Alineación en el Vicente Calderón. De pie: Carrete, Cabral, Botubot, Castellanos, Kempes y Manzanedo. Agachados: Cordero, Saura, Diarte, Arias y Eloy. BERNAT NAVARRO PORTER
EL TÚNEL DEL TIEMPO

Castellanos, un fichaje rentable y duradero

A pesar de no encajar en el perfil de futbolista que entra por los ojos a los aficionados del Valencia, el recuerdo de su personalísimo regate y sus goles, la mayoría de ellos decisivos y de bella factura, terminaron por encumbrarle

Sábado, 6 de enero 2024, 00:59

Ángel Castellanos nunca habría imaginado, ni en el mejor de sus sueños, que el valencianismo le iba a recordar con tantas demostraciones de cariño. Se han sucedido los reconocimientos y los homenajes tras su fallecimiento. Ni por su juego, ni por su personalidad, el barbudo ... centrocampista respondía al perfil de jugador que entra por los ojos a los aficionados ni cae bien a la grada a las primeras de cambio. Castellanos representa el triunfo de la perseverancia, de la honestidad y del sentido de la superación. Nunca actuó de cara a la galería y resistió con entereza las críticas para acabar imponiéndose con elegancia a sus detractores, esos enterados que levantan la voz para hacerse notar y desgañitarse a impulsos viscerales.

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Castellanos ganó su batalla particular contra la incomprensión y las urgencias que impone el fútbol. Desde mediados de los años setenta hasta principios de los ochenta, el Valencia reforzó su plantilla con grandes fichajes, futbolistas de relumbrón y prestigio internacional que alzaron pasiones en Mestalla. Sin duda, Mario Kempes encabeza la lista de predilectos. En ese grupo selecto también figuran Diarte, Bonhof, Solsona, Morena, y Arnesen entre otros. Sin embargo, de todas ellas, la incorporación más rentable con diferencia fue la de Ángel Castellanos, el único capaz de permanecer diez años en la plantilla.

Procedente de un Granada abocado al descenso en el ejercicio 75-76, su fichaje trascendió antes de que concluyera la campaña. Eso explica que de mutuo acuerdo, ambos clubes impidieran su participación en el duelo disputado en Mestalla correspondiente a la antepenúltima jornada. Los locales se impusieron por 2-1 con goles de Rep y Keita. En verano se sucedieron nuevas altas: llegó Carrete desde Oviedo, Juan Carlos del Hércules, y con la campaña en marcha, Botubot desde Cádiz. Los focos mediáticos apuntaban a la delantera: Rep, Diarte, Kempes, una tripleta que acaparaba la atención. El más admirado era 'Lobo' Diarte, el fichaje mediático, cuya irrupción goleadora pulverizó registros hasta que se eclipsó y Kempes tomó el relevo para consagrarse como el número uno. El resto eran actores secundarios a su servicio.

A Castellanos se le consideraba un peón de brega, eficaz y discreto, que formó al principio en el eje de la zaga en compañía de Cordero o de Jesús Martínez. La medular estaba integrada por Tirapu, Saura y Adorno, hasta que el argentino se lesionó y fue reemplazado por Juan Carlos. El Valencia peleaba codo a codo por el liderato con el Barça y el Atlético en una primera vuelta que se cerró con el duelo frente a los rojiblancos en Mestalla. Pese a dos golazos monumentales de Mario Kempes, se registró triunfo visitante por 2-3. Una profunda decepción de la que Castellanos salió señalado por su juego y algún fallo decisivo. A partir de ahí, un amplio sector de la grada le puso la cruz.

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Con la marcha de Tirapu al Athletic se produjo un reajuste de líneas y Castellanos abandonó la posición en la defensa para ubicarse en el centro del campo. Un cambio adecuado que le benefició porque evitó riesgos. En esa segunda campaña, la 77-78, llegó su primer gol. Sucedió en Mestalla en una noche inolvidable. El Valencia barrió al Rayo Vallecano por 7-0. Su gol fue el tercero, después de los dos firmados por Felman, preludio del cuarteto que logró Kempes a continuación. Concluida la campaña, con el fichaje de Bonhof, Castellanos perdió presencia en las formaciones. Cuando Pasieguito retrasó a Ricardo Arias al centro de la defensa, el manchego regresó a la titularidad para ocupar esa plaza y completar la medular junto al alemán y a Daniel Solsona, el trío que se alineó en la final de la Copa del Rey conquistada el 30 de junio de 1979.

Probablemente, su mejor temporada fue la 80-81, la siguiente al título de la Recopa logrado en Bruselas, dónde le tocó transformar un penalti en la resolución del partido. Un Valencia maduro, con identidad contrastada y ambición, se aplicó en la Liga como no había sucedido en los ejercicios precedentes. Lastrado sobre manera por la lesión de Kempes en el hombro, se quedó a un paso de la gloria. Junto a un virtuoso como Solsona y un deslumbrante Subirats, Castellanos, que ya se había ganado la condición de titular indiscutible, ofrecía una encomiable aportación desde la regularidad al servicio del equipo. Aceptado su papel, la afición empezó a entender y a valorar positivamente su inclusión en las alineaciones. El recuerdo de su personalísimo regate en la frontal del área y sus goles – la mayoría decisivos y de bella factura– terminaron por encumbrarle.

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