedes hacérselo a gente que lleva tres meses cuando otros llevan veinte años. Eso es injusto. Pero el marketing que hay es vender la imagen al exterior, no vale ya la imagen antigua del veterano. Parece que no interesa para nada.
–Hace no mucho días el Valencia homenajeó y colgó la imagen de David Silva en Mestalla...
–Respetando a Silva, que fue un tremendo profesional, yo creo que hay y han habido muchos jugadores que han jugado el doble de partidos y no han recibido nada. Ojo, que Silva no tiene ninguna culpa. Son las personas que dirigen, que son las que deciden a quién se le da y a quién no. Y eso, para mí, tiene un nombre: torpeza. El Valencia ha actuado con mucha torpeza con él. ¿Quién es el culpable de eso? No hay cabeza visible en el Valencia.
–Hay un dueño.
–Pero no ejerce como tal.
–Aquí se habla mucho ahora de que Peter Lim puede estar preparando su salida del club.
–He sido muy crítico con él cuando ha hecho las cosas mal. En todos los clubes hay responsables.
–¿Qué le parece la Liga actual?
–Es sorprendente lo del Girona, pero hay equipos que de un año a otro cambian el doscientos por cien. A lo mejor el año que viene, el Girona está por abajo. Ahora les sale todo de cara. Nosotros casi bajamos un año a Segunda y nos salvamos casi de rebote con aquel gol que voy al primer palo, la echo para atrás y llega Tendillo y la mete al Real Madrid.
–¿Es ese partido el que más fresco tiene en la memoria?
–Nunca olvidaré la final de Copa del Rey contra el Madrid porque fue el primer trofeo que conquisté, pero tampoco el partido contra el Manchester, ni la semifinal contra el Barcelona... y de jugadores, también me acuerdo de muchos.
–¿Mario Kempes?
–Fue un referente deportivamente muy importante. Ese tipo de jugador no lo veíamos en España, fue único.
–¿Y del actual Valencia, qué futbolista le atrae?
–Me gustan varios de los chavales, pero me quedo con Javi Guerra. Por su manera de ver el fútbol, a pesar de su altura y su corpulencia, por cómo maneja el balón y por el sacrificio y la educación que transmite.
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